Edad: 22, Año: 1962
Un día de Enero en 1962, decidimos un grupo de amigos ir en carpa a veranear a Horcones. Una hermosa y pequeñita playa con bosques.
Íbamos: mi hermana Alicia, mi hermano Osvaldo, Juan Radic, el director del campamento, Mariluz, nuestra prima-hermana, un amigo; Sergio Cuadra y yo.
Llegamos a Horcones, una playa muy solitaria. Instalamos nuestra carpa, cerca de unos bosques y al día siguiente, apareció otra carpa y se instaló a nuestro lado.
Justo llegaron un día 24 de Enero, el día de mi cumpleaños.
Entonces, cuando entré a la carpa, se pusieron a cantar el “cumpleaños Feliz”, cuando escuchamos, que en la carpa de al lado, también estaban cantando el “cumpleaños feliz”.
Nos llamó la atención y nos asomamos a mirar y vimos que dos jóvenes de la edad nuestra, se abrazaban en su carpa y se felicitaban mutuamente. Salimos a verlas y ellas nos miraron extrañadas.
Entonces Juan Radic, que se las daba de jefe, preguntó:
-“¿Y quién de ustedes está de cumpleaños?”
-“¡Las dos!” respondieron a coro alegremente.
-“¡Qué casualidad, exclamé, también es mi cumpleaños!”
-“¡Tú eres la que estaba de cumpleaños dijo una de ellas!”
-¡Felicidades, somos tres de cumpleaños!
-Hablaban en acento Francés
Nos presentamos:
Ellas eran 2 hermanas y habían nacido el 24 de Enero de 1940 una y la otra en 1941.
“¡Yo también nací en 1940 dije!”´´
“¿Y cuál de las dos nació en 1940?”, pregunté.
-¡Yo! Respondió la morena
- “¿Y cómo te llamas?”dije.
-“Antoinette”
-“¡Oh!, yo también me llamo Antonieta y nacimos el mismo año y el mismo día.
-Nos pusimos a reír ¡Que coincidencia!
-Yo, dijo la hermana me llamo Kathleen y no nací el mismo año, el mismo día sí.
“Somos Kathleen y Antoinette Boulet”
-“¿Son francesas? Pregunto mi hermano”
-“Oui monsier, respondió Kathleen, que era más risueña”
Así nos conocimos y decidimos, celebrar todos juntos.
Al día siguiente como era mi costumbre, me levanté bien temprano a recolectar ágatas, siempre fui recolectora y coleccionista. De pronto veo una ágata preciosa, gigantesca, estiro la mano y choco con otra mano y cogimos la misma ágata, al mismo tiempo.
Era Antoinette, mi tocaya, que tenía el mismo hobby que yo, levantarse temprano a recoger ágatas.
-Nos miramos y dijimos al mismo tiempo: “¡Antoinette!” y ella dijo “¡Antonieta!” Nos quedamos sorprendidas del encuentro pero ninguna de las dos soltaba el ágata.
-¿Qué hacemos? Dije.
-La partimos por la mitad y la dejamos de amuleto, sugirió ella.
-¡Buena idea! respondí. Pero luego miré el ágata que era tan hermosa que romperla me dolía el corazón, se podría hacer pedazos.
Luego dije “NO”, es un crimen.
Me puse a pensar, a ver, ¿para qué la quieres tú?
Ella me contó que era escultora y estaba haciendo una figura hindú y esa piedra le quedaría fantástica.
¿Y tú? Preguntó.
Yo, en verdad, no sabía nada de escultura, pensaba simplemente ponerla arriba del piano, adornarla con flores tal vez.
Luego me mostró unas pequeñas figuras esculpidas por ella. Eran muy hermosas en verdad. Un medallón de metal esmaltado por ella, con piedras de variados colores, muy lindo, y varias cosas más. Era muy talentosa.
Yo entonces le dije:
-“Llévatela tú, ya tienes la idea, esculpes maravilloso y esa piedra es para ti”
Me abrazó feliz: “¡gracias hermana, no sabes lo feliz que me haces!” Se guardó la piedra en su bolso y nos sentamos un rato a mirar el sol que aparecía ya, espectacular.
-¿Y tú, qué haces? Preguntó.
-Yo estudio varias cosas al mismo tiempo: Piano, Educadora de Párvulos y Filosofía.
-“¡Uy, dijo Antoinette!”.¡Qué maravilloso! Me encantaría saber tocar piano y me encanta enseñar.
-“¡A mí también, me gusta pensar tantas cosas y siempre me falta tiempo!” Respondí.
- También me gusta el arte en general, la naturaleza etc.
-“¡Chócale! Gritó, tenemos los mismos gustos. A mí también me gustaría enseñar dijo Antoinette.
Nos reíamos de ser tan parecidas en los gustos, haber nacido el mismo año, mes, día y para colmo llamarnos igual.
Ninguna de las dos sabía cocinar, ni ubicar el Norte y el Sur, tampoco calculábamos el tiempo, llegábamos tarde a comer y nos quedaba poco para comer.
Pero a nosotras más nos interesaba revisar, limpiar, guardar nuestros tesoros que habíamos acumulado en el bosque, mar, arena etc., antes de comer.
Nos retaban por llegar tarde, nos hacían lavar platos, pero eso, no nos importaba.
Estábamos felices con nuestros tesoros y así cada día comenzamos a salir juntas de excursión al bosque, a la playa, a otras playas, a buscar huiros, conchas, piedras, ramas, caracoles, piedras, etc.
Cualquier material que nos interesara para coleccionar y darle alguna utilidad decorativa.
Podíamos estar horas en estas labores y nunca nos aburríamos y hablábamos muy poco. Nos aveníamos como dos gotas de agua.
Yo pensaba: ¿Será cierto esto de los astros que puedan influir en las personas, que nacen en la misma fecha?
Así pasaron varios días y nuestros diarios paseos con Antoinette se hicieron un verdadero ritual, buscábamos, seleccionábamos objetos interesantes, hacíamos columpios en el bosque, estilo hamacas etc.
Y cuando nos cansábamos conversábamos:
Ella me contó que sus padres huyeron de la guerra hacia Chile y que su mamá tomaba hasta 15 tazas de café, vivía nerviosa, quedo afectada por la guerra, pero igual soñaba un día volver a Francia y ella también quería ir a Francia a terminar sus estudios de Escultura.
Ella era como ciudadana del mundo, en el fondo, su vida era muy solitaria, muy metida en la contemplación, arte, pensar, como si viviera en otro mundo.
Yo pensaba:
Un día Antoinette, se irá a Francia, cumplirá su sueño y ni siquiera tomará el lápiz para escribir, estará demasiado absorta en lo suyo. Yo la miraba cuando ella se mecía en la hamaca que inventamos, mirando plácida, los árboles, escuchando los pajaritos y me decía: “Antonieta, este momento jamás lo voy a olvidar, es pura belleza, lo que busco, ¿comprendes?”
- Y yo le decía: “Pero no me escribirás”
-Quizá, porque no soy buena para escribir, pero te recordaré en cada obra que realice con estos tesoros.
-Diré: “Mi amiga de Chile” está aquí y reía.
A mí, no me sorprendían sus palabras, estaba segura, que ella cuando se fuera a Francia, continuaría su vida, sin mirar para atrás.
Por eso, no busqué su dirección ni le escribí cuando se fue, sabía que no me iba a responder.
¡Para qué ilusionarme, yo la conocía bien! Era verdad que sí, me recordaría, en “su creación”.
“Aventuras del Campamento”
Kathleen, en cambio era más mujer, coqueta, risueña, sociable, sexy, como buena francesa. Empezó a flirtear con mi hermano y también con Juan Radic.
Un día aparecieron nuevos acampantes:
Tres hermanos; dos deportistas mujeres y un joven, llamado Guicho, que era muy atractivo, de ojos verdes risueño, pestañas muy negras, deportista, muy simpático.
Rápidamente se hicieron amigos del grupo, hacíamos fogatas, cantábamos, tocábamos guitarra, se contaban chistes, deportes, hacían toda clase de ejercicios gimnásticos, eran unos atletas increíbles, se metían al mar hasta de noche, eran muy alegres.
Así pasó 1 semana y este joven Guicho, que era muy piropero, me dijo el piropo, para mí, más sorprendente: “Que nunca había conocido a una joven con un sentido del humor tan especial”
Yo, que no sabía nada de nada de mi persona, me quedó grabado este piropo, curioso y sorpresivo.
Yo, en realidad, fuí a Horcones para olvidar a Augusto, me encontré que me ayudó a olvidar más esta amistad con Antoinette que algún interés amoroso.
Un día sucedió que Juan Radic, mandó a Mariluz, a lavar unas presas de conejo, al mar, y de noche.
Mariluz, no estaba acostumbrada a estos menesteres de acampantes y a la pobre le vino una ola encima y se perdieron todas las benditas presas en obscuridad del mar, que eran nuestra última cena.
Mariluz, asustada, no hallaba qué hacer, tenía miedo de volver sin el conejo y que Juan, la retara.
Pasó bastante tiempo y no volvía a la carpa. Entonces Juan indignado por la tardanza, fue a buscarla y la encontró sentada en la playa, con la olla vacía, sin saber qué decirle.
Juan, furioso, la trató pésimo, de inútil, de tonta, que no servía para nada, que nos quedaríamos sin comer, por su culpa etc.
Yo estaba molesta con Juan, por tratar así, a mi prima, tan ordinario el idiota.
¡Qué culpa tenia ella, cómo se le ocurre a él, mandarla al mar de noche, si ella no era excursionista como él!
Era un neurótico, se creía Rey, yo no lo soportaba. Todo porque era el que más sabía, se comportaba como un ordinario.
Entonces, mi hermano que era bien gracioso, dijo:
“¡Ya está! En vez de conejo, comeremos papas chancheras”
Y todos salimos a robar papas chancheras por los alrededores. Luego las coció y el que quería sacaba de la olla y comía papas con pelo.
¡Mariluz no quiso comer esa porquería!
Los demás, de a poco, fuimos comiendo, porque ya se nos acabó la comida.
Nos fuimos tristes a la carpa, con hambre y sed. Entonces, mi hermano Osvaldo, dijo: “hambre podré tener, pero, no sed, voy a la vertiente a buscar agua”, tomo un balde y partió.
La noche estaba tan obscura que no se veían ni las manos, la luna apenas iluminaba.
Pasó una media hora y aparece Osvaldo, con el balde vació, pálido, tembloroso, en la puerta de la carpa.
“¿Qué te pasó, dijo Juan Radic?”
Entonces Osvaldo tiritando relató, que cuando fue a la fuente, sintió que alguien lo tocaba, le echaba el aliento caliente y sintió en su cara un lengüetazo y un ruido fantasmal.
¡Es un fantasma! Decía.
¡Sentí su aire caliente!
Se escondió tembloroso al fondo de la carpa aterrorizado como un pollito con el balde.
¡Todos quedamos muertos de miedo!
Nadie se atrevía a moverse de la carpa. Entonces, Juan, que era tan bruto le dijo:
“pásame el balde, inútil, qué fantasma ni fantasma, lo empezó a retar, a tratar de estúpido, de cobarde, mujercita, que creía en fantasmas etc.”
“Yo voy inútil” le dijo y salió enfurecido de la carpa, a buscar agua a las vertientes.
Al rato, volvió sin agua, y con la misma cara de espanto de mi hermano. Se sentó, no dijo nada y ordenó apagar la luz y regañando, refunfuñó:
“Ya, duérmanse, nadie se va a morir porque no toma agua”
Todos comentábamos el hecho, en voz baja, sin que él nos oyera.
Nos entró un “miedo de pánico” ¡un fantasma! Decíamos. Y nos quedamos bien cerca el uno del otro y no dormimos casi nada.
Al día siguiente, les contamos a Katty y Antoinette, lo ocurrido, entonces Katty tomando de la mano a Osvaldo, le dijo: “Ven, cherie” y lo llevó a la fuente, Osvaldo la siguió temeroso y cuando llegaron a la fuente, Katty le dijo: “Mira, éste es tu fantasma” y le señaló una vaca, que bebía de la fuente tranquilamente.
“Ella fue la que te lengüeteó y te tiró aliento caliente, no fue ningún fantasma”
Se reía como loca, burlándose del temor de mi hermano.
¡Una vaca, mierda, todo el susto que pasé, casi me hago pichí del susto! Dijo Osvaldo.
Katty reía hasta las lágrimas y volvieron al campamento a contar, el cuento de la vaca.
Juan, como se las daba de machito, no se rió ni hizo ningún comentario. Se metió a la carpa se sintió humillado por una mujer. Todos copuchábamos que él también creyó que era fantasma, pero no lo decía.
Katty comentó:
“Oh, su amigo no tiene sentido del humor, siempre está malhumorado. Qué pena, iremos a pedirle al dueño de la vaca, que nos de leche y no le daremos a él, por tonto”
Fuimos con el balde y justo llegamos, cuando la estaban ordeñando, así es que, esa mañana, tuvimos leche al pie de la vaca y pasamos varios días riéndonos de la anécdota.
Al día siguiente les enviaron un giro con dinero a las hermanas Boulet.
¡Qué maravilla, dijo, tendremos para comer!
Y fue al pueblo con Mariluz a buscar el dinero. Habían pasado como 6 horas y no volvían, todos estaban preocupados.
Cuando a las 7 de la tarde aparecen las dos, sin ni un peso, muertas de risa.
¿Qué pasó? dijo Juan Radic, ¿Y la plata?
Perdón, dijo Katty, es que teníamos tanta hambre y ganas de comer algo rico, que fuimos a un Restaurant comimos locos, el mejor congrio, ¡Fue fantástico! El mejor vino blanco que haya probado, después de tantos días comiendo papas chancheras, tallarines, choritos, etc. ¡Dijo Katty muy contenta, nos dimos el gusto de nuestra vida!
Y se mataban de la risa.
Juan Radic no cabía en sí de la irresponsabilidad; “pensaron en ustedes no más, gritó, egoístas, ahora ¿qué vamos a comer?” Nos tendremos que ir entonces.
Entonces sucedió, que muy tristes, nos fuimos a la playa a buscar choritos, pero no teníamos arroz. Cuando apareció un caballero de 45 años, muy fino y elegante, se nos acercó a conversar.
Le contamos que estábamos acampando y todo nuestro drama gastronómico. Guicho entonces dijo:
“¿Porqué no vamos a pedir a alguna casa, si nos convidan algo para comer?” Porque había casas muy elegantes en ese balneario.
No será necesario, dijo el caballero amable, acariciando la barbilla de Guicho, yo haré una fiesta, esta noche para ustedes y podrán comer todo lo que quieran.
¡Parecía ángel caído del cielo!
Esa es mi casa señaló, una enorme casa verde, en lo alto.
¡Allí estaremos gritamos todos, muy contentos, porque comeríamos cosas ricas!
Llegamos a la casa en la noche y realmente, había preparado cosas exquisitas, había para escoger, hasta champagne. Entonces Katty, que era coqueta, quedó encantada, ante este benefactor y se le acercó muy coqueta. Tenía un gran atractivo, era bonita, picaresca, ojos verdes, muy risueña y conversadora. Pretendía conquistar al viejo, para que nos siguiera dando comida. Pero el viejo no le prestaba atención
Entonces se me acercó la hermana de Guicho a pedirme que sacara a bailar a su hermano, porque era muy tímido.
Yo no quería hacerlo, para no ilusionarlo, porque me daba cuenta que él andaba detrás de mí. La hermana, también sabía los sentimientos de Guicho y quiso ayudarlo.
En ese momento, el dueño de la casa, se acercó a Guicho, le ofreció champagne y se puso a conversarle.
La hermana me dijo: “Mi hermano no está acostumbrado a beber, le va a hacer mal”
Yo la notaba preocupada y miraba constantemente a su hermano con inquietud, yo noté algo raro.
Luego el dueño de casa se sentó a conversarle largo rato. Guicho me miraba y me hacia un gesto con la mano, como quien dice ¿Bailemos?
No sé qué instinto, me hizo, aceptar su invitación y cambié bruscamente de opinión.
“Sí, dije, voy a sacar a Guicho a bailar” Me acerqué, interrumpiendo la conversación e invité a bailar a Guicho.
El viejo dijo: “Anda a bailar con otro niño, que, ¿no ves que estamos conversando?” en forma claramente molesta.
Entonces Guicho, se paró de un brinco y me dijo: “¡claro, me muero por bailar!” y el viejo nos quedó mirando airado.
La hermana, que observó la escena, pendiente de Guicho, nos llamó aparte y dijo:
“Es hora que nos vayamos ya”
“¡No, dijo Guicho, recién empezó la fiesta, qué te pasa, estás loca, las mesas están llenas de cosas exquisitas, yo no me las voy a perder!”
Seguimos bailando y yo sentí, que ese temor de la hermana se me empezó a contagiar y aunque lo veía feliz, ella y yo, estábamos inquietas.
Llamaron a comer unos petit-bouché, fuimos todos y el dueño de casa, se puso al lado de Guicho y lo miraba con descaro. Le decía que tenía unos ojos preciosos y que era hermoso.
Guicho comenzó a sentirse mal y no hallaba cómo correrse, me miraba como incómodo.
En eso se acercó la hermana y yo me aparté a contarle las cosas que el viejo le decía a Guicho, que ese viejo no me tincaba. A mí tampoco, dijo ella, mejor es que nos vayamos.
Mientras hablábamos aparte, el viejo se llevó a Guicho a otro lugar, para mostrarle su balcón con vista al mar.
Guicho había bebido más de la cuenta y no estaba en sus cabales. En ese momento entramos nosotras al dormitorio y el viejo le estaba ofreciendo un anillo de regalo con una perla y lo abrazaba.
Guicho, medio mareado le decía; “¡No, yo no uso esas cosas!”
Entonces su hermana, se acercó a él y bruscamente lo tomó del brazo y le dijo: “Vamos que estas bebido, ya es tarde”.
Se lo llevó y el viejo dijo: “Bueno, si él se va, que se vayan todos los demás de esta casa, langostas de mierda, muertos de hambre, ¿creen que toda esta fiesta era para ustedes?”
Nosotros salimos arrastrando a Guicho y les contamos a los demás. Por supuesto, en venganza, mi hermano, agarró una bolsa y la llenó con panes, petit-bouché, quesos, una botella de champaña y el resto hicimos lo mismo, desmantelamos al viejo, nos llevamos todo el comestible y bebestible y salimos arrancando, con toda la carga, escalera abajo.
El viejo nos gritaba del balcón: “¡ladrones, rotos muertos de hambre, voy a llamar a los carabineros!”
Entonces, la hermana, le gritó:
“Claro, llámalos, para contarle que eres un maricón que anda tras los jovencitos, llámalos, cola de mierda”
Después nos dimos cuenta, que Horcones era una playa de maricones y lesbianas nudistas.
Así, es que, el ambiente se puso muy desagradable y nos volvimos a Santiago.
Cuando vimos a dos tontas desnudas tomadas de la mano y besándose y acariciándose en la playa, delante de todo el mundo.
Osvaldo gritó: “Mariconas, nos faltaban”
Y nos vinimos, guardando el recuerdo de los momentos agradables y cómicos más bien que lo desagradable.
Pero no volvimos nunca más a esa playa.
Fue un veraneo muy emocionante con una experiencia de un encuentro “insólito” y una aventura de película
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