Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

martes, 28 de septiembre de 2010

CAPITULO 48: “MI AMIGO JORGE”; FENOMENO PARANORMAL

Cuando yo cumplí 18 años, en enero de 1958, conocí a Augusto, que era un amigo de Jorge. Él tenía 24 años y yo 18. Era militar, alto, rubio, de ojos verdes muy reidores, labios gruesos, muy buen mozo, con cara y cuerpo de alemán, macizo.De carácter orgulloso, celoso, muy absorbente, pero muy alegre, amistoso, un poco niño. Le encantaba bailar y escuchar música, era muy observador. Al principio venía a conversar conmigo para mitigar su pena, de su ruptura con su polola, pero luego de 15 días de amistad ya ni hablaba de ella. Jorge, mi amigo, que siempre venía a verme, comenzó a distanciar su amistad y comenzó a preguntarme si le estaba poniendo el gorro con Augusto.
Pero la verdad que Augusto me empezaba a gustar mucho y él en cuanto salía los viernes de la Escuela, antes de pasar a su casa, venía a la mía y luego, sábado y domingo. Todo el tiempo estaba conmigo, hasta la noche conversando. Prácticamente vivía en mi casa. Así pasaron tres meses, yendo al cerro tomados de la mano, escuchábamos música, conversábamos. También íbamos al Parque Forestal o ensayábamos pasos de rock en la casa, tomábamos once y no nos cansábamos de estar juntos. Nunca se acababan nuestros temas de conversación. Yo sentía que día a día esta amistad se iba convirtiendo en amor, pero el continuaba diciendo a todo el mundo que éramos amigos. Y la verdad el no me tocaba ni un pelo. Pero era una amistad curiosa, porque hasta Jorge, que era su mejor amigo, no le gustaba a Augusto que mi amigo Jorge viniera a verme.
Un sábado que estábamos con nuestros amigos bailando, Jorge se acercó a sacarme a bailar y le dijo:
- “¿Puedo sacar a bailar a tu polola?” -“No es mi polola”, dijo Augusto y se puso rojo de ira.
Bailé con Jorge y éste me decía que Augusto estaba enamorado de mí y no quería reconocerlo.
-“Yo al menos reconozco que es mentira; que me está quitando olímpicamente a mi amor, haciéndose el amigo. No le creo nada” Yo le decía que éramos “amigos”. -“Si, amigos, sólo le falta convertirse en tu sombra”, decía Jorge.
La verdad yo tampoco entendía mucho esta amistad, donde él me acaparaba a tal punto, que no podía bailar ni con su mejor amigo, ni con mi primo Lautaro, ni con sus amigos militares, ni con nadie más que él. Yo tenía que estar con él solamente. Esta relación era sin manifestaciones sexuales, pero sí, muchos celos de su parte y mucho amor de mi parte. Yo siempre esperaba un beso, una declaración de amor, pero nunca llegaba. Yo pensaba que él no se daba cuenta que estaba enamorado. Pasaban los meses, el continuaba con su misma cantinela de la amistad y soportaba en forma estoica las bromas pesadas de sus amigos, como: -“Ponte los pantalones y reconoce que estay enamorado”, “Se te cae la baba”, etc. El se molestaba mucho pero no cambiaba de actitud. Los milicos le decían: -“Como es que cuando vamos a tu casa…. ¡siempre estay aquí! Ahora ya ni nos hablas. Por ti estuvieran tú y ella, nadie más. No dejas que nadie se acerque a ella, estay muy inseguro que te la quiten”. -“¿Quien me la va a quitar? ¿A ver?, decía Augusto. -“Danos una oportunidad. Aquí hay varios que quieren pololear con ella. Te crees su dueño” Las tallas iban y venían pero él seguía en su actitud.
Pasaron tres meses más, me escribía unas cartas de amor muy hermosas, que me echaba tanto de menos, que yo era su vida, que toda la semana pensaba solo en mi, etc. ¡Cualquiera creería que estaba enamorado! Pero no, seguía diciendo a todos que éramos amigos. Cuando estábamos juntos me decía, que en lo único que pensaba en la escuela era en salir el viernes para ver esos ojos que adoraba, ese cabello de seda, tomar mis manos, abrazarme sin parar. -“Sueño contigo”, decía, “Y a veces tengo pesadillas que estás con otro hombre y me despierto angustiado y me alegro de ver que era sólo un sueño. Estar contigo es todo lo que deseo en la vida.” Y me abrazaba y me contemplaba como con devoción, “Si alguien te apartara de mí, me quitaría la vida, el aire que respiro…”. ¡Yo no entendía por qué no me pedía pololeo, entonces si tanto me quería!.
Hasta que esta situación llegó al límite, cuando mi primo Lautaro, que era aviador y tenía una corte de mujeres que se morían por él, era bien machito y el hombre más atractivo y buen mozo que he conocido en mi vida, estaba indignado, había bebido unas copas de más y estaba picado porque Augusto era el intocable y no dejaba que nadie bailara conmigo, ni conversara siquiera ¿Qué se cree?, decía, y los otros lo apoyaban y decían que “ni comía, ni dejaba comer a nadie”. Lautaro era mi primo más querido, era un muchacho de tan buen corazón, a pesar de su vida bastante triste, porque fue abandonado por su madre, que se fue a EE.UU., y su padre se fue con otra mujer. El y sus hermanos, Ximena y Ernesto, fueron criados por su abuela Zulema.
Lautaro se acercó a mí y me sacó a bailar. Quería ensayar sus pasos nuevos, que había aprendido en EE.UU. y necesitaba una niña flaca. -“Venga prima, ayúdeme a ensayar un paso”, dijo tomándome de la mano. A esto, que hace Lautaro, Augusto se para bruscamente como un rayo, monta en cólera y sujetando con fuerza el brazo de Lautaro le dice: -“¿Qué te pasa? La Toñi no va a bailar contigo. Conozco tu juego, crees que no sé qué andas tras de ella. Además estamos conversando.” Lautaro reaccionó furioso y le dijo: “¿Qué te pasa huevón, que no dejas que nadie se acerque a la Toñi? Y decís más encima que eres amigo. Acepta de una vez que estay baboso por ella.” Poco hombre. Y si soy tan amigo de ella ¿Por qué no dejas el puesto a otros que quieren pololear con ella? -“¿Cómo tú?”, respondió rojo de ira Augusto. -“No, yo soy bien hombre pa’ mis cosas”, respondió Lautaro, “Cuando una mujer me gusta, lo demuestro y no me las ando dando de amigo.” Y volvió a tomarme de la mano diciéndome: -“Este pobre gallo esta chiflado por ti prima y no lo quiere reconocer. Está loco. Vamos prima” y me volvió a tomar la mano para bailar". Augusto se puso de pie, rojo de ira, y le dijo: -“Te dije que no iba a bailar contigo borrachito. Si la tocas te pego ¡Mujeriego de porquería! ¿Crees que no sé todas tus aventuras amorosas?” -“Mira maricón”, dijo Lautaro, “Mis cosas con mujeres son asunto mío, no tuyo. Un hombre no cuenta sus cosas personales a otro ¿Acaso soy maricón?" Augusto parecía una fiera:-“Si tocas a la Toñi te pego” -“Tu, pegarme a mí", dijo Lautaro, ¿No eres hombre para reconocer que estay enamorado y vay a ser hombre para pegarme a mí?, rió Lautaro. -“Tu sabes que no se puede pelear con uniforme”, dijo Augusto -“¡Vaya! ¿En qué topo?", respondió Lautaro y se sacó la chaqueta. Augusto se sacó la chaqueta con tanta furia que se le soltó un botón. -“Ahora te las venís a dar de Bernardo O’Higgins”, dijo Lautaro y todos se rieron.
Augusto tiró un puñetazo en el rostro a Lautaro y le gritó: -“A ver si se te quita esa cara de niña bonita que tenis” El rostro de Lautaro comenzó a sangrar porque le pegó cerca del ojo. Yo, que hace rato trataba de separarlos y no me oían de lo furiosos que estaban, les grité: -“¡Llamaré a mi papá para que los eche, imbéciles!” Los amigos gritaban: “¡Dale Augusto!”¡Dale Lautaro!” Se creían los tarados que estaban en un ring. Yo fui a pedirle a Jorge que los echara a la calle. En ese momento Lautaro le dio un feroz puñetazo y gritó: -“A ver si se te quita lo alemán.” Yo les gritaba que salieran de mi casa, los insultaba. Jorge agarró a Augusto y Julio Casado agarró de los brazos a Lautaro y los sacaron a la calle. -“¡Váyanse todos!”, grité, “¡No los quiero ver nunca más! ¡Mi casa no es un centro de boxeo, estúpidos! ¡FUERA DE AQUÍ! ¡Han faltado el respeto a mi casa! Den gracias a Dios que no está mi papá ¡Idiotas! Siempre Jorge Contardo, mi amigo, con sus salidas graciosas, se paró y dijo: -“¡Lindo fin de semana! ¡Ni siquiera comí y se acabó la fiesta! ¿Quién se va a comer y beber todo esto? -“Y tú también sale”, le grité, “Anda con tus chistecitos a otra parte”
¡ASI ACABO ESTE FIN DE SEMANA!

“LA RECONCILIACIÓN”
Después de dos semanas que no respondí a Lautaro ni a Augusto, que vinieron a pedirme perdón por la pelea en mi casa, comenzó a darme lastima tantas veces que vinieron a humillarse y los perdoné. Augusto estaba tan feliz, que parecía un niño: "¡Me haces tan feliz! ¡Nunca había sufrido tanto en mi vida!”, y lloraba y se abrazaba a mí repitiéndome: Tu eres mi vida, tu eres mi vida.” Fuimos al cerro a pasear, era primavera, había un sol esplendoroso, lleno de flores y pájaros trinando. Nos sentamos en un banco que detrás tenía un inmenso aromo. Todo el ambiente estaba impregnado de ese exquisito olor. El cerro repleto de dedales de oro y un cielo espectacular, como que toda la naturaleza estaba en sintonía con nuestra alegría. ¡Augusto estaba tan feliz! Parecía un niño, irradiaba una felicidad luminosa. Sus ojos verdes brillaban al sol ¡Me conmovió tanto!
Era como un niño en verdad. Me abrazaba una y otra vez y me repetía:-“Me has devuelto la vida. Tu eres mi vida.” Me tomó en brazos girando conmigo como un carrusel. Yo le gritaba que me estaba mareando, que parara. Pero el no hallaba qué hacer de contento. Sacaba flores y decía:-“Flores para mi reina”, me las ponía detrás de las orejas y en el vestido. Estaba muy nervioso. En un momento se acercó muy cerca, me contempló y me dijo:-“Eres una princesa” Yo deseé que me besara, él estaba luchando contra sus sentimientos. Me tomó la mano y me dijo temblando con los ojos llorosos: -“Tú no sabes cuánto he sufrido todo este tiempo que tu no me querías perdonar. Sin poder verte, sentí que me faltaba la vida, la alegría ¡Nunca imaginé que existiera tanto dolor! Nunca olvidaré esos días. No podía hacer nada, ni estudiar, ni dormir. Te veía todo el tiempo. El Dr. que me vio en la Escuela, me preguntó si tenía algún problema. Y me puse a llorar en el consultorio. Le dije que no podía dormir y me dio unas pastillas.”Si sigues así tendrás que ver un especialista”, dijo.
Cuando al fin salía los viernes, te venia a ver y no querías verme, ¡me quería morir! ¡Tanto esperar y tu no me querías recibir! Yo no lo conté a nadie ¿Para qué?, Nada ni nadie me podía consolar. Lo único que anhelaba era verte y pedirte perdón. Ahora estoy tan feliz mi Cuchi.” Pero no me besaba ni me decía que me amaba. Yo no me atrevía a confesarle mis sentimientos por miedo a perder su amistad. Pero yo consideraba que esos sentimientos, esas palabras que él me decía, eran las de un hombre enamorado, como le decían sus amigos ¿Por qué el no reconocía sus sentimientos? Para mí estas palabras se contradecían con la amistad ¿Sería que yo no le atraía? ¿Cómo decir que yo soy su vida? y ¿después insistir que éramos amigos? La verdad es que yo sufría mucho. Me sentía despreciada como mujer, no deseada. Tampoco me atrevía a tomar la iniciativa por miedo a su rechazo.
Luego, fuimos a otro lugar y él se sentó en una piedra, me cogió de la cintura, me acercó a él y se quedó contemplándome. Yo me puse nerviosa con su cercanía, me daban ganas de decir “Te quiero”, pero algo me lo impedía y esperé a que él se diera cuenta de sus sentimientos. Él no habló nada de lo que yo esperaba, sólo me contemplaba y decía:- “¡Qué lindo es estar aquí contigo!” Y me empezó a apretar hacia él y me abrazó fuertemente, estaba con los ojos llorosos, me apretaba, con sus brazos, sin soltarme. Ponía su mejilla en mi mejilla, y su mejilla estaba ardiendo igual que la mía. Nos quedamos así, uno junto al otro, en un momento infinito, abrazados, mejilla contra mejilla. Él me apretaba y me apretaba contra su pecho y no me decía nada de amor. Yo hice un intento de besarlo pero él quitó el rostro y me dijo: -“Vámonos mejor. Está haciendo frío” Yo sentí un balde de agua fría ante su rechazo, pero no dije nada. Volvimos a casa, tomamos once. Se mostraba feliz, brillaban sus ojos y estaba rojo como tomate, no podía disimular su felicidad. Él lo único que hacía era contemplarme con el rostro iluminado de gozo. Luego cogió mis cabellos, los llevó a sus labios y los comenzó a besar con devoción. -“Me encanta tu pelo. Es casi azul y tan suave como una seda”, decía. Se acercaba cada vez más y más, yo sentía que me iba a estallar el corazón. Tampoco me habló de amor, ni me besó, solamente acariciaba mi rostro, mis cabellos y me miraba con adoración.
Yo no entendía qué pasaba, porqué demostraba como una adoración por mí y nunca reconoció su amor, continuaba diciendo que:”Éramos amigos”. Yo me preguntaba:” ¿No estaré equivocada y no le gusto como mujer, solo como amiga?” Conversaba con mi hermana, que sabía lo que me pasaba y todo lo que él me estaba haciendo sufrir y me decía: -“Ese idiota, ¡está enamorado de ti hasta las patas! No te angusties, ya llegará el día que lo reconozca" Pero yo vivía en el colegio en la luna, comenzó a afectar mi rendimiento escolar.
Algunos días en vez de ir al colegio, me iba al parque, a vagar como una sonámbula. Sentía apretado el pecho, caminaba sin sentido y lloraba y lloraba. Estaba ausente de la realidad. Falté tantas veces a clases, que terminé perdiendo el año. Cuando me dijeron que perdía el año por inasistencia, yo no lo podía creer” ¿No tenía conciencia de haber faltado tanto?” ”¿Yo, repetir el año?” Fue un golpe tremendo, que me hizo bajar a la realidad. Yo le conté a mi hermana, que era la única que sabía la razón, por la que yo estaba así. Entonces ella decidió tomar cartas en esto y fue un sábado a casa de Augusto: “Quiero saber si estás o no enamorado de mi hermana, como te pasas todo el día con ella. Yo creo que mi hermana está enamorada de ti y está sufriendo mucho, acaba de perder el año, esta desconsolada, tu sabes lo estudiosa que es, pero algo la ha estado perturbando y ha perdido su año, no sé qué hacer para ayudarla.” -“Nosotros somos amigos”, respondió Augusto. Entonces mi hermana le dijo: -“Entonces ella no debe estar enamorada de ti. Yo me equivoqué, a lo mejor está enamorada de Carlos Salinas y por eso está sufriendo.” -“No”, respondió Augusto-“¿Se te ocurre que va a estar enamorada de ese infeliz? ¡Estas equivocada!” -“Bueno”, respondió Alicia, “Entonces si es así, como yo creo, que tal vez está enamorada de ti y por eso está sufriendo tanto, por si acaso te prohíbo que vayas a verla ¡Aléjate de ella, no vayas mas a la casa!” Augusto se puso rojo de ira y le respondió: -“Estás loca, eso es imposible ¿Qué diría ella si yo no voy más a verla? Además, jamás podría dejar de ir a verla porque ella es mi vida.” -“Entonces tu estas enamorado de ella, si ella es tu vida”, dijo Alicia. -“No, no estoy enamorado de ella. Somos amigos” -“Muy bien, entonces este tiempo que vas a estar alejado de ella, a lo mejor te sirva para conocer mejor tus sentimientos. Para eso vas a tener harto tiempo, para pensar, a partir de hoy. ¡No vuelvas más! ¿Entendido?” Salió y en la puerta le dijo: -“Acuérdate, no vayas mas a verla, para que ella al no verte se olvide de ti y pueda enamorarse de otro hombre y logre dejar de sufrir.”
El respondió riendo: “ESO NUNCA VA A PASAR”, “TU ESTAS LOCO, ESTAS COMPLETAMENTE LOCO”, dijo Alicia. Y se fue.

“LOS CELOS DE AUGUSTO”
Mi hermana me contó toda su conversación con Augusto y me dijo: -“Olvídate de él, esta chalado. Todo el mundo sabe que está enamorado de ti, menos él.” Pasó una semana después de su conversación con Alicia y apareció igual en mi casa. Como Alicia vio que yo sufría tanto con esta ausencia, no le dijo que se fuera y ni le habló. Pensó que quizás algún día le caería la teja. Así continúa nuestra incomprensible amistad, él comportándose como siempre, me tomaba de la mano y me contemplaba todo el tiempo, como si contemplara a la Virgen María y de ahí no pasaba.
Un día fui a la peluquería y como era tan desconfiado se apareció en la peluquería y entró simplemente a ver si yo estaba ahí. Al ver un militar las mujeres se espantaron, porque unas se estaban depilando, otras semidesnudas haciéndose masajes, otras con rulos y otras con máscaras en la cara, gritaron: “¿Qué hace un hombre aquí?” A él no le importó nada, ni las miró, siguió avanzando y buscándome. Entonces Gerardo, el dueño de la peluquería le dijo: -Señor, esto es un salón de damas, no se permite la entrada de hombres ¿A quien busca? -“Busco a María Antonieta” -“Montecinos?” -“Si, Montecinos”, dijo Augusto airado, ¿Está o no está en la peluquería?-habló con autoridad. -“Si”,-respondió Gerardo-“Pero tendrá que esperarla afuera” –y lo hizo salir. Se sonreía mientras lo sacaba de la peluquería. ¡Yo no podía creerlo! ¡Me dio una vergüenza! Las señoras me miraban sin entender. Entonces, sonriendo picarescamente, me preguntó: -“¿Es tu pololo?” -“No”-respondí-“Es un “amigo”” -“Amigo”-rieron a coro los otros peluqueros, burlándose. Me dijo Gerardo:-“Pero ese no parecía amigo, parecía más bien, por su actitud, un marido celoso” Todos rieron y me miraban como si fuera tonta, moviendo la cabeza. Yo me sentí pésimo, no quería ni mirar a las clientas. Cuando salí de la peluquería, uno me gritó: “¡SALUDOS A TU AMIGO!”- y todos se rieron.
Augusto hacía una hora que estaba parado afuera esperándome. Le dije: -“Pero ¿Por qué estás aquí? ¡Como se te ocurre entrar a una peluquería de mujeres!” -“Porque fui a buscarte y me dijo tu hermana que tal vez estarías en la peluquería o quizás habías salido con Carlos Salinas. Le pedí la dirección de la peluquería y vine a comprobar si realmente estabas aquí o con Carlos Salinas ¿Es verdad, estas saliendo con ese tipo?” dijo. -“Detesto a los hombres que andan arrastrando el poncho, haciéndose los amigos, pero tienen otras intenciones.” -. “¡Conozco a los de su clase!” -“¡Estás loco!” Respondí “¡Es solo un amigo, igual que tú! A veces va a mi casa y toca la armónica y yo lo acompaño al piano ¡Pero no somos más que amigos!” -“No te creo”-respondió “¡Seguro que ese tipo está enamorado de ti! ¡Qué tanto tiene que ir a verte, dándoselas de artista! ¡Puros cuentos! ¡Yo lo he visto y esta todo el tiempo con su risa estúpida, haciéndose el imbécil!” Yo pensaba para mis adentros: “Mi hermana lo dejó dudoso con Carlos, es mejor. Tal vez así comprenda que esta celoso”. Estaba muy enojado y no me habló en un buen rato.
Yo lo miré y dije: -“¿Pero que no ves que estaba aquí, cuál es tu enojo?” -“¿Por qué vienes a la peluquería ahora, quieres conquistar al futuro medicucho ese?” Hablaba en voz alta “Nunca terminaré de tener miles de moscardones a tu alrededor. Y como yo vengo el fin de semana ¡Qué sé yo a quien vez en la semana! ¿Crees que soy idiota? Todos esos imbéciles que se hacen los tontos y van a tu casa VAN POR TI. Yo nunca podré estar tranquilo, mientras tú los aceptes en tu casa. -“Pero si son amigos, igual que tú”-respondí molesta. Ya estaba harta de su historia, de que éramos amigos. -“Ninguno es amigo igual que yo, yo conozco a los hombres. Tu eres una ingenua, que te creerás ese cuento, pero yo no me lo creo. Lo único que están esperando es que ojalá yo desaparezca, para pedirte pololeo”. -“Y eso, ¿Qué tiene?-respondí airada-¡Algún día algún hombre me pedirá pololeo como a todas mis amigas!” -“¡Claro, a todas tus amigas! ¡Como Florencia! ¿Qué pololeo es ese, que se la pasa todo el tiempo besándose y abrazándose en público con Jorge? ¡No tiene vergüenza! Ni siquiera está enamorado de ella, ni va a verla a su casa, pasa metido en tu casa no más. Ella lo persigue y lo persigue, pero él solo quiere estar contigo cuando yo no estoy ¿Qué amigo es ése? ¿Qué quiere de ti, hacer lo mismo que con Florencia, saciar sus apetitos? Eso no es amor. Estoy seguro que Jorge también está enamorado de ti Cuando estamos juntos jamás habla de Florencia ¡Para él es una entretención! Siempre me dice: “A falta de pan buenas son las tortas”.
CONTINUARA...........
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viernes, 24 de septiembre de 2010

Comentarios al Capítulo 48

Que maravillosa conexión de almas la de Antonieta y Jorge, sin duda compartían una naturaleza muy afin, rasgos y gustos muy parecidos. Su relación era de una compenetración profunda y espiritual, sin embargo no había entre ellos las diferencias necesarias para poder complementarse, ambos tenían formas parecidas y requerían de parejas semejantes, que no lograron ser el uno para el otro. En ese espacio surge Augusto, quien era amigo de Jorge porque se complementaba bien con él, del mismo modo que se interesó románticamente en Antonieta por el mismo motivo.

Que la relación con Jorge no llegara nunca a ser amor romántico representó un gran dolor y enigma para Antonieta, le explicamos que entre personas demasiado parecidas surge con más facilidad la ternura que el erotismo -los dos tipos de amor que combinados forman el amor romantico- , es por eso que era dificil lograr que la relación pasara a constituir pareja, en especial ante la presencia de Augusto que de alguna manera "los completaba" conformando un triángulo amoroso. El triángulo tiene el problema de que generalmente se tiende a producir una pareja y el tercero queda excluido, dependiendo de la situación y relación del momento el trío se descompone en un duo y un excluido, siendo el tercero excluido el que acumula la tensión que Jorge expresaba en sus deseos de acabar con su vida.

La solución al triángulo hubiera sido que cualquiera de los tres hubiera desarrollado los rasgos del diferente a sí, en grado suficiente como para dejar de necesitarlo como a una muleta, pero los conflictos de cada uno impidieron que Jorge o Antonieta desarrollaran las características que tenía Augusto, si hubiera sido posible la pareja habría podido llegar a ser muy plena. En el caso de Antonieta al menos, los conflictos con la expresión de afecto y particularmente del erotismo, que se ven en sus comentarios ante los besos que le daba Jorge a su polola, dficultaron que esto pudiera ocurrir.

En sencillo, Antonieta no pudo enamorarse de Jorge por falta de madurez y a raíz del trauma, no por maldad o frialdad. El triangulo por su parte, conservó fuerza y dará para otros relatos más adelante en la vida de la autora.
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domingo, 19 de septiembre de 2010

Capitulo 47 El Milico

CAPITULO 47 UNA FUERZA DESCONOCIDA “EL MILICO”

1958, 18 años

Sucedió que un día venía de casa de mi amiga Wilfred, de noche, como a las 10, y de pronto se apagaron los faroles. Yo pensé: “me voy corriendo a mi casa” (como a una cuadra), o me devuelvo a casa de Wilfred, porque me daba miedo andar a oscuras en la noche.

En ese momento, oigo la voz de un milico amigo de Augusto, que a mi nunca me agradó, porque siempre andaba sacándome a bailar y a mi me molestaba no se por qué. Era muy alto y fornido, y yo, baja y muy delgada. Se acercó y me saludó muy amable, y yo me asusté al verlo aparecer en la oscuridad.

- “Hola”, respondí.

- “¿Vas a tu casa?” preguntó,

- “Si”, respondí, “pero se apagó la luz y estoy esperando que vuelva”

- “¡Ah!”, dijo, “pero yo te puedo acompañar”,

- “No te molestes, gracias, puedo esperar” contesté.


- “Te acompaño” dijo

Y se quedó conversando de la fiesta donde Augusto me lo presentó. Así pasaba el tiempo y yo me empecé a inquietar porque la luz no volvía, y en la casa se iban a preocupar. Entonces él me dijo:

- “Parece que la luz no va volver todavía”.


- “Si”, respondí, “ya me está pareciendo mucho”.


- “Si quieres te acompaño para que no te tardes, te veo preocupada”.

En realidad no hallaba que hacer, no quería ser grosera en devolverme a la casa de la Wilfred, pero tampoco quería ir con él. Ante esta indecisión, y mi titubeo, él insistió riéndose:

- “Vamos mujer, que tanto lo piensas, no soy el lobo”.

Ante su burla, me molesté y dije:


- “Bueno ya, vamos”.

No había nadie en toda la cuadra, y la verdad yo estaba nerviosa y comencé a apurar el paso. Entonces, él me cogió del brazo fuerte, y me tiró hacia atrás diciendo:

- “Para dónde vas tan apurada muñeca”


- “Suéltame” le dije dándole un tirón y retirando el brazo. Ante esto, él reaccionó violento diciéndome:


- “Que te pasa, ¿acaso no te gusta que te toquen?”


- “No”-respondí seca y empecé a correr.

Él me siguió y me agarró por la espalda, con fuerza, abrazándome y riéndose. Pero estaba molesto, y me miraba con rabia

- “Suéltame” le grité, “idiota”.

Y como no me soltaba, en mi rabia, sentí una ira tan grande, que parecía que iba a estallar. Me vuelvo hacia él, y recordando una llave de defensa personal que me había enseñado Wilfred, le doy un golpe detrás de la rodilla con toda mi furia. Enorme fue mi sorpresa al ver que se cayó de espalda al suelo, aquel tremendo tipo, golpeándose contra el piso. Yo salí corriendo muerta de susto, hasta llegar a mi casa.
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Capitulo 46 La Religiosa


CAPITULO 46 UNA FUERZA DESCONOCIDA “LA RELIGIOSA”
Fenómenos Paranormales
1957,  17 años

Una vez, cuando estaba en 4to de Humanidades, fuimos a un paseo a una parcela de la Compañía de María; iban varias monjas con el curso, y yo estaba feliz por que también iba la Madre P, la monja que yo adoré en el colegio.   Ella era para mí, un verdadero ídolo, además la profesora de mi ramo favorito “filosofía”.   Ella siempre estaba pendiente de mi “como una mano protectora silenciosa”.   Hablaba poco, era muy mística, hasta de apariencia era impresionante: Delgada, muy pálida, ojos negros profundos, muy escrutadores, pero de pocas palabras.   Yo no recuerdo haberla visto riendo en el colegio, parecía más bien, pensativa.   Cuando rezaba parecía desprenderse de ella, una gran paz, sus ojos contemplativos, a veces, esa quietud, me parecía como una imagen, similar a una visión.   Sabía todo de las alumnas, siempre observando silenciosa, con su mirada profunda, transparente, algo triste, meditativa.   Era la única que me conocía perfectamente y me vigilaba como en forma protectora, pero de pocas demostraciones.  

El hecho es que tuvimos un almuerzo campestre, muy alegre.   Las monjas que fueron eran las más alegres y jóvenes.   Había caballos y algunas compañeras montaron en ellos.   Era tan hermoso el paisaje, lleno de flores, pues era primavera.   Había unas lagunitas con patitos, muchos, muchos pajaritos, ovejas, perros, gatos, todo verde, lleno de flores.  

Yo salí sola a recoger flores, a caminar al sol.   Me tardé un ratito, y cuando volví, me encontré que todo el mundo estaba preocupado por la madre P. porque no la veían hacia como una hora.   Yo me preocupé también y me puse a buscarla, caminé y caminé, y vi que al fondo del fundo, había una casa de adobe con techo de paja.   No se veía nadie alrededor, no sé por qué fui hasta allá, era como una fuerza misteriosa, que me decía que fuera a esa casa, cada vez con mas fuerza inquietante.   De pronto, en la medida que avanzaba, aceleraba más y más el paso.   Me sentía agitada, el corazón se me salía por la boca.   Comencé a sentir angustia, sentí una tensión enorme en todo el cuerpo, luego una ira incontrolable, temblaba entera; se me helaron las manos y comenzaron a sudar.  

De pronto, visualicé a la MADRE P. y la veía en esa casa, en el suelo, muy agitada.   Yo sentí que la fuerza de mi ira, se hacía incontrolable, y a la vez sentía como una fuerza tan poderosa capaz de matar a alguien.   Me puse a correr ya, con la absoluta certeza que algo malo estaba sucediendo y que me llamaba.   Entré con decisión a la casa y veo a la madre P. en el suelo y un peón del fundo tratando de violarla.   Ella se defendía, y él le dio un golpe en plena cara; la madre P. me vio entrar y me gritó:

-   “Anda a pedir ayuda, hija”,

Yo sentí que ya era muy tarde para pedir ayuda.   Se volvió el hombre contra mí y me gritó:

-   “Aléjate palomita, ¿o quieres de lo mismo que la monjita?”.  

Yo me acerqué a él enfrentándolo con una fuerza tan potente, lo miré fijamente a los ojos y le dije:

-   “No la toque, o lo Mato”.  

Me continué acercando lentamente hacia él, con una mirada fija y desafiante, como si tuviera una fuerza poderosa que me dominaba; eso que yo a mis 17 años era flaca y de aspecto frágil.

El hombre no me sostuvo con la mirada, se sintió como dominado.   Sin dejar de mirarlo fijamente, sin pestañear, tomé del brazo a la madre P. y la ayudé a levantarse con una mano, sin dejar de mirar al hombre ni un instante.  Yo sentí que mi mirada era tan potente, que el hombre se hizo a un lado; quedó como petrificado, el hombre no se movió de la pose en que estaba.   Tomé a la madre y salimos.  Caminamos lentamente mientras ella se arreglaba el hábito en silencio; nada hablamos durante el trayecto.  Cuando ya estábamos por llegar, me dijo:

-   “Nada de esto a la Madre Superiora ni a nadie, ¿me entiende?”,

-   “Si madre”, respondí temblando.  “Pero, ¿qué hacía usted sola en esa casa, por qué fue allí?”, pregunté con voz entrecortada.

-   “Fui a rezar” le alcancé a escuchar.

Cuando nos vieron venir, las monjas corrieron a nuestro encuentro y se  miraron entre ellas, con una mirada comprensiva, y nos subieron al furgón.   Decidieron dar por terminado el paseo, sin explicaciones.   Subieron a mis compañeras a la micro, y a mí me llevaron en el furgón con ellas.  Ambas estábamos mudas, agotadas, en estado de shock, traumatizadas, temblorosas.   No hablamos ni una palabra durante el trayecto; lo que más me recuerdo, es el intenso frío que sentía.  

Llegamos al colegio, y la madre P. subió las escaleras, se volvió hacia mí, y me miró con una mirada que nunca olvidaré.   Sus ojos parecían estar en un abismo profundo; me miró un momento, y se entró.   Yo quedé como si me hubieran enterrado un puñal en el centro del pecho.   Luego llamaron por teléfono a mi casa, hablaron con mi mamá y solo dijeron:

-   “Reciba por favor a María Antonieta que va en el furgón del colegio”.  

Llegué a mi casa, y mi madre me preguntó qué me había pasado.

-   “No te lo puedo decir” respondí,

-   “¡Pero cómo, estás blanca y con una cara rara!, ¡oh niña, pero si estás congelada!, ¿que te pasó?, cuéntame”, insistió mamá.  

-   “No se lo voy a contar a nadie, no puedo” era mi respuesta, y mis lágrimas comenzaron a caer por mi rostro, con la mirada fija, me fue a tomar el brazo y yo estaba tiesa como un fierro.

-    “Necesito acostarme” dije.  

Mi madre salió de la pieza, y mis lágrimas comenzaron a correr sin parar, silenciosamente, mientras rezaba por mi madre P. querida.   Pasaron 3 días en que no fui al Colegio, mi madre le dijo a mi papá que estaba muy resfriada, que solo quería descansar.   Ella fue al Colegio y cuando volvió en la tarde, me contó que a la madre P. la habían mandado al colegio de Viña, porque estaba enferma.   No dije jamás nada hasta hoy, que ya han transcurrido 52 años del hecho, y ya esa madre está fallecida.  

Así, después de 3 días de cama, volví al Colegio y nadie se dio cuenta de nada.   Pero al cuarto día, me empezaron unos terribles dolores de cabeza.   Mi papá llamó al doctor Maira, y entonces yo me vi obligada a contarle lo que había pasado, porque sentía que si no se lo contaba a alguien, iba a reventar.   El doctor Maira me juró no contarle a nadie.   Me dio unas pastillas tranquilizantes, y le dijo a mi papá que tenía que ver un Psicólogo, porque yo estaba muy nerviosa.  

Fui donde un Psicólogo que el me recomendó, y quedé más tranquila.   Él me explicó que en algunos momentos muy cruciales del ser humano, una persona podía llegar a tener una “fuerza extraordinaria, como que la mente sacaba una fuerza increíble de su interior, sobre todo cuando uno quiere mucho a una persona.   Me dijo también que no me asustara, que no era nada malo, que esa ira tan grande, no era ninguna fuerza demoníaca como yo temía, sino un mecanismo de defensa, ante una situación de peligro. Al verme yo, tan impotente ante la situación, mi mente se defendió con una gran ira que paralizó a aquel hombre.

Me explicó en varias sesiones, “el poder de la mente”.     

-   “Imagínate tu, una jovencita blanducha y débil, contra un hombrón grande y brutal; sin embargo, tu amor hacia esta religiosa, fue mas poderoso que tu pequeñez, la defendiste con lo único que tenias más fuerte que él, “el poder de tu mente” y tu amor contra aquel desalmado”, me dijo el psicólogo.

-   “¿No sabes la historia de David y Goliat?”, me decía, “Finalmente a ella no le alcanzó a pasar nada grave, solo un gran susto, no te preocupes, pues ella se recuperará.  

-   “Tu preocúpate de volver al colegio y darle gracias a Dios que por tu medio salvó a esa religiosa, y no le des más vueltas al asunto.   Eso sí, no se lo cuentes a nadie más, cumple la  promesa que le hiciste a la madre P. y verás que pronto volverá al colegio”

Así pasaron unos meses de terapia, hasta que de tanto rezar, me fui tranquilizando.   Un día regresó la madre P. de Viña y todo volvió a la normalidad.   Al fin pude descansar al verla con su rostro sereno nuevamente, y volviendo a la rutina escolar.   Ella era la nueva “Prefecta” del colegio.   En la tarde, me mandó llamar a la prefectura; me abrazó fuertemente y me dijo:

-   Aun cuando esté en el cielo, no dejaré nunca de rezar por ti, gracias”.  

Había un pacto de silencio que yo guardé hasta hoy, que ya está en el cielo, y han pasado más de 50 años de religioso silencio.   Estoy segura que ella nunca ha dejado de rezar por mí.   Gracias Madre querida.

P.D.: Ahora que repaso estas páginas, recuerdo que mi terapeuta Marion Muñoz, me anotó una vez algo que yo no supe dar respuesta entonces.   Ella me dijo a propósito del Muerto del teatro Baquedano que: “Una fuerza poderosa te protege una y otra vez,  ya sea en sueños premonitores, avisos de peligros, intuiciones, señales, telepatía, poderes extrasensoriales, una fuerza liberadora de peligros de muertes, de desgracias, no solo a ti sino también a tus seres queridos”.   Ahora veo que por lo menos una persona que está en el cielo, me prometió siempre rezar por mí, y esa fue la madre P.

“Gracias Madre, otro Ángel  que tengo en el Cielo”
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La Fuerza Misteriosa

 
En algunas ocasiones ha surgido de mi una fuerza poderosa y de origen desconocido que muchas veces me causó temor y asombro. Siempre dudé de su origen y ahora mis psicólogos me dan una explicación que me lo aclara.  Dicen ellos que la ira puede quedar atrapada en el cuerpo y salir ante estímulos que asemejen el trauma que la causó. Este sería el motivo por el cual no pude evitar agredir a Pato Álvarez, del mismo modo me dio una fuerza inusual en los dos ejemplos que ponemos a continuación, esto porque el trauma que la originó estuvo ligada al abuso que ya se ha relatado antes.
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De Izquierda a derecha Miguel Socías, Fabiola Soriano, María Antonieta Montecinos y James Parker