Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

lunes, 6 de mayo de 2013

Capitulo 82 La Depresión



 1990 – 2002, edad 50 a 62 años.
Este es un capitulo de mi historia, muy difícil de tratar para mi, he tratado meses en decidirme a enfrentarlo, no quería recordarlo, fue demasiado duro.   Pero mis psicólogos actuales me aconsejaron enfrentarlo, para lograr superar esta etapa de mi vida y así se quede por fin en el pasado.   Es verdad, creo que ponerlo aquí, es parte de mi sanación psicológica.

Vagamente recuerdo estos años, trataré de recordar algunos hechos, que quedaron en mi memoria, porque como vivía llena de remedios que me mantenían aturdida, serán como pinceladas que quedaron en mi mente.

Fue un tiempo confuso de mi vida, o sea mejor dicho de mi NO VIDA, porque no era yo esa persona, era un ente, que pasaba de médico en medico, como quien vive una eterna pesadilla, donde no recordaba bien el día, mes, o año en que vivía, solo cambiaban las tabletas de un medico a otro, pero ninguno me sacaba, de aquel abismo profundo, en que me encontraba.

Las personas pasaban delante de mí, como si fueran parte de un sueño.   Lo único que deseaba era dormir, estar sola, y encerrada, llena de miedos, hasta salir al patio de mi casa me daba temor, ansiedad, pronto volvía a mi encierro.   Me sentía un robot, que iba donde me llevaban y sin disfrutar de nada,

Recuerdo que mi perra, tuvo muchos perritos, y yo me sentaba en una silla en el patio y jugaba con los perritos, no sé cuánto tiempo, solo sé que si venia alguien, rápido yo me iba a mi dormitorio, la gente me ponía ansiosa, no quería estar con nadie.   Ya no quise ir a la COMUNIDAD, las celebraciones me agotaban, además no entendía ni retenía nada en mi cabeza.

Este tiempo no lo hubiese querido recordar nunca, peo haré un gran esfuerzo, en ponerlo aquí con la intención de ayudar a alguna persona que mi experiencia le pueda servir y así, no se sienta tan sola y sin esperanza, como yo me sentía, cuando veía que pasaban los años y nunca me sanaban los médicos ni especialistas por doce años.

Año 1990
Cuando comenzó esta depresión me trató una psiquiatra que me dio un tratamiento “cura de sueño”, que me tuvo en cama por una año, por supuesto de este tiempo, no me acuerdo casi nada, solo cuando me llevaban a controles.

Año 1991
Luego otro psiquiatra me tuvo con tratamiento de “cura de sueño” otra vez por veinte días, pero además me hizo electroshock para bloquear ciertos eventos de mi mente.   Así estuve, en la clínica Santa Sofía, con pastillas para levantarme, pastillas para animarme, y pastillas para dormir.   De este segundo tratamiento recuerdo más, porque me levantaban para almorzar y podía conocer otras personas y recibir a mi familia los domingos de visita.

Anécdota “El cigarrito”: Recuerdo que una noche que estaba insomne, no me hacían efecto las tabletas para dormir, entró una joven a mi dormitorio, desesperada porque se había arrancado de su pieza, y la buscaba una monja.   Me suplicaba que la dejara esconderse en mi baño.   Yo la dejé y cuando entró a revisar la monja, me hice la dormida, la monja miró la pieza y se fue.   Luego la joven salió del baño y angustiada me pedía cigarros.   Yo le pregunté ¿Qué pasaba?, y decía que la monja no la dejaba fumar después de las doce y eran las dos de la madrugada.   Le convide cigarros, la vi tan desesperada, y se fue corriendo feliz.   Al otro día supe, que no podía fumar, porque le iban a hacer un examen, le estaba prohibido fumar ese día, el doctor estaba muy enojado.   Yo me asusté, pensando que me retaría, pero ella no se acordaba, gracias a Dios, a que pieza había entrado.   Esto es casi lo único que recuerdo de esa clínica.   Cuando salí de ella, mi doctor que me estuvo tratando por diez años, me ayudó a sentirme un poco mejor.

Anécdota “101 dálmatas”: Recuerdo que una vez, Margarita Guajardo, hermana de comunidad me llevó al cine a ver monitos animados, para sacarme de mi encierro, la película era “101 dálmatas” de walt disney, fuimos a balcón primera fila, pero no alcance a ver más que el comienzo de la película cuando me sentí mal, comencé a sentir una angustia espantosa, taquicardia, vértigo, quería arrancar del cine, me temblaban las manos, no podía soportar a esa “Cruella” que quería matar a los perritos y su aspecto era espantable .   Tuvimos que irnos, la pobre Margarita nerviosa, no entendía como unos monitos animados me podrían provocar tal efecto.   Ella se sentía tan mal de haberme provocado tal espanto, si ella solo quería ayudarme.   Hoy, le agradezco infinitamente a Margarita su amor, su intención de entretenerme y nunca me he olvidado de este gesto generoso suyo.   Lamentablemente yo todavía no estaba bien emocionalmente.   ¡Ah!, pero si me acuerdo que me invitó a tomarme unas ricas onces al Café Paula.

Anécdota “El camión de la Coca Cola”: Un día que me sentía muy ansiosa porque se me acabaron los cigarros, estaba desesperada sin fumar, y como no había nadie en la casa a quien pedirle que me fuera a comprar, salí sola y caminando con dificultad, ya que los remedios me provocaban temblores, mal equilibrio y somnolencia .   Pero salí porque era mayor mi angustia por fumar.   Resulta que al cruzar la calle, viene un camión de la coca cola y yo no me día cuenta.   De pronto me veo sentada en la pisadera del camión, donde se ponen los pionetas, ¡era la cosa más insólita!, el camión doblo en la esquina y me bajé en la vereda del frente donde vendían los cigarros, y baje tan tranquila sin ningún rasguño, como que aquí no ha pasado nada.   Continué caminando hasta el negocio, compre los cigarros.   Ni el camionero se dio cuenta del hecho, ni yo tampoco.   Iba pensando que ¿como fui a parar a esa pisadera tan alta?, ¿como no me caí?, ¿como me baje con el camión en movimiento?   Este es uno de los hechos que jamás me podría explicar, en estado que andaba, solo la Providencia de Dios me acompañó.

Anécdota “El paradero terminal”: Un día que ya me sentía mejor, iba a yoga a una academia en Ñuñoa.   Ya estaba aburrida de necesitar compañía y decidí ir sola, ya sabía como llegar y volver.   Tomé la micro, y sin enterarme me encuentro durmiendo y un hombre me despertaba, era el chofer, y me dijo “¡señora, tiene que bajarse ya llegamos al paradero!”.   Yo desperté sobresaltada y le pregunto “¿Dónde estamos?”.   Respondió “¡en el paradero señora!” y me dijo un lugar, pero no lo recuerdo.   Solo recuerdo que le explique que me quede dormida porque tomaba remedios y si me podía llevar a una micro que me trajese de vuelta a mi casa.   El chofer fue tan amable que me tomo del brazo, me ayudó a bajar y me llevó a la micro que me traería por Santa María y le pidió al chofer que me avisara en Alberto Pepper porque estaba enferma.   Y así pude volver a mi casa.   Una vez en mi casa, pensaba y pensaba: “¡como me fui a dormir Dios mío!, ¡me podría haber pasado algo malo, que estúpida soy!”.   Y volvieron mis temores de andar sola y esa incapacidad me volvió al encierro.

Anécdota “El barón rojo”: Después de seis meses de encierro decidí salir al centro a comprar, y estaba a dieta y tenía que tomar solo “Coca-Light”.   Estaba muerta de calor y necesitaba tomarme unos remedios para la depresión.   Busque un lugar donde tomarme la Coca, y encontré en el camino un Restaurant con una puerta chica.   Yo la verdad, no me fije en el nombre  del Restaurant y aunque lo hubiera leído, nada me habría dicho.   La cosa es que yo entro al Restaurant y me sale a atender un mozo, y yo le pido una Coca-Cola Light, para tomarme unos remedios.   Este me miró con una expresión extrañada y no me dijo nada, fue donde otro y se cuchucheaban y miraban, y este me dijo: “Señora, aquí no se vende Coca-Cola Light y mejor es que se salga, porque ya viene el minuto millonario”.   “¿Y qué es eso?, pregunte.   Se miraron y no me respondieron.   Ante estas miradas tan extrañas, yo recién me empecé a fijar, que el lugar estaba semioscuro, yo lo halle feo, tan obscuro, que apenas se veía.   Después me di cuenta, que las niñas que atendían, estaban ligeras de ropa.   Que porquería pensé, tanto atado para venderme una simple Coca-Cola.
Me iba a venir, cuando se escucho una voz que gritó: “¡El minuto millonario!” Y cual no fue mi sorpresa, cuando todas las vendedoras del Restaurant, se sacaron los sostenes, quedando con los senos al aire.   Todos los hombres se achoclonaban a mirarlas.   ¡Yo quedé perpleja!  ¡Donde diablos me había metido!
Salí espantada, casi corriendo del lugar, súper agitada, sin entender nada.   ¿Cómo esa porquería chica y obscura de Restaurant  indecente, estaba tan repleto?   ¡Era una picantería, mira que desvergüenza, desnudarse en público, no mas así, delante de puros hombres!   ¿Qué clase de mujeres eran esas, prostitutas?   ¿En dónde diablos, me había metido yo?   Fui, a ver el nombre del Restaurant picante y en un letrero, medio oculto, no muy visible, decía: “El Barón Rojo”.
Llegue a contarle a Jimmy, lo que me había pasado y éste, se estuvo riendo de mi, como una semana.   ¡Y para colmo se lo contó a toda la comunidad! Todos se rieron a carcajadas de mí, algunos llegaban a llorar.   Y Leoncio dijo; “Y para colmo le tocó el minuto millonario.” Y todos se reían de mí.   Después me enteré que todos conocían el famoso “Barón Rojo”, menos yo.

Año 2002
Yo llevaba unos doce años de depresión tomando remedios, pero no podía dejarlos, los dolores de cabeza se intensificaron, eran cada vez más seguidos, más fuertes.   Fui a ver al Dr. Eugenio Tenhamm, Neurólogo.   El comenzó a buscar la causa de mis dolores, me dio varios tratamientos calmantes, pero los dolores solo disminuían, no cesaban.  

Una tarde me vino un dolor tan grande, que no lo pude soportar, nunca había tenido un dolor tan intenso.   Mi esposo me llevó a la clínica Las Condes de urgencia, y allá me internaron por una semana, me hicieron todos los exámenes inimaginables.   Todos estaban bien.

El Dr. Tenhamm sospechó de mi prótesis dental, he hizo una junta de dentistas en la clínica, y me cambió de dentista y prótesis.   Pasó un tiempo y se alivió el dolor, pero volvió, tal vez ayudo pero no era la causa última.   Entonces decidí ir a ver a un médico homeópata, para conocer otra opinión, y fui a ver al Dr. Enrique Bertossi.

Año 2004 - 2009
El Dr. Bertossi empezó a tratarme con homeopatía, y su diagnostico fue que la depresión es consecuencia de una fibromialgia y por tanto el comienza a tratarme ambos males.   El me encuentra con mucha IRA, no manifestada en tantos años de depresión.   El diagnostica que el dolor de cabeza y de todo mi cuerpo, eran causados por la fibromialgia.   Me da varios remedios homeopáticos y tratamiento de Pilates, pero el remedio que hizo un efecto impresionante para mi ánimo fu el “Lachesis”, que era para sacar toda la ira de mí y sanarme de una vez.   Este remedio produce un efecto tan intenso que yo no me conozco a mí misma, exploto como una olla a presión, contenida por años y años, de mucha, mucha ira.   Pongo a continuación tres ejemplos de mi cambio de comportamiento por efecto de este medicamento, que hace en mí un efecto de catarsis.  

Anécdota “El municipal”
Una vez, vino un representante de la municipalidad a sacarme una “multa”, porque yo estaba podando mi árbol de la calle, sin autorización municipal, según él.   -Yo que estaba tomando este remedio, completamente acelerada y retando a medio mundo, completamente trastornada mi personalidad, salí a atenderlo.   Este señor gritaba indignado, porque mi jardinero, que estaba podando el árbol, debía bajarse inmediatamente del árbol, que se lo iba a llevar preso porque estaba cometiendo una falta municipal y le gritaba que se bajara.
Yo, le dije, que no se moviera del árbol, que él no tenía culpa de nada.   Me dirigí al municipal, que venía con un hijo guatón, igualito a él y una vieja flaca con nariz de bruja y le grité: “Mire señor, para empezar el único que está cometiendo faltas a La Ley y debería ir preso es usted, porque según la Ley Nº “tatata” (no me acuerdo que nº invente)”.    “Ningún empleador público, puede dar trabajo en su mismo lugar a un familiar, como un hijo”.   “Está penado por Ley”
Y como la bruja, traía un cuaderno de notas y un Lápiz, donde anotaba lo que hablaba el Municipal, aproveche el periodo y dirigiéndome a ella le dije: “Anote, anote, Ley Nº “tatata”” “Yo estudie leyes y lo voy a denunciar, ¿Cómo es su nombre?”.   -El hombre asustado, retrocedió y mirándome furioso, grito nervioso, señalando: “Y usted, quien es, a ver, si estudio leyes, ¿Entonces por qué vive en este barrio? “Precisamente por eso, para enseñar a los más pobres a defenderse de personas como usted, porque ellos no tiene quien los defienda de las injusticias” le grite.   “¡Mire que asustar con la cárcel a este pobre jardinero, qué culpa tiene, para que se mete con él, métase conmigo!”.   ¡La vieja tiritaba y se le caía el lápiz! Signo seguro, que ese guatón, era efectivamente el hijo del Municipal y tenía miedo que yo lo denunciara.   “Anote, anote”, le decía yo a la bruja tiritona.   “¡Su patrón es el que va a ir a la cárcel y usted, quedará sin empleo!”.
El municipal, se puso más nervioso y temblando de furia y me gritó: “¡Y usted, quien la manda a venir a meterse, a vivir, aquí con esa gente, por qué no se va a Las Condes  mejor, ya que no conoce como son las cosas aquí!” “¿A sí?, respondí.   “¿Usted, me va a decir, donde debo vivir, cual es mi deber?”.   “Para que sepa yo trabajo en la parroquia San Joaquín, para ayudar a la gente a conocer sus Derechos Legales ante gente como usted.”   “Para que sepan defenderse de los abusadores como usted”.
“Y tú”, le dije al guatón chico: “Sabes que a tu papá un día lo van a llevar preso, porque te da trabajo a ti en su oficina, contra la Ley”.   El guatón chico tiritaba como flan de gelatina, junto con las brujas”.   ¡Abría los ojos de plato, al pobre guatón!
“¡Yo me voy a hablar con el obispo, para que diga en la tele, lo que sucede en esta municipalidad!”.   A esto, el guatón padre, los miro y dijo: “¡Vamos mejor, no se puede conversar con una loca!”.   “¡Todo por $15.000 de multa!”.   ¡La bruja guardó la libreta tiritando, los tres, se fueron, nunca más volvieron!   Todo esto grite y no sé, de donde me salió ésta furiosa loca.

“Anécdota “La Tinitis”
Una vez, me comenzó un pito, en el oído, en la misma fecha que estaba tomando todavía “Lachesis”.   Este pito insoportable, me tenía loca, de día y de noche.   Fui al Doctor Especialista de la UC  y me realizo un examen, que según él, tenia: “Tinitis” y no tenia tratamiento, era imposible quitarme ese pito, eso arrojaba el examen.   Quede horrorizada, con semejante noticia.   ¡No lo podía creer! Me iba a volver loca con ese infernal ruido constante.   Pase muchas noches insomnios, andaba vuelta loca con el pito.   ¡No hallaba que hacer!
Fui a mi neurólogo, que trataba mi depresión el Dr. Eugenio Tenhamm.   El me examino cuidadosamente, me apretó la mandíbula y me dolió fuertemente.   Me metió el dedo en la boca oprimiéndome dentro de la boca y me dolía.   Entonces el Doctor me dijo: “A ver, sácate la Prótesis”.   Me la saqué y se alivio el pito.   “Eso”, dijo el Doctor.   “Esto no es Tinitis, sino, un problema de la mandíbula, provocado por la Prótesis mal hecha que te repercute en el oído.   Tienes que ir al Dentista”.   ¡No lo podía creer! Fui al dentista, cambió mi prótesis y santo remedio.   Se acabó mi Tinitis.
Pero, como yo me indigné tanto, porque andaba con el “Lachesis, no podía quedarme tranquila, con la rabia que tenia de tanto que sufrí por el mal diagnostico del otorrino de la Católica.   Todas las películas que me pasé pensando, que sería mi vida, escuchando para siempre ese ruido espantoso.   No podía conformarme, ESTABA FURIOSA.   Yo nunca había sentido tanta ira en mi vida.   ¡Esta era, la segunda vez que me ponía tan furiosa!
Entonces decidí ir a la UC a hablar con el otorrino.   Pedí a la Secretaria, que me dejara entrar, que necesitaba hablar con el Doctor urgentemente.   La Secretaria me trató con pésimos modales, a gritos: “Ya le dije, que el Doctor está en consulta, no tiene, hora hasta la próxima semana” me gritoneo.   Ante esta respuesta, yo levanté la voz y me puse a decirle a la gente que estaba en la puerta de la Consulta esperando al Doctor.   “No vayan donde este Doctor, es un pésimo Doctor, me hizo un diagnostico equivocado, no tiene idea”.   La Secretaria se paró indignada y me empezó a echar.  
Ante tanto grito, apareció el Doctor preguntando, qué pasaba.   Yo le respondí a gritos: “Pasa Doctor, que usted estudió Medicina, pero no aprendió nada, porque me dijo que tenía una TINITIS sin remedio y resultaba que nunca tuve “Tinitis”, tengo un problema en la mandíbula” .   -“Es el colmo que por un examen que no indica nada, le diga a un paciente que tiene Tinitis, si tiene otra cosa.   “Ese “examen”, que usted aseguró arrojaba un resultado de Tinitis, no decía nada”.   “¡Todo el sufrimiento que he pasado por su mal diagnostico!” El Doctor miró a su alrededor, a sus pacientes que lo estaba esperando y miraba el papel que yo le pasé y se quedó, plantado como una planta, sin decir nada.   Luego dijo: “¿Quién le dio ese diagnostico?”.   “El Doctor EUGENIO TENHAMM ¿Lo conoce?, grite furiosa.   “¡El no es ni siquiera Otorrino, es NEUROLOGO!”.   “¡Fíjese  más la otra vez, antes de diagnosticar!”.   La cara de desconcierto del Doctor mostraba a las claras que ni siquiera se acordaba de quién era yo.   La Secretaria, se quedó parada, mirando al Doctor y ninguno dijo nada.  
Yo me fui.   ¡Estaba agotada, era mi 2º combate en 15 días!   ¡Creo que el Lachesis es muy extraño!   Tendré que ir a ver al Doctor Bertossi, pensé.   Estoy demasiado enojada con el mundo.

“Anécdota “La clínica”
La tercera actuación del efecto de Lachesis, fue una tarde, que estaba muy alterada, furiosa e incontrolable.   Mi esposo con mi hijo Christopher me llevaron a la clínica Santa María.   Me pusieron una inyección para dormir y calmarme.   Yo no sabía qué me provocaba tanta agitación, me pase una noche internada, y no dormí nada.   No quería estar ahí.   Las enfermeras no me atendían, ni respondían mis llamadas.   Cuando llego el doctor de la clínica al otro día, no entendió nada qué me sucedía, yo no tenía la menor sospecha del efecto del remedio.   El doctor no tuvo claro mi cuadro, solo me dio un calmante y me envió a casa.   Yo estaba enojadísima con el doctor porque ni siquiera le llamo la atención a las auxiliares por más que le grite y las acusé.   Luego de haber botado suficiente ira me fui a casa.


Luego de estas tres actuaciones de sanación, el Dr. Bertossi, suspende el remedio, ya había botado suficiente ira, y continúa solamente con terapia homeopática.

El Dr. Bertossi trata mis estados depresivos con homeopatía, y la fibromialgia con Pilates, kinesiólogos, mas una maquina que disminuía mucho los dolores.   A veces me daban crisis de dolor y tenía que ir a tratarme con esa máquina.   Pero los dolores del cuerpo y el stress, cansancio, tristeza, pasaban pero volvían, parece que faltaba algo al tratamiento.

A veces tenía tan poca energía que hasta me quedaba dormida en las catequesis. Recuerdo un día, que estábamos en un retiro y mi catequistas daba su catequesis, de pronto escucho una voz que grita “¡sáquenla de aquí!”, me despierto sobresaltada, me había quedado dormida.   Me saca mi esposo de la sala y me lleva a nuestro dormitorio, yo con los remedios no sabía bien que pasaba.

Comencé a faltar a la comunidad, no teniendo animo ni capacidad de atender, ni memorizar lo que escuchaba, la fibromialgia me mantenía con dolores en todo el cuerpo día y noche, sobre todo me dolía mucho la cabeza.

Comenzó a venirme una crisis de fe, me preguntaba ¿Por qué Dios permitía tantas dolencias, una enfermedad tras otra y tan largas, que no me sanaba nunca?

Ya mi vida se había reducido a tal punto, que no podía siempre asistir a la eucaristía ni a la comunidad, no tenia animo de tocar piano, ni salir a veranear, pasaba la mayor parte de mi tiempo en mi casa, me cansaba mucho.

Me preguntaba una y otra vez, ¿para que vivir?, ¿Cuál era el sentido de mi vida? ¿Por qué Dios permitía estas enfermedades interminables?

El Dr. Bertossi luego de atenderme cinco años me derivó a una atención psicológica, para completar su tratamiento.

Me envió en su clínica donde el psicólogo Miguel Socias.

Comienza entonces para mí una nueva etapa de tratamiento.

Miguel va atenderme en modalidad de coterapia, o sea un tratamiento atendido por dos profesionales.   De ello hablo en el siguiente capítulo 83 La Resurrección.

Algunos dibujos que hice para graficar mi depresión son:
  












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De Izquierda a derecha Miguel Socías, Fabiola Soriano, María Antonieta Montecinos y James Parker