Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

domingo, 21 de abril de 2013

Capitulo 81 Cambio de casa a Lientur 1381



1990, 50 añitos.
Después de vivir 10 años en la calle Siglo XX, cuando volvimos de Saladillo, por fin logramos vender esa casa y hacer la partición con mis hermanos Alicia y Osvaldo.

Compramos luego una casa en Renca, cerca de la parroquia San Joaquín, donde James, yo y nuestros hijos pertenecíamos al Camino Neocatecumenal y así nos resultaría más fácil para ellos ir a sus comunidades.

Era una casa esquina amplia, con jardín delantero y otro atrás, entrada de auto, cuatro dormitorios, dos baños, muy iluminada y soleada, como a nosotros nos gustaba. Al frente una placita y al fondo pasaba una tren. ¡Era muy bonito escucharlo pasar!, me recordaba a mi padre que trabajaba en ferrocarriles del estado y siempre viajábamos en tren, a mi me encantaba. En general un barrio bastante tranquilo.

Lo primero que hicimos fue una “FIESTA DE BENDICION DE LA CASA”, donde invitamos a la comunidad completa y a nuestros catequistas: Juan Figueras, Maritere Garciandia y padre Manolo García. También vino el padre Julio, el padre Alejandro Hermida, y familiares míos.

Los sacerdotes nos trajeron de regalo una hermosa “Virgen del Camino” que la tenemos hasta el día de hoy de cabecera en nuestro dormitorio.

El padre Julio bendijo la casa con agua bendita, por todos los rincones, hasta el gato lo bendijo, era muy simpático el padre Julio.

Para mí fue un MEMORIAL esta bendición, donde la virgen llega a presidir nuestra casa, es nuestra protectora.

Fue una gran fiesta, con todos nuestro hermanos de comunidad y la familia, ocupando los dos patios de la casa.

Una gran alegría también tener a tres sacerdotes y a nuestros catequistas.

Así se inició nuestra nueva vida en Lientur 1381.

Pero después de pasado un tiempo, yo empecé a extrañar mi barrio bellavista, donde viví casi toda una vida, un barrio de artistas donde conocí a artistas como Pablo Neruda, Margot Loyola, Rubén Darío Guevara, Patricio Solovera (compositor), su hermano Jorge, guitarrista clásico, y muchos pintores , actores, cantantes, etc.. Donde el centro de reunión de ellos en sábado era el restorán Venecia, una “picada” donde todos ellos se juntaban, yo no me perdía ninguna reunión, porque para mí era un continuo aprender, ya sea de poetas que recitaban sus poemas, Margot que bailaba cueca arriba de una mesa, actores que recitaban pasajes de obras teatrales, variedad de virtuosos que tocaban distintos instrumentos, pintores, etc.. Un mundo de riqueza artística envolvente, donde yo me enriquecí y fue la base de mi despertar artístico. Allí mi hermana Alicia y yo éramos felices. También venían extranjeros, que tomaban fotos, entrevistaban a Pablo Neruda y otros famosos, los grababan, y degustaban los exquisitos platos y la buena mesa en un entretenido ambiente y buena compañía.

Eran verdaderas tertulias donde todos mostraban su arte. Nunca olvidaré esos momentos maravillosos, que viví escuchando toda clase de repertorios.

Recuerdo que los mozos se quedaban parados con las bandejas, admirando el espectáculo, y no era para menos.

Pero, desgraciadamente, vino un tiempo en que el barrio empezó a cambiar de rostro y se transformó de artístico en comercial. Las grandes casonas se vendían para restorán, pubs, botillerías, etc.. Ya el barrio perdió su encanto y seguridad.  Llegaron borrachos, drogadictos, ladrones, asaltantes, y hasta el cerro San Cristóbal, que era un paseo idílico, se convirtió en peligroso.  SE ACABO LA POESIA DEL BARRIO.

Nos vinimos a Renca, arrancando de ese ambiente, para estar cerca de nuestra parroquia y educar a nuestros hijos en LA FE. Nuestro párroco por muchos años fue el padre Alejandro Hermida, un abnegado sacerdote que nos ha pastoreado siempre.

Pero tampoco el cambio fue tan fácil, al principio mis hijos eran pequeños y no hubo problemas, pero luego que se hicieron adolescentes, comenzaron a extrañar su anterior barrio y colegios, porque tuvimos que cambiarlos de colegio por unos más cercanos. Las niñas cambiaron de la “Compañía de María” al colegio “María Cervellon” y les costaba acostumbrarse. Christopher paso del “Hispano Americano” al “Notre Dame” y luego a los “Padres Franceses”. Fue un tiempo duro, no se acostumbraban a estos cambios, fue doloroso para nosotros ver a nuestros hijos descontentos y lo peor, que tampoco querían ir a la Iglesia, y se retiraron de sus comunidades, estaban rebelados. La situación me empezó a afectar cada vez más. Al mismo tiempo trabajábamos en la catequesis con James, lo que significaba mucho tiempo fuera de casa y dedicados a la evangelización. Yo comencé a deprimirme, ver que todo lo que habíamos pensado, que era lo mejor para nuestros hijos, resultó todo lo contrario.

Por más que tratábamos de atraerlos, no dio resultado y al fin los tres se retiraron del “Camino”.

Solo Kathleen volvía por tiempos y luego desaparecía otra vez.

Por más que preguntaba al Señor ¿porqué estos hijos se salieron de la iglesia?, no había respuesta. No entendía nada.

Luego hubo una familia que pertenecía al Camino, pero que no era de mi comunidad, Eliana Díaz de Navarro y su esposo Carlos, y sus hijas Claudia y Eliana con los cuales comenzó a nacer un estrecha amistad de ambas familias. Veraneábamos juntos, los niños estaban felices con estas amigas, nos visitábamos con frecuencia. Eliana venía a llenar de flores mi jardín, ella trabajaba en la parroquia haciendo maravillosos arreglos florales y las niñas tenían una hermosa voz, y grandes habilidades instrumentales.

Ya desde el año 1985 empecé a formar en la parroquia un grupo musical de niños que cantaban en la eucaristía. Los primeros fueron ellas mas mis tres hijos, que estudiaban flauta en la Escuela Moderna de Música, luego se fueron agregando otros quince niños, a los que les enseñé instrumentos y a cantar a dos voces. ¡Fue un hermoso tiempo!. Pero en esta época, año 1990, me comencé a sentir cada día más cansada, triste, no tenía ánimo, solo quería dormir, fue pasando mi entusiasmo, dejé el grupo de niños y disminuyeron mis actividades en la parroquia.

Parroquia San Joaquin, Pascua de Resurrección 1986, presidida por padre Alejandro. Al centro, a la izquierda el coro de niños.
 No entendía qué me estaba pasando, se enfrió mi amistad con mi amiga, sin saber porqué, tenía fallas de memoria, ansiedad y angustia.

James, mi esposo, me llevó a varios especialistas y me diagnosticaron depresión.

Yo había pasado la vida entera, escribiendo siempre en mi diario de vida desde los 9 años, de donde salió pagina a pagina de este blog, pero de este periodo que comencé a vivir no escribí absolutamente nada. No tenía fuerza ni entusiasmo, sentía que era como una vela que se estaba apagando día a día, sin saber porqué me vino esta depresión. Pasaba encerrada.

Los remedios que me empezaron a dar me mantenían atontada, aturdida.

En el capítulo 82 siguiente, hablaré de lo que recuerdo vagamente, porque en verdad son pinceladas solamente de este hoyo negro en que me vi sumida. Parecía estar viviendo una pesadilla. Viví como zombi durante doce años ¡sin entender porqué me vino esta enfermedad!
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De Izquierda a derecha Miguel Socías, Fabiola Soriano, María Antonieta Montecinos y James Parker