Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

miércoles, 15 de febrero de 2012

CAPITULO 73 SALADILLO primera parte

Camino a Saladillo
1973 – 1980.
Jimmy egresa de la Universidad de Chile en 1972 y comienza a trabajar en CODELCO Central el 2 de Marzo de 1973.

Luego es trasladado a la hoy División Andina, con residencia en Saladillo, que es un campamento minero en la cordillera cerca de Portillo.   Allí vivimos desde Agosto de 1973 hasta Febrero de 1980.

Era un campamento construido por norteamericanos y para norteamericanos, que antes estuvieron allí iniciando en 1970 la explotación de la mina Rio Blanco.

Era con mucho confort según estatus y las casas y departamentos separados, los ejecutivos de los supervisores y estos de los empleados y estos otros de los obreros.

El paisaje era espectacular, rodeado de cerros, con un cristalino y helado rio Blanco.   Mucha naturaleza alrededor del campamento.

Las casas donde vivíamos eran cómodas, especialmente pensadas para el resistir el frío cordillerano, porque allí nevaba y llovía casi todo el invierno.   Todas con un inmenso calefactor a parafina con un termostato que mantenía la temperatura adecuada, pero el ruido de su funcionamiento era importante.   Esta calefacción era para mí fantástica, siempre he sido muy friolenta, y dentro de la casa no hacia ni frio ni calor.   La casa pareada tenía dos pisos, abajo una cocina muy bien equipada, con un refrigerador inmenso, donde se podían congelar alimentos para varias semanas, de acuerdo a las posibles emergencias invernales, uno quedaba bien abastecido.   La cocina ultra moderna con encendido automático y vista a los cerros desde una amplia ventana.   El living grande con gran ventanal y hermosa vista cordillerana.   El comedor a la americana, cerca de la cocina.   En el segundo piso con cuatro dormitorios grandes, también con grandes ventanales y muy iluminados.   Todo el piso de la casa era flexit.   Un baño con una gran tina moderna.   También un patio trasero con un gran lavadero.

El campamento constaba de un supermercado grande y moderno, muy bien abastecido, con productos de excelente calidad.   Una gran escuela donde asistían los hijos de los obreros y algunos empleados.   Los hijos de los supervisores y ejecutivos iban a colegios en Los Andes y San Felipe.   Había también una enorme plaza con árboles frutales, de los cuales se podía comer libremente, esto es porque originalmente esta área era la Hacienda Saladillo dedicada a los nogales.   Había también juegos infantiles.

También existían canchas de tenis y una gran piscina olímpica.

Lo más genial era el cine gratuito, que exhibía películas diferentes cada día, algunas que se estaban estrenado en Santiago.   ¡Eso era espectacular!.   Estaba siempre lleno.

Cuando nos visitaban mi hermana y su familia, mis sobrinos disfrutaban gratis y muy felices de las mejores películas.   Era súper entretenido, porque la televisión a veces no funcionaba a causa de la nieve u otro problema técnico.  
Mi madre, yo, Waldeme y su esposo Osvaldo mi hermano, Alicia mi hermana.
Existía un gran hospital muy bien equipado con toda clase de especialistas y atención gratuita.

En verano hacíamos picnic con los amigos, cerca del rio.   Hacíamos asados y los niños se bañaban y nos les importaba el agua fría de cordillera.

Con nuestros amigos e hijos en el rio Blanco
Para pasar al otro lado del rio, existía un puente colgante que cuando llovía o nevaba mucho, Angélica, que trabajaba en nuestra casa, no podía atravesarlo, por tanto me tocaba cocinar.

También contaba con un reten de Carabineros y una iglesia donde íbamos los domingos a misa.

La División mantenía un Club de Campo cerca del pueblo de Rio Blanco, con un restorán donde se podía ir a comer con la familia y amigos.   Tenía una gran chimenea de leña, lo que lo hacía muy acogedor.   Además tenía cancha de Golf, piscina, etc..   Siempre rodeado de un paisaje impresionante, cerros verdes por todas partes, mucha naturaleza que a mí me encanta.   En la noche un cielo limpio y sereno lleno de estrellas, era un lugar muy hermoso.

Al llegar a Saladillo, había una nombrada casa frecuentada por los mineros, que yo nunca supe donde quedaba, pero que era preocupación de muchas esposas, causante de periódicas peleas y discusiones.

El tiempo vivido en Saladillo, fue para mí un tiempo de soledad.   Jimmy en la mina, a veces por dos semanas, si había nieve y no se podía bajar.   También fue un tiempo de meditación, sobre todo en la noche.   Aquella nieve mágica, cayendo silenciosa, cubriendo poco a poco el paisaje de blanco, esos pompones me estremecían, pasaba horas admirando aquel espectáculo.   Nunca olvidaré esa vivencia; sentía una paz, un recogimiento, una reverencia ante Dios, que creó algo tan puro y bello.   Cuando Jimmy no podía bajar, yo me iba al living de noche y contemplaba este paisaje que se iba dibujando, como si un pintor, pusiera ante mí, paleta a paleta, un cuadro.   Me dejaba el corazón callado, sobrecogido, escondido, como paloma de convento.   Entonces, me dedicaba a escribir los salmos y ponerles notas para guitarra y así llevarlos el sábado, cuando íbamos a Santiago a la Eucaristía, y enseñárselos a tocar a los hermanos catecúmenos, que nos reuníamos en casa de mis padres en siglo XX.  


Jimmy en la mina en epoca de invierno, encerrados en el "Hotel Hilton"

Luego, durante el día trataba de aprender a cocinar con un libro de cocina, cosa que para mí era espantoso, a veces hacia  dos veces el mismo plato, porque no me resultaba.   En general lo domestico no es mi fuerte, pero si Angélica no podía atravesar el puente, por la nieve, tenía que tomar mi librito y emprender mi aprendizaje fatal.   ¡Qué remedio!.

Mientras practicaba, veía por la ventana de la cocina, justo ante mi vista, un cerro con una cascada pequeña, que brotaba apenas un poquito de agua, como si cada día se fuese a acabar.   Yo lo contemplaba siempre, mientras cocinaba, y me decía “Mientras se mantenga ese chorrito, mantengo la esperanza de volver algún día a mi comunidad”, aunque Jimmy me repetía que allá estaríamos por siempre, que no me ilusionara por volver, era muy difícil que lo trasladaran a Santiago.   Pero yo, no hacía caso de sus palabras, mientras que fluyera el chorrito, guardaba la esperanza en mi corazón.  

Pero muchos días, me deprimía pensando que él tenía razón, tendríamos que vivir allá, para toda la vida y mis esperanzas desfallecían, ¡pero siempre volvían a renacer!.   Y así, lo pasé siete años asistiendo los sábados a la Eucaristía solamente, viajando cada fin de semana a Santiago, a casa de mis padres, con tres niños y dos gatos, y el auto repleto.   Era todo un acontecimiento, guitarra, flautas, bombo, etc..   Allá compartíamos con los hermanos y nos pasaban la Palabra que había sido anunciada el martes anterior, para que la leyéramos.

Con el paso de los años, estos viajes se hicieron más difíciles, a veces con muchos problemas, por la lluvia, la nieve, etc..   Luego vinieron los hijos y viajar embarazada se hacía más complicado aún.

Cada vez se me hacía más difícil la vuelta a Saladillo, empecé a sentirme deprimida y triste.   Algunos días no me hallaba contenta en ese lugar, recordaba la catequesis del Exilio del pueblo de Israel, sentía mucha nostalgia y no me acostumbraba a vivir tan apartada, siempre encerrada en la casa, poco compartía el entusiasmo de las esposas de los compañeros de Jimmy, que vivían viajando a Argentina a comprar carteras, botas, abrigos de pieles, autos, etc..   La verdad, yo no estaba para nada motivada con esas compras y viajes, no representaban ningún interés para mí.

Por más que lo intentaba no tenia entusiasmo para alegrarme con esas invitaciones y reuniones sociales donde me sentía fuera de foco.   Yo no usaba ni pieles, ni botas, ni abrigos de pieles, me sentía como pollo en corral ajeno, esas reuniones casi siempre terminaban para mí en un terrible dolor de cabeza.

Pero un día de tanto pensar, se me ocurrió organizar un grupo de matrimonios amigos que desearan asistir a unas catequesis en nuestra casa e invitar al sacerdote de Saladillo, para ver si tal vez se podía formar una comunidad catecumenal allá.

Al principio todo resultó estupendo, iban cuatro matrimonios a las reuniones, y se comenzaron a entusiasmar con la idea de las catequesis, pero lo curioso fue que el menos interesado en catequizar, fue el propio cura, que divagaba por cualquier temática, menos por la catequesis.  

Entonces, poco a poco, se fue perdiendo la finalidad de la reunión, me fui desalentando con esas reuniones, que terminaron siendo solo reuniones sociales y perdieron todo interés para mí.   Así fueron muriendo mis ímpetus catequéticos y se acabaron las reuniones.

Luego, que ya se había formado un pequeño grupo, que nos veíamos periódicamente, nos hicimos más amigos y cuando supieron que yo era educadora de párvulos, y ellos tenían hijos párvulos, se les ocurrió la idea, que pusiera un Jardín Infantil en nuestra casa, para sus hijos, que nos querían mandar al de la Escuela.   Ellos querían una educación mejor, ya que todos eran profesionales.  

Tanto insistieron, que finalmente me convencí, que como eran pocos, sería una “experiencia interesante” y acepte.   Hacia allá me encaminé.

Jardín Infantil Saladillo, una nueva experiencia educativa
Gianina y Pierina Andrei, Eileen, frente a la casa.

Comencé investigando la orientación que tendría mi Jardín, dadas las condiciones diferentes a los anteriores.   En nuestro primer Jardín “Juan Ramón Jiménez”, los niños eran hijos de comerciantes del barrio Patronato en su mayoría y del barrio Bellavista, en su mayoría artistas, donde formamos un grupo musical y de mimos extraordinarios.   Luego el Jardín N°1 de Conchalí (JUNJI) de personas de escasos recursos y con grandes falencias, ahí eran otras las urgencias y necesidades.   Aquí en cambio, mis alumnos eran hijos de profesionales universitarios quienes tenían otras expectativas para sus hijos de que fueran profesionales como ellos, no querían que asistieran al Jardín de la Escuela local, querían una educación superior.

Entonces, comencé a buscar que podría ofrecerme Saladillo para material de trabajo adecuado para estos niños.   Me encontré con la sorpresa, que existía un excelente material norteamericano, en venta a bajo precio en bodegas que se emplearon en la Escuela Básica.   Eran libros con láminas de historias con cuadros secuenciales donde un párvulo podría desarrollar su capacidad de deducción, imaginación, concentración, atención, creatividad, observación, o sea “desarrollar capacidades intelectuales” que respondían a las expectativas de sus padres.

¡ERA EL MATERIAL QUE ANDABA BUSCANDO! ¡UNA NUEVA EXPERIENCIA!

Este material fue de gran utilidad para el propósito de “no leer ni escribir”, solo desarrollar habilidades intelectuales.  

Estos niños comenzaron a demostrar un increíble interés por el conocimiento.   Para ellos, era un juego descubrir las historias siguiendo las láminas, era una fascinación detectivesca, ver quien adivinaba el desarrollo mejor, deducir el fin de la historia sin leer ni escribir.   Era un juego deslumbrante de adivinanzas, creatividad, rapidez visual, raciocinio lógico, como armar un rompecabezas.   A veces, cuando era difícil la historia, se transformaba en un juego aún más didáctico, en un juego “social” donde todos cooperaban en el descubrimiento de la historia, hasta deducir su fin.   Se reían, se felicitaban, se tiraban al suelo, ufanos de desentrañar el hilo de la madeja, se aplaudían y se sentían unos inteligentes detectives, orgullosos de ellos mismos.

Incluso algunos fanfarrones ponían a prueba a sus propios padres, para ver si ellos podían lograrlo, y se reían si a estos les costaba o no adivinaban, se burlaban y decían “¡pide ayuda al tío, como lo hacemos nosotros!” y se tiraban al suelo riéndose con sus padres.

Yo no sé para qué lo usaban los norteamericanos en la básica, pero le saque un impresionante provecho para mis párvulos.

Por supuesto que de este grupo, no salieron muchos artistas, como en el Jardín “Juan Ramón Jiménez”, que era un “Jardín Musical”, pero si, muchos ávidos de conocimiento intelectual y gran capacidad de deducción lógica.   Yo me maravillaba de comprobar cómo un párvulo es como una esponja que absorbe al límite, cuando se le dan las oportunidades de desarrollar sus habilidades, eran como un baúl de sorpresas sin fin.   A veces terminaba tan agotada las actividades de estos demandantes incansables, que lo único que podía hacer a las 18 horas era tirarme a la cama como un plomo, extenuada pero feliz.   ¡Cada día era un nuevo asombro para mí!.

Tan anhelante estaban algunos, que hasta HOY recuerdo, los azules y grandes ojos de Giannina Andrei, una alumna de tres años que ávida por llegar al Jardín, se venía antes de la hora de entrada, se metía a mi dormitorio, me despertaba, me daba un susto de espanto el verla, con sus ojos enormes sobre mí, y me decía “tía, despierta, quiero un libro”.   Yo como zombi, me levantaba de un brinco sobresaltada y le decía “pero Giannina, son las 8 de la mañana, todavía no es la hora”, pero tenía que pasarle un libro mientras me duchaba, para que ella se contentara.

Así fue como este pequeño jardín de 8 niños de pronto creció tanto la fama que le dieron estos padres orgullosos de sus hijos tan inteligentes, que comenzaron a llegar más niños, pero no podía recibirlos, no cabían ni yo daba abasto sola, pero insistieron tanto los padres, que compré una segunda mesa para otros 8 niños, abarcaban casi todo el living.   Hasta me buscaron una joven para que me ayudara.

Pero al final, como eran tan demandantes, terminé usando nuestro dormitorio matrimonial que era más grande y nos cambiamos con Jimmy a una pieza más chica, para dejar la matrimonial como sala de actividades para los niños, igual como hicieron nuestros padres conmigo y mi hermana cuando nuestro Jardín creció ellos nos cedieron su dormitorio y se trasladaron al comedor.  

Allí comprendí ampliamente como decía mi tío científico Gualo Guerra, quien investigaba el desarrollo del niño desde el útero hasta la edad de párvulo, que era un grave error enseñar a esta edad a los párvulos a leer y escribir, pensando que iban a ser más inteligentes, al contrario, esa era la edad ideal para el máximo desarrollo del niño, desde el embarazo hasta los 6 años, aprender a leer y escribir lo podrían hacer después rápidamente, ahora había que prioritariamente desarrollar aptitudes, destrezas, capacidades sensoriales, intelectuales, sociales, emocionales, creatividad, imaginación, capacidades afectivas, etc..   Los niños se desarrollarían en diversas direcciones, según el estímulo que recibieran y su dotación genética.    El decía “aquí hay que sentar los cimientos del niño de cero a seis años”.   A mí me tuvo como “Conejillo de Indias” de sus brillantes teorías, que yo seguí tal cual me indicó, y que me sirvieron para avanzar enormemente en la enseñanza de párvulos y creación de actividades adecuadas a sus capacidades.   No sé quien aprendía mas, si ellos de mí o yo de ellos.

Luego Jimmy compró un piano que estaba en Saladillo, así es que también tuvimos más actividades artísticas.

Me aboque a buscar todos los materiales adecuados al desarrollo de estos niños, venía a Santiago y buscaba y buscaba, lo que tenía en mente utilizar para desarrollar distintas actividades.   Al fin esta “Sala de Actividades” era como ir a Fantasilandía para los niños, había de todo lo imaginable: libros de cuentos, playmobiles, juegos de construcción, instrumentos de percusión, música ambiental, muñecas, soldaditos, granjas con animales domésticos, selvas con animales salvajes, pelotas, lápices para dibujar, tijeras, plasticina, disfraces, papel y pinceles para pintar, casitas, indios, canoas, rompecabezas, etc..

El problema era la hora de término: “NADIE SE QUERÍA IR”.   Todo para desarrollar la creatividad, hasta la nieve, se llevaban sus monos a sus casas y los guardaban en el freezer, para mostrárselos a sus papas cuando llegaran del trabajo.

Fue una experiencia muy gratificante y nueva.   Los apoderados no podían estar más satisfechos con los resultados.

Pero a pesar de todo, yo extrañaba mi comunidad, sobre todo en la noche, sentía nostalgia de mi madre que se enfermó de cáncer y yo necesitaba estar más cerca de ella y también de mí comunidad donde encontraba el consuelo y la fortaleza para soportar como ella, se consumía día a día.

Todas estas tristezas me fueron debilitando: “La lejanía de mi madre y el consuelo de mi comunidad”.


Rosa María


Mi madre Alicia, Felipe Bengoa y Rosa María



Rosa María vivía con mi mamá en Santiago, ella la trae desde Quirihue, del campo, a los 8 años.   Mi madre la envía a la escuela, donde manifiesta problemas de aprendizaje lecto-escritor.

En la escuela no saben atender su problema y la sientan en el último banco, sin preocuparse de ella.   Yo la llevo a Saladillo y le detecto una dislexia y me dedico a superar este problema tres a cuatro horas diarias, hasta lograr sacarla adelante y entra a segundo básico en la escuela de Saladillo y se queda a vivir con nosotros.   Luego de superado el problema escolar, me preocupé de sus hábitos alimentarios y de conducta con que venía desde Quirihue.   ¡Esa sí que fue una lucha! ¡Solo comía lo que le gustaba, odiaba la leche y el pescado, y muchos alimentos más, hasta que un día la pillé botando la leche en la puerta de calle!.   Pero cuando iba a la escuela, se pasaba antes a comer ciruelas y nueces verdes de los arboles de la plaza, y luego se enfermaba del estómago y al hospital.   Otro día tuvo un TEC cerrado, tirándose de un resbalín gigante.   En general ella era poco manejable en su conducta.   “Ella hacia lo que le daba la gana”.   Otro día se subió a una moto plástica de los niños y se lanzó cerro abajo, llegó toda moreteada, con la ropa inmunda, sin contar la moto que dejó de existir.   Terminó sus estudios completos en Saladillo, y luego estudio modas, pero no le gustó ejercerla.   En Santiago dio la Prueba de Aptitud Académica.   Cuando adulta hacia todo lo que le gustaba, de preferencia: gasfitería, jardinería, cuidar niños, cada vez que iba a comprar el pan conversar con el vecindario, hacer trámites, etc..   Luego entró al camino neocatecumenal y el mismo problema “no hacía mucho caso”, su responsable Pancho Rebolledo que era un santo la pastoreaba todo el tiempo.   Pero así es Rosa María, yo le debo muchos servicios en mi familia y sobre todo mucho amor.

Gracias Rosa María por ser como eres, Dios te creó, te amó como su creación perfecta.   Así te queremos  así debes quererte tu a ti misma, como eres.


Rosa María de adulta


Clases a niños con problemas de aprendizaje
Cuando Rosa María fue a la escuela y el Director Profesor Laforet supo que ella era disléxica y que yo la había tratado, y que tenía completamente superado su problema, me pidió que enseñara en la Escuela porque tenía muchos niños con este mismo problema y no hallaba que hacer con ellos.   Pero yo, como no tenia estudios certificados de especialidad me negué.   Además, no me alcanzaba el tiempo.   Pero el Director ante mi negativa insistió en mandarme entonces los niños a mi casa, para ayudarlos.   Me tocó el punto central mío: “la enseñanza a los más pobres”.   Lo pensé y le ofrecí un horario de dos horas diarias para atender niños disléxicos.   Total mi horario de trabajo se aumentó, apena alcanzaba a almorzar y a atender bien a mis propios hijos.   Tomé otra joven como niñera, para que me ayudara con mis hijos.

Tuve ocho niños disléxicos que respondieron muy bien al tratamiento y volvieron a la escuela con la dislexia superada, les apliqué el mismo sistema que usé con los Rovegno cuando yo tenía quince años.   El profesor estaba contentísimo e insistió en que trabajara en la escuela, pero yo viajaba constantemente a Santiago por mis embarazos, por mi madre, por salud de mis hijos, etc.   No podía abarcar tanto.   Lo último que me envió fue un niño que tenía rotacismo (problema con la letra R).   Le explique al profesor que no tenía idea de rotacismo, y como le había contado mi experiencia con los Rovegno, dijo sonriendo:”le digo los mismo que esa señora: haga lo que pueda”.   Entonces yo comencé a investigar el rotacismo y me esforcé en inventar ejercicios, hasta lograr ayudarlo considerablemente.

Al despedirme del Director, cuando me vine a Santiago, me dijo “ven a ver a tu alumno” y le dijo al niño “¿Cómo se llama tu papá?”, “Patricio” respondió el niño.   Yo me asombré de lo bien que pronunció la R.   “¡Lo logró, lo logró!” dije al Director.   Corrió a mí, me abrazó y dijo “¿Tía, no voy a volver a hablar mal?”.   Respondí “No, hablas muy bien”.   Lo abracé emocionada.   Me fui pensando “¡Si supiera el profesor, que ni siquiera conocía la palabra rotacismo y voy a trabajar en la escuela.!”.  “Si no sé ni como lo hice”.   Se me cayeron las lágrimas de emoción.
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miércoles, 1 de febrero de 2012

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