1971- 1973, 31 a 33 años.
Una vez egresada de Educadora de Párvulos en la U. de Chile, el primer trabajo que tuve fue en Jardín infantil Nº 1 de Conchalí de la “Junta Nacional de Jardines Infantiles” (JUNJI), el año 1971. Asumo como Educadora Directora con una dotación de 120 niños, el Jardín más grande de todos. En tanto mi esposo se dedicaba a terminar su carrera de “Ingeniero Civil de Minas” en la U. de Chile y egresa en 1972.
El Jardín constaba con 3 salas para niños de 2 a 3 años, 4 años y 5 años. El personal era una cocinera, una auxiliar de cocina, tres auxiliares de párvulos, alumnas en práctica de Educadoras de Párvulos, una Educadora Pedagógica y una Directora. El edificio era amplio, con un patio adecuado en tamaño, pero carente de todo material de entretención. Las salas tampoco tenían material didáctico, las Educadoras tenían que conseguirlo. La alimentación la proveía la JUNJI. Los niños llegaban a la 8:00 de la mañana y se retiraban a las 18 horas, recibían desayuno, almuerzo y onces.
El recibimiento por parte del personal fue frio, estaban acostumbradas a la anterior directora. No fue fácil esta situación de rechazo para mí, porque venían las inevitables comparaciones. Ellas esperaban que yo mantuviera las costumbres de la anterior colega.
Los niños eran de situación económica, psicológica y familiar muy necesitada. Con problemas de lenguaje, falta de hábitos higiénicos, algunos con violencia familiar y muy necesitados de ayuda integral, afectiva. Eran muy frecuentes las peleas entre ellos, llegaban tensionados de sus hogares, era difícil la disciplina. Estaba ante mí una gran tarea, no solo con los niños sino con el personal.
Llegaba a mi casa a pensar que actividad programar en esa situación tan difícil. Por un lado los niños vivían muy estresados, generalmente en sus hogares sufrían muchas carencias y algunos llegaban a dormir en la mesa de desayuno o andaban agresivos, peleando por cualquier cosa. En segundo lugar con tanta carencia de material, era difícil mantenerlos ocupados.
Pensaba en estos niños tan aproblemados, como lograr avanzar con ellos, desde su llegada al jardín y así partir con energía desde la mañana y que sacaran el mayor provecho posible a la jornada.
Me acordé de la relajación yoga que yo había aprendido con una amiga de mi infancia y su madre que era una especialista, Olga (Goga) Romecín. ¡Claro, si comenzaban su día con una relajación, podrían estar más tranquilos y prestar atención!. Entonces les enseñé a relajarse 1/2 hora antes de comenzar las actividades. ¡Fue un resultado verdaderamente impresionante!. Luego de la relajación los niños disminuyeron notoriamente su agresividad y mejoraron su atención, y aprovechaban mejor las actividades. También les enseñé a hacerlo a las Educadoras en Practica y a las auxiliares, así todas comenzábamos el día mejor dispuestas.
Yo tocaba el xilófono, dando señales para dormir y despertar, mientras les hablaba los niños cerraban sus ojos e iban haciendo el ejercicio, soltando los brazos, piernas, relajando cada musculo de su cuerpo; en tanto las Educadoras en Práctica iban revisando la relajación uno por uno.
Fue una actividad inédita en un jardín. ¡El resultado fue asombroso!.
En el Jardín, el ambiente era poco alegre, las auxiliares trataban a gritos a los niños, con poco cariño, acostumbradas a quedarse solas, no les gustaba recibir órdenes, no había interés en los niños pasaban la mayor parte del tiempo conversando en la cocina y tomando desayuno, cosa que estaba prohibida. Yo comencé a revisar la situación de cada una y me encontré con la sorpresa que algunas solo habían estudiado hasta 3° básico. ¡Yo no podía entender como la JUNJI las contrataba para atender párvulos!. Luego fui dándome cuenta que todas eran militantes del Partido Comunista.
Era el tiempo del gobierno del presidente Allende. Ante estos problemas fundamentales, poco se podría hacer, porque ellas estaban siempre respaldadas por la JUNJI, que era del gobierno. Yo sentía una gran ira contenida, cualquier reclamo que hiciera a la JUNJI no era considerado, y tratándose de niños y educación, esta situación de impotencia de no poder generar ningún cambio me mantenía irritada, frustrada. Las auxiliares se pasaban acusándome a la JUNJI, buscando cualquier motivo, en el fondo era desacreditar a la Educadora e informar lo que fuese a la JUNJI.
Ante este panorama y ansiosa por ayudar a esos niños, comencé a cambiar lo externo, por lo menos, “el ambiente”, ya que las auxiliares eran incambiables y el material de trabajo escasísimo. ¡Había que hacer milagros!. Conseguí un apoderado jardinero, junté dinero y el patio se transformó en algo más agradable de estar. Al menos hubo un cambio para la vista con pastito y flores que hacían más grato el lugar. Los niños estaban felices, encontraban bonito el Jardín. Luego mi primo Patricio Montecinos que trabajaba en pinturas, pintó todo el Jardín y lo dejó muy hermoso. ¡Cada sala tenía su color!.
Luego comencé a hacer eventos, donde los apoderados me ayudaban trayendo sándwich, bebidas, dulces, queques, todo lo cual vendían y juntaban dinero para el Jardín. Tenía un apoderado, José, que se encargaba de la caja en estos eventos y administraba el dinero. El adoraba a Juanito, su hijo, siempre me agradecía mucho los cuidados que yo le daba su hijo. Ya lo menciono en extenso en “Mis desconocimientos” al final de este capítulo.
Poco a poco, algunas auxiliares fueron cambiando de actitud hacia mí, les gustó ver más bonito el Jardín, manteniendo sus nuevas salas limpias y ordenadas, se mostraban más contentas. Luego algunas Educadoras en Práctica pintaron figuras infantiles en las salas, se veía cada vez más alegre el Jardín.
Yo pasaba revisando diariamente a los 3 grupos para ver como se estaban cumpliendo los “Planes de Trabajo” que hacía para cada grupo; pero la verdad era que las pobres Educadoras en Práctica no tenían ni lápices suficientes, ni papel, etc..; faltaba de todo, ¡Me pedían material de trabajo y yo no tenía de donde sacar!.
Un día se me ocurrió llevar una radio y poner música clásica durante el recreo, generalmente música tranquila y alegre, porque algunos niños eran muy inquietos, peleadores o tristes. Escuchábamos Mozart, Vivaldi, “Pedrito y el Lobo” de Prokofiev, etc. El cambio se hizo notar de inmediato, muchos niños se tranquilizaban, las auxiliares gritonas mejoraban su humor. Sucedió algo curioso, a partir de esa costumbre, se corrió la bola que en el Jardín se escuchaba música a la hora de recreo, y comenzaron a sentarse en la puerta señoras con guaguas, abuelitos, niños, todos escuchando en un silencio casi religioso. ¡No pensé que esa música produjera tal efecto!. ¡La gente se pacificaba!. Hoy esto se llama “Efecto Mozart”.
Entonces se me ocurrió otra idea “¿Y si pongo música para más gente?”. Conseguí un apoderado que me instaló un parlante, se amplió el sonido, y era impresionante. Todos los apoderados comentaban ¡Que música más bonita!. Decían que mucha gente la oía desde sus casas. Los niños corrían, bailaban y jugaban felices, cantando en el patio.
¡Entonces se me ocurrió otra idea!. Contarles al grupo de 4 y 5 años, el cuento de “Pedrito y el lobo” y luego que los niños se lo representaran a sus padres y familiares. Trabajamos intensamente con la otra educadora y con los actores, hasta lograr que la obra fuese dada a los apoderados. Los niños estaban felices con los disfraces que inventamos, consiguiendo de distintas partes. Llegó el día, fue todo un éxito.
La sala estaba llena, las mamas ayudando a vestir a los niños, y las educadoras a maquillar al “gato”, al “lobo”, a “Pedrito”, al “pajarillo”. ¡Nunca había visto niños más felices!. ¡Los papas tan orgullosos de sus hijos!. Fue una emocionante experiencia, en un ambiente tan carente, todo muy sencillo, pero altamente gratificante y emotivo, ver sus caritas felices.
¡Pero algo tenía que pasar!. Unas auxiliares, las mismas de siempre, fueron con el cuento a la JUNJI, que yo me dedicaba a atender a los niños, en vez de dirigir el Jardín. Vino una Supervisora a hablar conmigo, y yo simplemente no negué que ser directora y el manejo de Personal no era mi karisma. Le explique que ante todo yo era “Educadora”, me interesaba en primer lugar la educación de los niños, le rogué que enviaran a otra Educadora Directora, para ese cargo. Ella argumentó que jamás había conocido a una Educadora Directora que prefiriera ganar menos. “No importa que gane menos, pero estaré feliz”, respondí.
Enviaron a María Margarita Silva González, quien asumió el cargo de Directora y yo me quedé, por fin, solo trabajando con los niños como Educadora Pedagógica. Margarita tenía un carácter fuerte, muy buena para mandar, trataba a las auxiliares con firmeza. Después las auxiliares andaban arrepentidas de haberme ido a acusar. Hicimos un estupendo equipo con Margarita, yo daba las ideas y ella las hacia cumplir con voz de mando, y de esa manera, todas volaban a cumplir sus órdenes.
Margarita estaba feliz conmigo. Un día me dijo “Anótame en un cuaderno todo lo que necesites para realizar tus ideas, no repares en gastos, yo misma me encargaré. Tus ideas merecen ser realizadas, yo puedo ayudarte sin problemas, por el dinero no te preocupes”. Yo entonces le hice una lista de material didáctico necesario para las actividades que planeaba realizar. Fuimos juntas a comprar todo y a lo que yo le ponía 10 unidades, ella le ponía 40, así todo en grande. Así el Jardín quedó habilitado con una excelente biblioteca infantil, que yo tanto quería, material didáctico, juguetes, etc.. Pobre de la auxiliar que no obedeciera estrictamente mis indicaciones, porque seguro le tocaba ir a la oficina y las trataba duro, varias veces le rogué que no lo hiciera, pero ella insistía en que así había que tratarlas. Yo la vi, como un verdadero Ángel de la Guarda, que me envió el Señor.
Margarita tenía un auto Mercedes Benz, y me tomó tanto afecto que todos los días me iba a buscar para traerme al Jardín, y luego en la tarde me iba a dejar a mi casa.
Esta excelente coordinación en el trabajo, duró hasta comienzos del año 1973, en que fueron confiscados sus bienes por el gobierno de la UP, ella no continuó trabajando.
Fue un terremoto para mí. Felizmente duró poco, porque cambiaron a la Supervisora de Jardines y llegó a visitarme la Srta. Alicia Navarro Álvarez, que nuevamente por 2ª vez salva mi vida. Le cuento mi situación con el personal adverso, ella ya estaba informada de todos los progresos del Jardín y de la persecución, y puso una solución: “Desde ahora usted será “Educadora Pedagógica Artístico Cultural” para todas las Educadoras y Auxiliares de la Zona Norte, y ganará ya no un sueldo de Directora sino mucho más. Usted aquí se está perdiendo como Pedagógica en un solo Jardín, ahora abarcará todo la Zona Norte”.
“Y eso, ¿qué significa?”, “¿qué tendré que hacer?”, pregunte.
“Mire, usted dispondrá de un auto a la puerta, que la llevará a cada Jardín de esta zona, hará clases a Educadoras, dará charlas dos veces por semana, y luego preparará a Auxiliares, dándoles clases Prácticas y Teóricas, ¿Qué le parece?”.
Me quedé de una pieza, dije: “¡Pero Srta. Alicia! ¿Y qué será de mi Jardín, con todo lo avanzado con los niños, quien continuará la labor ya iniciada?.
“Pues, las profesionales que la están esperando para que usted las prepare, para continuar con su línea”. Dijo.
“¿Usted acaso, ya habló con las colegas de la zona?”, dije.
“Si, usted perdone, porque si me pongo a esperar su respuesta puede que pase un año más”, y se rió. Luego me abrazó emocionada y me dijo:”María Antonieta, usted nació para enseñar, no entierre su talento en un solo Jardín, repártalo entre la mayor cantidad de Educadoras, que necesitan de su creatividad”.
Me emocioné, la abrasé, le agradecí y le recordé que esta era la segunda vez que me salvaba la vida, primero con mi Título y ahora con este nuevo cargo, porque la verdad yo no iba a volver a Directora y manejar Personal otra vez, eso no era mi vocación.
Comencé a visitar las Jardines, a conversar con las colegas, conocer sus necesidades, también con las auxiliares, hicimos reuniones de zona, acordamos días y horarios, para realizar el trabajo. Solo debía esperar que llegará al Jardín la nueva Educadora que ocuparía la dirección del Jardín.
Comencé mi labor, alcanzando a visitar solo tres jardines, haciendo charlas educativas a Educadoras y Auxiliares. Todas contentísimas conmigo.
Todo marchaba de maravillas, cuando vino el 11 de Septiembre de 1973 y el “GOLPE MILITAR”. Muere Allende y toma el mando del gobierno la “JUNTA MILITAR” que imponía una “DICTADURA MILITAR”.
Hubo que suspender el inicio del proyecto, la Srta. Alicia Navarro se retira de su cargo y yo me retiro del trabajo de la JUNJI. Ya no deseo continuar trabajando en ese Jardín, la situación del país entero cambia radicalmente, ya no se podía andar en paz por las calle, llenas de militares armados.
“DIOS TIENE OTRO PROYECTO PARA MI”
“MIS DESCONOCIMIENTOS”
El Loco Pepe
1971- 1973, 31 a 33 años.
En este relato que considero iluminador, porque al fin de cuentas, a pesar de las malas intenciones de las auxiliares, LA DIVINA PROVIDENCIA, me protegió, porque siempre ayuda a las ovejas mas despistadas como yo.
Doy fe a través de este acontecimiento, que “DIOS EXISTE”.
Sucedió que en el Jardín yo hacía fiestas, rifas, completadas, etc., para juntar dinero para comprar cosas para el Jardín.
Ocurrió que el apoderado de un niño de 3 años, que yo quería mucho, comenzó a ofrecerse para encargarse de la “CAJA”, (el mismo que yo antes nombro), en estos eventos, y siempre recaudaba el dinero sin problemas, lo que no era muy usual, en ese medio, donde a muchas colegas, cuando recaudaban dinero, las asaltaban y yo, me gloriaba de tener tanta suerte con este apoderado que nadie le hacía nada, jamás lo asaltaron en las fiestas.
Yo estaba tan contenta con él y agradecida por sus servicios. El decía, que me ayudaba y estaba muy agradecido, porque su hijo me quería, tanto y le contaba cosas de mí.
Creo, que Juanito era el niño que más cariño me manifestaba y yo le regalaba libros, juguetes, dulces, porque decía que su papá no tenía plata para comprar regalos.
Pero lo que yo observaba cada vez que había una fiesta en el Jardín, las Auxiliares, me miraban, y se cuchicheaban entre ellas y se reían. Yo no las tomé en cuenta, porque siempre me andaban pelando.
Además de ser mi CAJERO, era mi “GUARDIAN”.
Todas las tardes, cuando salía del Jardín a las 18 horas, él me esperaba en la puerta y me iba a dejar a la micro, llevando todos los bártulos con que yo partía: cuadernos, cartulinas, temperas, bolso, cuadernos de registro, etc.
Yo estaba encantada con su gentileza, porque no había cosa que me diera más nervios que caminar esas cuadras hasta la micro, que siempre estaba llena de hombres, unas caras de delincuentes, parados en la calle, ociosos y siempre tenían corta plumas, cuchillos, etc. y me miraban de reojo al pasar con mi Apoderado, incluso, cuando pasábamos se echaban para atrás con una mirada hosca.
Yo no entendía, porqué se echaban para atrás.
El hecho es que él, era muy gentil conmigo, subía mis paquetes a la micro y siempre le decía al micrero, que me cuidara, y el micrero me ayudaba a sentarme con mis paquetes.
Un día, Juanito, estaba teniendo mucho decaimiento, tenía fiebre, dolor de estomago, yo le pedí a las auxiliares, que lo llevasen a su casa y como eran tan simpáticas conmigo, decidí ir yo misma a dejarlo, porque ninguna quiso.
Lo llevé a su casa y su papá me hizo pasar, muy amable me ofreció una taza de té y le dije que lo llevase al Consultorio.
El se mostró muy agradecido conmigo y no hallaba donde ponerme. Incluso me dijo, que primera vez en la vida que una EDUCADORA entraba en su casa, que nunca le habían llevado al niño cuando se enfermaba, ni siquiera le avisaban las auxiliares.
Cuando yo me vine, lo noté algo preocupado y miraba para arriba con insistencia, tenía el rostro como angustiado.
“¡Mira Juanito, un helicóptero!”, dije al niño.
Él miró al niño impávido, con tristeza.
Salimos a ver el helicóptero con Juanito, pero él se quedó, en el umbral.
Luego que me fui. Al llegar al Jardín, estaban revolucionadas las auxiliares e incluso la gente del barrio, se entraba.
Yo pregunté a las auxiliares.
Se miraron entre ellas y una me dijo burlesca:
“Es que Carabineros anda rastreando al Loco Pepe”.
Yo mire el helicóptero que bajaba y se acercaba cada vez más.
“¿Quién es el Loco Pepe?” pregunté.
“¿No conoce al Loco Pepe?” dijo otra.
“No”, respondí.
“Es un asesino, que se fugó de la cárcel” dijo la cocinera.
“¿Ustedes lo conocen?” pregunté.
“Claro” dijo la auxiliar, “Y usted también”.
“¿Yo?” le pregunté intrigada.
“Claro, recién fue a su casa, a llevar a Juanito, su hijo”
¿Qué?, el “Loco Pepe”, ¿Es el padre de Juanito?”
“¿Cómo no me lo habían dicho antes?, si siempre venia para acá, hasta me llevaba a la micro todos los días y ninguna me dijo tal cosa”.
“Nosotras pensábamos que Ud. lo sabía”, dijo la cocinera burlona.
Yo las mire a todas, vi sus rostros tentados de risa y les dije.
“SABEN, ESE HOMBRE, NO SÉ SI SERÁ MALO O ENFERMO, PERO LES ASEGURO, QUE ES MUCHO MEJOR PERSONA QUE USTEDES, USTEDES SI QUE ME DAN MIEDO, NO CONTINUARÉ TRABAJANDO EN ESTE JARDIN”, y me fui.
Fui a ver a Juanito.
El helicóptero bajó, los CARABINEROS, tocaron la puerta, el hombre no opuso ninguna resistencia, solo estaba preocupado que trataran bien a su hijo.
Una Carabinera se le acerco muy amable al niño, le regalo un juguete, lo abrazó y lo subió a la “Furgoneta”.
Yo estaba parada como estatua, no atiné a acercarme al niño ni al preso.
Cuando salió con los Carabineros, se despidió de mí, con la cabeza agachada.
“Gracias tía, por cuidar a mi hijo, que Dios se lo pague”.
Yo sentí correr las lagrimas, apreté sus manos, y dije: “Dios te ama, y rezaré por ti”.
Me volví a buscar mis cosas al Jardín, las auxiliares y la cocinera, abrieron paso, en silencio, ya no se sonreían, estaban serias.
Yo entre con la cabeza baja, muy triste, a la Oficina, tomé todas mis cosas, cerré la puerta con candado y me dispuse a salir, sin despedirme.
Una de ellas, me preguntó:
“¿Se va tía?”
“Sí” respondí, “lo que vine a hacer aquí, ya lo hice”
“Ya veo, que por ustedes, no vine”. Que les vaya bien
La misma que me preguntó si me iba, agregó:
“La acompaño, ¿La ayudo a llevar las cosas tía?”.
“No, gracias, eso lo hacía “El Loco Pepe””
“Ustedes nunca hicieron eso”, “Gracias” ADIOS
Por primera vez, las vi, serias y cabizbajas.
Miré una vez más mi Jardín y me fui.
Nunca más volví.
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