Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

viernes, 17 de diciembre de 2010

CAPITULO 57: “LA TIA ZULEMA" Edad: 20 años, Año:1960

La tía Zulema vivió también en nuestra casa por algunos años. La tía era familiar de papá, madre de María González, prima de papá.
   María González  se casó con Ernesto González, padre de mis primos: Lautaro, Ximena, Ernesto.
   Cuando mi tía María se separa, deja a su madre, mi tía Zulema a cargo de mis 3 primos  pequeños y ella, se va  a E.E.U.U, se vuelve a casar, quedando mis primos en Chile, a cargo de su abuelita Zulema.
   Para mí, es un misterio cómo ella logró educar a sus 3 nietecitos.
   Cuando ella, estuvo ya muy viejita, se vino a vivir a nuestra casa, acogida por mi padre.
   Yo tenía en esa fecha: 20 años, estaba, en la Universidad de Chile estudiando Filosofía, en la Escuela Moderna, estudiando Piano y en la “Escuela de Educadora de Párvulos” de la Universidad de Chile, 3 carreras al mismo tiempo, iba y venía de allá para acá, sin tener tiempo ni para peinarme, casi siempre salía corriendo, atrasada, a medio arreglar y terminando el desayuno en la Universidad, esa era mi vida, entonces, cuando tía Zulema, llega a vivir con nosotros.
   Esta tía a pesar de su edad, era la mujer más femenina que jamás yo conocí, ella me enseñó todo lo que yo desconocía completamente de “femineidad”, porque mi madre, no era muy experta en esas materias.
   Ella fue una persona muy importante para mí, llegó justo en la edad que yo la necesitaba.
   En esa vida acelerada que yo llevaba, apenas me ponía unos jeans, me sujetaba el pelo largo con un Colette y partía  a mis estudios y en mi casa nadie me reprochaba nada.
 
 Pero ella, que se levantaba temprano, perfumada, impecable, peinada, elegante como siempre, uñas pintadas y siempre sonriente, me empezó a atajar al pasar corriendo por el pasillo y me arreglaba algo: me ponía una boina preciosa, que ella misma tejía a crochet, otras veces  me tejía guantes y me los ponía al pasar, otra vez me regaló un bolso de muchos colores que me tejió a crochet:
      “Oye, Oye, mete aquí tus libros, mira como vas con esos libros cayéndose y me detenía y guardaba mis libros y me arreglaba el pelo o me limpiaba el pantalón que llevaba una hilacha”, decía.
   Ay tía que voy atrasada, después me arreglo” decía yo y luego me daba un beso rápido  y me despedía en la puerta.
   Yo partía a la Escuela y en la micro iba pensando: “Esta tía es un Ángel”
   Pero cuando estas atenciones de ella hacia mí persona se fueron haciendo diarias, yo empecé a prestarle más atención y a detenerme a pensar en tantas cosas que ella,  me corregía.
   “Que tienes ese cabello tan hermoso, porqué no te lo cepillas, una señorita tiene que lucir lo que Dios le dio”   o darte un minuto para mirarte al espejo, antes de salir, hija
   Otras veces me decía: “¡Con razón Lautaro, me habla tanto de ti, eres bien especial, Lautaro te adora, te admira tanto!”
   Yo me decía “Qué me va a admirar Lautaro, si ese admira a todas las mujeres, jóvenes, viejas, gordas, lindas, feas, le dá igual, es un frescolín
   Tía Zulema, se empeñaba en convencerme que Lautaro, me admiraba solo a mí, que yo no lo conocía. Yo le daba un beso cariñoso, le agradecía sus preciosos regalos y consejos y tomaba sus elogios, como abuelita chocha no más, jamás consideré sus opiniones sobre Lautaro, porque mi visión era muy distinta de él.
   Yo lo encontraba demasiado débil con las mujeres, pero a ella no le decía lo que pensaba de su nieto querido.
   Así pasaban los días y la tía conquistaba mi corazón, con un sinfín de detalles.
   Como veía que yo tenía un horario para practicar piano y ella, se lo sabía, de memoria, de Lunes a Domingo, comenzó a adquirir la costumbre de sentarse en el living, con sus tejidos, bordados, costuras, justo a la hora que yo estudiaba, es más, ella ya estaba preparada e instalada  cuando yo entraba, “para no molestar” decía.
   Yo me sorprendí al principio, de verla esperándome, muy calladita, sonriente, arreglada y perfumada, como siempre, y al verme llegar, me recibió alegremente, siempre con algo rico, preparado por  sus manos, para que yo comiera un poco, antes de ponerme a estudiar. Ella misma, me servía y me atendía, yo miraba el reloj, calculando que ese bocadito como decía ella, me iba  a restar ½  hora de estudio por lo menos.
   Ella, muy observadora, se daba cuenta, que yo miraba el reloj y me decía “no te preocupes hija, no quiero quitarte ni un minuto de estudio, me encanta escucharte, solo 5 minutitos, es solo para que comas algo y descanses un poco”
   Y con esa sonrisa tan arrebatadora, yo cedía fácil.
   Así comenzó ella a desacelerarme y obligándome a conversar con ella ½ hora diaria. Entonces, aprovechaba para las clases de femineidad y como una gota que golpea, día a día, sobre una roca, ella se fue metiendo en mi corazón.
   Yo que venía de una desilusión amorosa con Augusto, lo único que quería, era estudiar, estar  activa para olvidarme de todo y solo concentrarme en mis estudios. No estaba ni un poco interesada en arreglarme, ni mirarme al espejo, al contrario, fue un tiempo que comencé a tratar a todo hombre que se acercaba a mí con un tremendo desprecio y desconfianza.
   Al revés, más bien, me afeaba, para no llamar la atención de nadie, hasta iba a la playa en pleno verano, con bototos, tapada hasta el cuello. Tenía un tremendo “BLOQUEO EMOCIONAL”, rara vez, me miraba al espejo, no estaba ni un poco interesada en mi femineidad.
   Pero ella, día tras día, con santa paciencia, me iba conversando, en cualquier momento que me pillaba descansando y comenzaba a probarme  ya sea una blusa, un pinche hecho por ella muy primoroso, femenino, cualquier detalle de femineidad, que las uñas, que una cremita, que un cintillo para el pelo, las flores en el cabello, todo hecho por sus manos, hasta que fui cediéndole poco a poco, porque me encantaba ella, la admiraba profundamente, era una abuelita tan bella, tenía unos maravillosos ojos color violeta, grandes, expresivos, bondadosos.
   Su elegancia al sentarse a la mesa, como si estuviera almorzando en un Hotel, siempre sonriente, conversaba con todos en la mesa, ayudaba a adornar la mesa, con sus arreglos florales, dondequiera que ella estuviera se hacía presente con algún detalle: un pañito a crochet, un adorno, su perfume etc.
   Ella recreaba los ambientes con su toque personal, era lo que se llamaba una persona refinada”.
   Siempre estaba ocupada, hacía coronas para  Primera Comunión, Novias, ramos de novia, encajes, sombreros maravillosos, toda clase de manualidades.
    Ella jamás molestó en nada en nuestra casa, siempre preocupada de los demás, jamás se quejaba de nada.
    Era muy sociable, conversaba con la nana, con todas las personas de la casa, amigas de la Universidad, verdulero, cartero etc.
   Así era mi tía Zulema, fue una Lucecita maravillosa que estuvo junto a mí, ayudándome, durante uno de los tiempos más duros que yo viví, tú fuiste una gran ayuda con tu preocupación, delicadeza y amor, que abriste un camino de sanación con todos tus cuidados.

    Gracias Tía querida
   Nunca te he olvidado
   Tu sobrina
   María Antonieta


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lunes, 13 de diciembre de 2010

JUVENTUD 20-29 AÑOS CAPITULO 55: "LA MAESTRA ELENA WAISS" SEGUNDA PARTE

UN DESCUBRIMIENTO IMPORTANTE

2004, 64 años.

Conversando con mi esposo sobre mi retirada de la escuela Moderna, él me hizo una crítica.

Me dijo que era mentira que yo la consideraba mi MAESTRA y mi IDOLA, porque si fuera así, habría seguido sus sabios consejos.   Si la consideraba MAESTRA, debería considerarla alguien con más inteligencia y sabiduría que yo, superior a mí y, por lo tanto, OBEDECERLA.

En cambio, yo actúe como una soberbia; no consideré que sus opiniones fueran superiores a las mías, y buenas para mí.   Y me retire, cerré el piano, como ella dijo, y no lo toqué nunca más.

Tampoco era "IDOLO".   Porque al ídolo uno lo complace, y trata de hacer lo que quiere el ídolo.

-         “Ella consideró que tu verdadera vocación era la enseñanza, para toda la vida y que cuando dejaras de enseñar te empezarías a morir.   Si tú crees eso ¿Por qué no continúas evangelizando? ¿Crees o no crees que te mueras si no lo haces? Tú tuviste la suerte de tener MAESTRAS que te ayudaran, yo hubiese querido tener a alguien que me guiara, me ayudara en mi trabajo.
-        
Ahora, en el NORTE, yo trato de enseñarle a los que no saben tanto y ser como un profesor para ellos".


RESPUESTA A LOS DESCRÉDITOS DE MIS SENTIMIENTOS POR SEÑORA ELENA

2004, 28 Julio.

Me pasé toda la noche angustiada por tus palabras.   Fueron un gran impacto para mí.   ¿Que a la señora Elena no la consideraba MAESTRA ni IDOLA? ¿Que no obedecí lo que ella me pedía?

-         “Mira, Jimmy, yo sé que tengo mucha inseguridad de mis opiniones y que me influyen mucho las tuyas, pero en estas aseveraciones, rotundamente te digo, después de pensar toda una noche, que estás en un ERROR.

Para mí la señora Elena sí era una maestra, porque siempre la obedecí en todo; por algo estudiaba hasta diez horas de piano diarias para hacer dos años en uno, como ella quería.   Yo me mataba estudiando, para complacerla.   Yo estaba tan atenta a sus enseñanzas, que en tres años ni cuenta me di que era inválida.   Por eso era ídolo, porque en todo yo la imitaba, en su manera de enseñar, en su actitud de autoridad frente al alumno, enérgica, exigente como ella, perfeccionista, clara, pedagógica.   Siempre observando su forma de enseñar, sin jamás ofender o gritar al alumno, simplemente mandarlo a estudiar, sin retos.   Además, a pesar del poco tiempo que tenía, porque también estudiaba Filosofía, siempre me quedaba escuchando las clases de otros alumnos de ella, para aprender a enseñar su técnica, aprender todo de ella, lo más posible.   Considero tus opiniones, un juicio sin conocimiento de mi historia, sin conocer las causas, porque actué así.   Yo tampoco entendí, cuando ocurrieron, qué me hizo actuar así.

Pero ahora, con treinta y tres años de camino en la Iglesia, descubro, forzada por tu cuestionamiento, que actúe así porque había un IDOLO mucho más grande, dentro de mí, mi PADRE, por quien yo me esforzaba, por todos los medios, de complacer.   Yo quería triunfar ante sus ojos, demostrarle que sí tenía talento y que él me impidió desarrollarlo cuando pequeña.

No es que a él le interesara la MÚSICA, sino tener hijos EXITOSOS, porque para él, nuestras aptitudes no valían nada, ni las de mis hermanos ni las mías, sólo las de sus parientes.

Ser profesora, para él, era como algo mediocre.   Yo quería llegar a lo máximo, para que algún día se sintiera orgulloso de mí.

Eso es lo que comprendí hoy, después de cuarenta y cuatro años de sufrimiento, por aquella horrible amputación que yo le realicé con el piano, a mi alma.

A veces quise volver, buscando tu aprobación, pero vi que nadie en esta familia me animó, ni un poco, a abrir el piano.

Por eso creo que, en aquel momento, la razón profunda e inconsciente, de mi abandono del piano, no fue ningún descrédito de mi maestra, jamás, en eso estás en un profundo error; ni por falta de admiración o fe en sus consejos.   Porque yo sé lo que me esforcé por ser su mejor seguidora, y de hecho ella misma me confesó que me quería para reemplazarla cuando no estuviese.   Me prefería antes que a otras con más estudios que yo.   Entonces, ¿cómo que yo no seguía sus consejos?

Por suerte, gracias a mi psicóloga Mónica Nieto, esto lo veo claro hoy, por mi misma, si no me habrías convencido una vez más de tus opiniones negativas.

Fue un descubrimiento que surgió ante tus afirmaciones, y yo hice un esfuerzo tan grande en mi inconsciente para descubrir la verdadera causa de mi retiro; que, hasta hoy, me hacia sufrir y no entendía”.



OPINION M.   ELENA: No es soberbia, sólo obedecí al inconsciente.   Debo aprender a valorar la estimación de otros.

-         “Ella porque te quería, te cuidó, tú la sacaste de su esquema; ella sintió afecto verdadero por ti, y plena confianza, te quería dejar como sucesora de una MAESTRA EXIMIA".
-        
No me quiso utilizar ni engañar.   Era visionaria.   Era factible terminar mis estudios.   No de ejecutante, pero sí de Maestra.



LA  RECONCILIACION  CON  MI  MAESTRA  ELENA  WAISS
UNA MAESTRA INSIGNE
2009, 26 Julio,  69 años

Cuántos años han pasado desde que yo salí para siempre por esa puerta de la sala de clases, en septiembre de 1967, a mis veintisiete años.

Cuántos años guardé en mi alma, aquella conversación que tuvimos, MAESTRA, que nunca podré olvidar.

Fueron tus palabras, una PROFESIA, para toda la vida.

Tal como pronunciaste esa lapidaria sentencia, ocurrió:

"LO QUE USTED HARA ES SALIR DE AQUI, CERRAR SU PIANO PARA SIEMPRE Y AMPUTARSE EL ALMA, COMO HA AMPUTADO MILES DE OTROS ASPECTOS DE SU VIDA.

CREO QUE USTED, DESPUES DE LO QUE VA A HACER, AL SALIR POR ESA PUERTA, VA A NECESITAR AYUDA PSICOLOGICA, QUE YO NO PUEDO BRINDARLE, PORQUE NO SOY PSICOLOGA.   SI NO LA RECIBE SE ENFERMARA, O LE VENDRA CUALQUIER REACCION INESPERADA.

AUNQUE USTED NO LO CREA, SU VERDADERA VOCACION ES ENSEÑAR, EL DIA QUE USTED DEJE DE EJERCITARLA, AMPUTARA COMPLETAMENTE SU ALMA, MAS QUE SI DEJARA EL MISMO PIANO"

Han pasado desde esa fecha hasta hoy, cuarenta y dos años, y sus palabras se fueron cumpliendo en mí, como la gota del condenado, cayendo sobre mi cabeza, una a una, año tras año.

Todo se fue realizando:

Cerré el piano, necesité ayuda psicológica, busqué desesperadamente tantas compensaciones para llenar el profundo vacío que minaba mi alma.   Pero todo fue inútil, siempre volvía su recuerdo, sus palabras marcadas al fuego.

Intenté volverme hacia otras actividades, apasionarme con ellas.   Escuché otros instrumentos: guitarra, flauta; participé en conjuntos folclóricos; compuse música folclórica para teatro, rondas infantiles, canciones populares, trabajé como educadora pedagógica musical en jardines infantiles; fui salmista y maestra de salmistas; fui catequista por muchos años.   Tal vez, como usted decía, enseñar, catequizar, fue lo que más me revivió.

Pero por una desconocida razón fui arrancada de esta actividad, para volver a caer en la frustración, hasta hoy.

¡Yo confieso que sentí odio, mucho odio hacia usted!

La consideré desleal, fría como un mármol, sin alma, nada me podía quitar esta desilusión del corazón.

Una tristeza tan profunda, que bloquee totalmente de mi mente su recuerdo.   Una mano de hierro cerraba mi corazón a su memoria.

Incluso, cuando supe de su fallecimiento por el diario, no me importó.   Para mí estaba muerta desde hace mucho tiempo.

Todas las actividades las fui abandonando, sin explicármelo, guiada de una profunda insatisfacción.

Continuamente necesitando ayuda psicológica, como usted decía, llegué a enfermarme; vinieron las continuas jaquecas, luego fibromialgia y finalmente, como usted también predijo:

-         "Le vendrá cualquier reacción inesperada".   ¿Recuerda?

Y vino, una depresión de doce años, que ningún especialista supo descubrir la causa.   Hasta llegué a la equivocada idea, más adelante, de llevar a mis tres hijos: Eileen, Kathleen y Christopher, de siete, ocho y nueve años, respectivamente, a estudiar a la escuela.

¡Quise demostrarme a mí misma, que ahora sí tendría un futuro artístico, a través de mis hijos! Ellos sí, tendrían la oportunidad que yo no tuve: tendrían mi apoyo, tenían la edad.

Veo hoy que, ciertamente, necesitaba ayuda psicológica, para llegar a pensar tal absurdo.

Verdaderamente mi hijo CHRISTOPHER, tenía mucho talento.   Pronto destacó en flauta, su profesora estaba orgullosa de él.

¡Yo me hice tantas ilusiones!

¡Al fin, este hijo triunfaría donde yo fracasé!

Para ver lo ciega que estaba, ese mismo año puse a Katty y a Eileen en el Colegio Compañía de María, de donde yo también salí fracasada, no me di cuenta que quería realizarme a través de mis hijos.

Gracias a Dios, cuando comprendí mi error, al primer problema que tuvieron los cambié de colegio.

¡Pero un día sucedió algo increíble!

Christopher tenía que tocar flauta en público, en la Escuela Moderna, tenía diez años.

Todo el profesorado estaba presente, por supuesto, la señora Elena.

Christopher tocó maravillosamente, yo estaba emocionada hasta las lágrimas.

Obtuvo muchos aplausos.

La señora Elena, como era su costumbre, cada tres meses asistía a las audiciones y seleccionaba a algún alumno al que ella le veía futuro.   Esta vez, habló con la profesora de flauta, manifestándole su deseo de tomar a Christopher como alumno suyo de piano, y becado.

Le había impresionado su musicalidad y virtuosismo.

La profesora fue feliz al comunicarle la gran noticia a Christopher, que nada menos que la señora Elena quería enseñarle piano, y becado.   ¡Que le encontraba gran talento! ¡Y cuál fue mi sorpresa!, CHRISTOPHER NO ACEPTO.   Rechazó la oferta, consideró muy difícil el piano: había que estudiar mucho y tampoco le gustaba la teoría, porque eran puras matemáticas.   (Lo curioso es que cuando grande fue ingeniero)

¡Todas mis palabras fueron vanas! No hubo forma de convencerlo de la increíble oportunidad que se estaba perdiendo, estudiar becado con la mayor maestra de América.

¡NO LO PODIA CREER!

¡TODOS MIS SUEÑOS SE VOLVIERON A ROMPER!

Después de un tiempo comprendí mi error.   Yo no debía forzar sus inclinaciones, yo lo estaba forzando a vivir "mis sueños", no "su" sueño.

Le pedí perdón, por exigirle tanto en la música y los retiré a los tres de la escuela, dejando que buscaran, libremente, su camino.

Pensando, hace dos días atrás, que a mis sesenta y nueve años, ya me iría a la tumba, llevando este luto de su recuerdo, guardado en mi corazón.

¡PERO NO!

El Señor me tenía guardado otro "TERREMOTO", como el que viví con usted.

Quise ir a un concierto (años que no voy), para distraerme de una dolorosa situación familiar, y me entero, que era de su hija, Edith Fisher, que casi yo no la conocí cuando estuve en la escuela.   Sólo sabía que era una gran pianista, y fui con mi esposo, James.

¡Cuál no fue mi sorpresa, cuando ella aparece en el escenario y era exactamente igual a usted!

¡ME IMPACTO SU PRESENCIA!

¡TRAJO UN VIOLENTO RECUERDO!

Luego, vino una música extraña para mí, MUSICA MODERNA, TERREMOTICA, CON MUCHAS POLICROMIAS, difícil de entender al principio.   Pero a medida que avanzaba el concierto, esa música fue golpeando, como un rítmico combo de fierro, una y otra vez en mi interior.

Azotaba y azotaba dentro de mí, luchando contra mi resistencia de siglos, abriendo una brecha triunfante sobre mi odio, mi rabia, mi tristeza, mi dolor, mi desilusión.

Comenzaron a salir sus recuerdos ocultos, como una copiosa cascada de lluvia dorada, que endulzaba mi corazón.

Era como un prisionero liberado de una vida entera encarcelado.

¡FUE LA TERAPIA MÁS SANADORA QUE HE VIVIDO!

Renació en mí esa profunda admiración que yo sentía por usted.

¡FUE UN ENCUENTRO VIVO A TRAVES DE LA MUSICA CON MI MAESTRA ADMIRABLE!

¡POR FIN SE DESCORRIA LA PIEDRA DE MI SEPULCRO!

¡Era un alivio indescriptible!

¡Gracias, señora Elena, por este legado incomparable de su hija!

¡Tanto talento, tanto virtuosismo, emotividad, tecnicismo! ¿Quien podría resistir?

¡VIVI UN IMPACTO EMOCIONAL AQUEL DIA!

Luego, estuve dos días con esa música desconocida para mí, vibrando dentro, como un mágico reaparecer que, cual bálsamo sanador, poco a poco escurría  por mi alma curando mis heridas.

Me senté al piano y comencé a tocar esa música extraña, que fluía como un fuego incontenible; toqué tres veces, con una fluidez sorprendente.   Parecía que una fuerza ajena me guiaba.   ¡Fue un encuentro insólito con mi maestra admirable, sentir su presencia junto a mí, su voz!

¡Hoy siento una paz, un gozo interior, que en años no experimentaba!

¡La tempestad ha pasado, ha venido la calma!

Reciba usted, desde el cielo, mi perdón por mi necedad, mi ingratitud, mi falta de confianza en su cariño verdadero.

Perdón por no entender nunca que usted sí me quiso bien.

Perdón por la desilusión que le causé, por mis ofensivas palabras, a las cuales usted responde textualmente, porque recuerdo de memoria toda nuestra conversación.

-         "Usted me ha dicho cosas terribles, que trataré de hacer cuenta que no las oí y perdonarla, porque usted tiene un problema grave de autoestima y no cree en la estimación que alguien le pueda tener"


ES VERDAD, ASI HE SIDO TODA MI VIDA

Gracias, por esta maravillosa hija a quien tuve el honor de escuchar, una artista gigantesca, digna de su insigne madre.

Gracias, querida maestra, porque aún estando ausente, me sigues "impactando", no ya sintiendo que "NO ERES COJA", como tú decías, sino asegurando que definitivamente "NO ESTAS MUERTA".

Tu ilusa alumna:
María Antonieta


CIERRE  DE  CAPITULO,  SEÑORA  ELENA  WAISS

2009, Julio, 69 años

Estoy en tratamiento de fibromialgia en la Clínica Bersant, a cargo del doctor Enrique Bertossi, quien trabaja con un equipo médico para tratar esa enfermedad; entre ellos psicólogos, que ayudan a descubrir las causas emocionales que gatillan la enfermedad.

Yo hace años que padezco esta enfermedad; que yo recuerde, tenía los síntomas desde los veintisiete años.

Los psicólogos que me atienden: Fabiola y Miguel, están revisando los eventos importantes de mi vida que causaron impacto emocional, y que todavía gatillan esos estados emocionales.

Ellos se detuvieron en el capítulo sobre "Señora Elena Waiss", donde yo sufro un quiebre fundamental en mi vida, la retirada de la Escuela Moderna, el abandono de mi maestra y de la música por largos años.

Anteriormente yo estuve en terapia con Marion, que analiza todos mis sueños y eventos paranormales con gran ayuda para entender mi pasado.

Ella también analiza mi relación con la señora Elena y explica que la causa de mi retirada de la Escuela Moderna es mi "SUPER EGO", que no acepta, según su opinión, que las cosas no resulten como yo las tengo pensadas.

Pero ellos no concuerdan con Marion.   Dicen que no es que yo tenga un superego, es que no tengo AUTOESTIMA, ni siquiera BAJA AUTOESTIMA, porque este proceso lo realiza en el niño, la madre, que va poco a poco, armando como el "cuadro de su valía" al hijo.

Va enseñándole sus destrezas, capacidades, valía, limitaciones paso a paso al niño, de manera que cuando crece, tiene un claro concepto de lo que él es; aprenderá a saber "QUIEN SOY YO": esto lo hago bien, esto más o menos, esto mal, etc.,  "hasta aquí puedo llegar".   Es un desarrollo de su autoafirmación.

En mi caso, yo sentí un ABANDONO de ambos padres, no físico, sino "psicológico, emocional, afectivo".   Nadie me ayudó a formarme una idea de cuánto valgo.   Por eso pasé mi vida buscando "MENTORES" O "GUIAS" que me indicaran el camino, cuyas palabras se transformaran en verdaderas profecías para mí, sin tener la capacidad de liberarme de las opiniones, de estas personas a quienes confío mi autovaloración, como padres.

Desde los diez años, cuando estoy cambiando de colegio, siento un brutal ABANDONO AFECTIVO, recurro a mi primera guía, mi "amiga Ximena", que gracias a Dios, fue una persona que me ayudo en forma positiva.   Hasta el día de hoy, todavía mandan en mi interior, las palabras de mis cantidades de "PROFETAS" que he tenido en mi vida y opiniones de cantidad de gente, sin conocimiento ni autoridad, que yo valoro sus opiniones sobre la propia mía.

¿Por qué yo he obedecido a tantas personas que me imputan CULPAS, FRACASOS, CALIFICACIONES, DESCREDITOS?

Porque no sé cuánto valgo, necesito que "OTROS" me lo digan, es fundamental para mí que alguien me valore, crea en mí, me considere, para yo poder creer en mí.

Por eso, parezco necesitar muchos "HALAGOS", como dicen muchos o "regalona", como dicen otros.   Me gusta que me "alaben", dicen otros.

Personas que ni les pasa por la mente que yo tenga problemas de autovaloración, que como ven las aptitudes mías, creen que, obviamente, sé lo que valgo, pero soy una persona que ando buscando que me halaguen; por eso me maltratan, me ofenden gratuitamente, me menosprecian, etc.   Cada cual opina lo que le viene la gana de mí.

Miguel estaba tan interesado en desenredar este problema, que estando enfermo con fiebre, se llevó el capítulo de la Señora Elena, donde él cree encontrar la "RAIZ" de mi problema y su respuesta.

También de mis eternos amores "platónicos", que yo los necesitaba para mi autoafirmación.   Yo necesitaba esos "ETERNOS HALAGOS", piropos, galanterías, alabanzas, para poder creer en mí.   Para eso los necesitaba.

Mi esposo me ama como soy, no necesito hacer nada para que me ame;  por eso, no sufro si no me dice piropos ni halagos.  Él me quiere igual arreglada que en pantuflas, sana que enferma, no necesito hacer ningún mérito.

-         Él”, dice Miguel, es una fuente clara, cristalina, que fluye constantemente, sin parar; no estruendosa, ni inconstante, ni desparramada, ni gigantesca, pero sí constante: pase lo que pase, ahí está él”.

Yo en cambio, como dice mi MAESTRA, porque a MAESTRAS sí que hay que prestar oído, y no a cualquiera.  Ella dice aquí, lee Miguel:

-  “Algo IMPRESIONANTE.   Que tú entonces no entendiste, que es tu gran verdad:

"¿USTED CREE, QUE SE LE PUEDE HABLAR CON LA VERDAD, DE UN MOMENTO A OTRO, A UNA PERSONA QUE POR TRES AÑOS TIENE UNA PROFESORA INVALIDA Y NO SE DA CUENTA? ¿QUE SOLO ES CAPAZ DE VER "EMOCIONALMENTE" Y NO "PRACTICAMENTE?"
Miguel considera que ahí está la "CLAVE", en esas palabras de mi "MAESTRA"

-         "ESE ES TU PROBLEMA, ESE ES TU GRAN PROBLEMA"

-         “Tenemos que orientar la terapia, siguiendo las "HUELLAS", de una "GRAN MAESTRA" y tratar de enfocar la forma más adecuada de ayudarte”.

-         “Vamos a enseñarte a mirar las situaciones en forma más PRÁCTICA y beneficiosa para ti. No todo el mundo tiene la suerte de tener una MAESTRA en la vida, hay que aprovechar su sabiduría ¡Ella te conocía muy bien!

Por eso quedaste tan mal con ella, porque tú percibías su AMOR VERDADERO y lo que te valoraba y quería ayudarte como una madre.

¡Pero tú, con tu desconfianza del afecto de los demás, porque nunca te sentiste amada ni valorada por tus padres, NO LE CREISTE, ni aun crees a nadie que te pueda querer de verdad, ni a tu esposo, que está demostrándotelo día a día por treinta y nueve años!

Tienes que aprender a controlar tus "EMOCIONES", "OBSERVAR" primero, hacer caso de tu poderosa INTUICION DIRECTA, como lo hiciste con el "JARDINERO", percibiste el MAL, y él también te PERCIBIO, porque "EL MAL PERCIBE AL BIEN Y LO REPUDIA", como lo hizo el jardinero” (Esta historia del jardinero viene más adelante)

Yo argumenté que esa vez, solamente, tuve esa fuerte percepción, nunca más.

-         "Estas equivocada"- dijo Miguel, "esa percepción la tienes SIEMPRE, por eso te atacan las personas, que algún MAL persiguen, te atacan, te quieren aniquilar.

-         "OCUPA TUS FACULTADES, NO LAS MENOSPRECIES, SÁCALES PROVECHO A TU FAVOR.  ¡NADIE HE CONOCIDO YO, CON TANTAS APTITUDES Y CON NINGUNA CONCIENCIA DE TENERLAS Y VALORARLAS! ¡Y A NOSOTROS NOS IMPRESIONA!"

Ellos me ofrecieron ayudarme a valorarme, a continuar la terapia conmigo juntos.   Miguel y Fabiola, a mí solamente continuaron atendiéndome juntos, para ayudarme en forma efectiva. (Coterapia)

Esas personas se sienten desnudas ante mí, perciben que las "conozco" y se "defienden", sin que yo les haga nada, según Miguel.

Me temen, quieren eliminarme. Igual que el jardinero. ¡Me perciben como alguien capaz de conocer su alma! se ponen a la defensiva como el jardinero.

DEBO TOMAR CONCIENCIA DE ESTE DON Y CON ESTO COMENZAR LA TERAPIA DE APOYO

Es como aprender a usar mis cualidades perceptivas hacia el otro, en mi beneficio

-         "Aprender a manejar mejor la "MALICIA" de algunas personas que agreden tal vez un poco lo que te dijo tu catequista: QUE YO ERA UN POCO NIÑA.

Por eso no olvidaste a esa MAESTRA, porque sabías que ella te quería bien y no creíste en su sinceridad, porque no tenías experiencia de amor de nadie.

Ella te quería a ti como su hija y a su hija como su alumna.   ¿Entiendes?

Ella te quiso dejar su legado como MAESTRA, quería que tu continuaras sus enseñanzas, no las otras que sabían más que tú; ella te "eligió" a ti.

¿Por qué?, porque te PERCIBIO, te "conoció", sabía  que tú tenías el "talento pedagógico y el amor a la enseñanza que ella andaba buscando"

Tú no le entendiste entonces, pero ahora sí lo entiendes.   Parte de esta "ANCLA", hacia adelante la opinión de una gran MAESTRA, para la cual tú valiste a tal punto, que te quiso tener como su hija”.

MIGUEL Y FABIOLA

 



VIDEO DE MI MAESTRA ELENA WAIS "SEGUNDO TERREMOTO"
INTERPRETE PIANO: ANTONIETA MONTECINOS
COMPOSICION 2010



MI MAESTRA ELENA WAIS "LA RECONCILIACION"
INTERPRETE PIANO: ANTONIETA MONTECINOS
COMPOSICION 2010

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sábado, 27 de noviembre de 2010

JUVENTUD 20-29 AÑOS CAPITULO 55: "LA MAESTRA ELENA WAISS"




"LA AUDICIÓN" SRA.   ELENA" 1961, 21 años


            Me animé.   Como decía mi hermana yo no iba a competir, sólo a conocer su valiosa opinión.

            Fui y me inscribí para audicionar.

            Cuando vi que había veinte pianistas del Conservatorio, súper avanzados, y algunos niños, me quise devolver; pero después pensé, total, me sirve para escuchar tocar a los pianistas: tocan maravilloso.

            Cuando vi entre ellos al propio Roberto Bravo, el pianista estrella del Conservatorio, y más allá divisé a Pedro Cano, que me miró extrañado y no me habló.

            Yo estaba relajada porque, al ver esa competencia tan desigual, por supuesto, yo no tenía la menor esperanza.   Eran cuatro vacantes para veinte postulantes.

            Yo lo tomé como un concierto gratis.

            Empezaron a pasar los pianistas a la entrevista con la señora Elena, durante tres días.   Al fin, me toco la última a mí.

            Toqué la puerta y escuché una voz decidida:

-         "¡Entre!".   Yo entré, y me dijo: "Acérquese".  
-          
Y tenía mis estudios en un papel en su mano y todo mi corto curriculum.

            Era una mujer de rostro judío, seria, y que estaba sentada junto al piano.

-         “¿Qué me dice?, dijo.   ¿Por qué quiere estudiar conmigo?
-          
            No hallaba qué responderle, su apariencia era atemorizante y su voz cortante.   ¡Me puse tan nerviosa! Y respondí:

-         “Yo, en realidad, venía sólo para que usted me escuchara y me diera su opinión, porque yo sé que usted es la mejor maestra de piano de Chile.   Yo sé que es absurdo haber venido, siendo tan grande, pero siempre quise estudiar piano y mi padre no me dejó.   Además, vine por mi cuenta: nadie sabe que estoy aquí y, por supuesto, no tengo dinero.   Mis dos anteriores profesoras, me hicieron clases gratis.   Yo solo vengo para saber su opinión”.
-          
            Ella me miró atentamente, luego tomó mi mano, la extendió, toco mis palmas y las apretó, me echó luego los dedos hacia atrás.

-         “Bueno”, dijo, “siéntese al piano”.
-          
            Era un piano de cola Stanway´s Sons, el mejor piano del mundo, con un sonido que parecía terciopelo.

-         “¡Toque lo que sabe tocar!”
-          
            Entonces yo toqué una Sonatina de Clementi de memoria.   Gracias a Dios, no me equivoqué en nada, a pesar de mis nervios.   Luego me dijo:

-         “¿Qué más puede tocar?”
-          
            Como no venía preparada, no sabía nada más de memoria.   Además, pensé que con una pieza que tocara ya me podría dar su opinión, no pensé que me pediría más.

-         “No traje nada más de memoria, porque recién hace dos días que supe que usted estaba audicionando”.
-          
            Yo vacilé, pensé tocar la misma composición mía que le toque a la señorita Elisa Gayan.   El Mar, pero no me atreví a decirlo, que era una composición mía.

            Me miró que vacilaba y me preguntó:

-         “¿Cuál es el problema?”
-          
-         “Es que yo no sé si a usted le parece bien que toque una composición mía, porque no traigo nada más memorizado”.
-          
            Me miro con sorpresa y dijo:

-         “¿Usted compone?”
-          
-         “O sea, sí, pero sólo tengo la música en la cabeza; todavía no he aprendido a escribir música, apenas llevo tercer año de teoría”.
-          
-         “Entonces tóquela” - dijo seria.
-          
            Toqué El Mar, estaba tan concentrada, que me abstraje de ella.   Cuando terminé preguntó:

-         “¿Tiene alguna otra?”
-          
-         “Sí”, respondí, “varias”
-          
-         “Toque alguna
-          
            Toqué entonces Nostalgia, que era la más reciente.   Salió bien, sin equivocaciones.

            Cuando terminé le dije:

-         Esta se llama Nostalgia, y perdón, me olvidé, la otra se llama El Mar
-          
-Ya lo comprendí, dijo, “la debusiana”.

            Y dijo lo mismo que me dijo la señorita Elisa Gayan, que era debusiana.

            Yo, en cuanto terminé, esperé su opinión, pero ella no dijo nada.   Sólo dijo:

-         “Venga el próximo jueves, a ver la lista de admitidos”
-          
            Yo no alcancé a replicar y me dijo:

-         “Dígale a mi secretaria que por hoy, ya no escucharé más.   Puede retirarse”.
-          
            Era una persona que no expresaba ningún sentimiento; tampoco dio ninguna opinión de nada.

-         “Adiós”, dijo
-          
-         “Adiós”, respondí y salí.


                 "LA  LISTA,  SRA.  ELENA  WAISS" 1961-1967, 21-27 años

            Creo que esos dos días de espera, fueron un siglo para mí.

            Estaba ansiosa, a pesar de que sabía que no tenía posibilidad y, además, no me había dado opinión alguna.

-         “¡Cálmate!, ¡si sólo fuiste para que te diera una opinión!”
-          
-         “Si supieras, había veinte pianistas: estaba Roberto Bravo, Pedro Cano, unos niños que tocaron fantástico, y yo ahí, haciendo el papelón, y al fin, no me dio ni media opinión”.
-          
-         “Yo sé que te va a encontrara talento, si tú sabes que el problema es que no empezaste de pequeña, tú lo sabes.   Aunque has avanzado de forma portentosa en pocos años”.
-          
            Llegó el día jueves, de los resultados de la lista, y cuál no fue mi sorpresa que de los veinte pianistas, sólo había cuatro nombres en la lista.   Todos veían la lista desconcertados y preguntaban quién era MARIA ANTONIETA MONTECINOS.

            Yo, cuando escuché mi nombre, me quise desaparecer.   ¡No lo podía creer! Leí y releí la lista, no podía creer que figurara en ella.   Y no estaba Roberto Bravo, ni Pedro Cano, sólo dos niños, otro nombre que yo no conocía.

            Abajo de la lista decía:

            "ESTOS ALUMNOS DEBEN PRESENTARSE EL LUNES A UNA ENTREVISTA CON LA DIRECTORA, SEÑORA ELENA WAISS, A LAS CUATRO DE LA TADE"

            Me fui apurada, porque no quería que Pedro Cano me viera, ni Roberto Bravo.   Porque eran los únicos que me conocían.   Me fui a la casa feliz, llena de gozo.

            NUNCA HABIA ESTADO TAN FELIZ DESDE MI INFANCIA

            Se lo conté a mi hermana, ella se emocionó y me felicitó:

-         “¡Viste, tonta! Y tú no querías ir.   ¡Tienes que creer en ti misma!”

            Cuando fui el lunes, nos empezaron a llamar, uno a uno, a la entrevista.   Todos los pianistas avanzados quedaron rechazados, porque era muy difícil quitar las malas costumbres adquiridas por tantos años y arreglar una mala técnica en un alumno tan avanzado.

            Según ella, dijeron "que no estaba para arreglar curcunchos"

            Así es que Pedro Cano quedó descalificado por mala técnica, Roberto porque tenía costumbres que a ella no le gustaban: se movía mucho al interpretar, levantaba en creces las manos y además, no le encontró un gusto refinado.

            Le dijo que lo había visto en algunas fiestas del Conservatorio y tenía una inclinación por la música popular, mezclada con la clásica, dándole un aire de payaso del piano, que ella no quería para sus alumnos; que los sentimientos había que expresarlos, sobriamente con el cuerpo, no en forma dramática.   Le dijo que siguiera su vocación, que tenía muchas condiciones, pero no era el tipo de expresiones de su escuela.

            De los alumnos de cursos avanzados del Conservatorio, sólo uno quedo, Fernando Thorm, que tenía quince años y era de su agrado y muy talentoso, más dos niños pequeños de seis y siete años, realmente excepcionales: Enrique Baeza, de séis años, otro niño, y yo, que tenía veintiún años y cursaba apenas quinto año de piano.

            Yo esperaba afuera, que me tocara la entrevista con la señora Elena.   Me restregaba las manos de los nervios, por la espera.   Finalmente me llamó a mí.   Toqué la puerta.

-         “Entre”, respondió “Acérquese, siéntese aquí”.
-          
            Y me pasó una silla.   Tomó un cuaderno, donde tenía anotadas las veintiséis entrevistas y audiciones.

            Buscó la página con mi nombre y leyó:

-         “María Antonieta Montecinos, supongo que está usted enterada de que quedó entre los cuatro alumnos aceptados”.
-          
-         “Sí, señora Elena”,  respondí, “pero...”
-          
-         “Nada de peros.   Está usted aceptada y punto”, dijo categórica “Sus clases serán los jueves de cuatro a cinco de la tarde.   Debe llegar diez para las cuatro, para lavarse las manos, hacer precalentamiento con los dedos, entrar, colgar sus cosas en el perchero y dejar sobre mi mesa un cuaderno que le pediré y sus textos sobre el piano, de manera que a las cuatro en punto será su clase.   Tiene que traer los siguientes libros de música…”
-          
            Me pasó una lista y un cuaderno de matemáticas cuadro grande.

            Yo, apenas me salió la voz, dije:

-         “Pero señora Elena...”
-          
-         “Nada de peros”, insistió enfática.   “Puede retirarse.   ¡Ah! Y soy muy exigente en el horario de llegada, no se olvide de que tiene que llegar diez minutos antes y prepararse como le dije”
-          
            Me volví aturdida, no me dejó preguntarle sobre el dinero, yo ya le había explicado que solo iba para que me escuchara, yo no podía ni soñar en pagar sus clases.   Parecía como que no me había oído.   ¡Cómo iba a ser esta cosa! Me decía para mí.

            Me fui a casa, le conté a mi hermana, a nadie más en la casa; no les dije nada porque creía que estaba soñando y este sueño rápido se iba a romper, cuando le dijera a la señora Elena que no le podía pagar.

            Mi hermana me aconsejo, por seguridad, no renunciar todavía a María Penjam, hasta que estuviera todo claro.





 

"MI  PRIMERA  CLASE  CON  ELENA  WAISS"

 Llegué puntualmente diez para las cuatro, como me había dicho.   Fui al baño, hice mi calentamiento y entré.   Puse mi bolso en el perchero, el cuaderno sobre la esa y mis textos sobre el piano.   Ella daba las últimas instrucciones al alumno que estaba antes.       Recién, cuando el alumno se fue, me saludó.

-         “¡Buenas tardes!, ¿me trajo todos los textos?”
-          
-         “Sí, señora Elena”, respondí
-          
-         “Siéntese”.
-          
            Tomó mi cuaderno y comenzó a tirar unas rayas paralelas, dividiendo el cuaderno en técnica, 000000, Románticos, Clásicos, Modernos.   O sea, clasificó el cuaderno en cinco partes.   Luego anoto: Fecha inicio -fecha término - memoria y termino+memoria+fecha.

            Luego explicó: los estudios que decían "término" quería decir que ya estaba terminado de trabajar.   Ella apuntaba la fecha de término, o sea, ese estudio ya estaba dominado.

            Los que decían "término+memoria", quería decir que lo tenía que memorizar, para interpretarlo a fin de mes ante la comisión examinadora de la escuela.

            Quedaba incorporado a mi programa del mes.   Para ello debía trabajarlo diariamente, memorizarlo y dárselo clase a clase.   O sea, tenía que memorizar cinco estudios en un mes, sin contar los cinco estudios semanales, que me iba tomando ella, aparte, eran de la materia "estudio".

            Iba con nota, que ponía la comisión mensualmente, por supuesto que su nota valía el cincuenta por ciento.

-         “Usted entrará en calidad de becada total, no tendrá que pagar nada, mientras saque veinticinco puntos en total en los exámenes mensuales.   Pero si baja un mes a veinte puntos, tendrá sólo tres cuartos de beca.   Si baja quince puntos, tendrá media beca, y si obtiene menos de eso perderá su beca.   ¿Entendido?”
-          
            Luego me anotó en el cuaderno los primeros estudios que tenía que estudiar para la próxima semana, se despidió y dijo:

-         “¡Que le vaya bien, estudie mucho, conserve su beca!”
-          
            Yo, emocionada quise abrazarla y agradecerle, pero ella me interrumpió y dijo:

-         “Ya está, debe irse porque viene el siguiente alumno”.
-          
            Yo me apresuré a salir.

            Muy desconcertada por su frialdad, de no permitirle ni siquiera darle las gracias.   Recordé en su actitud a la madre Sotomayor, que jamás permitía que le agradecieran nada.

            Me fui pensando en el camino: esta profesora es terriblemente exigente.   Tener que saberme mensualmente cinco estudios de memoria, sin contar el repertorio que tendría que estudiar clase a clase.   ¡Mejor no le digo nada a la señorita María Penjam, porque si no puedo mantener la beca me quedo en el aire!

            Todos estos pensamientos me angustiaban durante el trayecto cuando le conté mis temores a mi hermana.   Me aconsejó no salirme al tiro de sus clases, sino que ella le iba a decir que no podía asistir en dos meses, porque me tenía que operar.

            Así me quedé más tranquila.   Luego le conté a mi madre y ella se puso muy contenta.

-         “¡Con Elena Waiss, caramba, y clases gratis, si esa escuela es particular y muy cara! Tendrás mucho que estudiar.   No le diremos nada a tu papá porque va a creer que tendrá que pagar.   ¡Se trata de matarte estudiando y conservar la beca!”, dijo lo más contenta y orgullosa que la había visto en toda mi vida.



"TERREMOTO ELENA  WAISS,  UNA  MUJER  ADMIRABLE" 1964, 24 años


            Un día estaba dando mi clase de piano con la señora Elena Waiss.

            Empezó un temblor tan grande, que parecía terremoto.

            La sala de la señora Waiss estaba en un segundo piso, y las lámparas de lágrimas se estrellaban unas con otras ¡Todo se movía!

            Afuera se escuchaban los gritos de profesores, y alumnos:

-         "Terremoto, terremoto", gritaban.   Y se escucha que bajaban en tropel las escaleras.
-          
           Yo me quise parar y ella me dijo:

- “Siga, siga tocando”.

            Yo seguía tocando a trompicones.

            Cuando vino el segundo zamarrón, mucho más fuerte que el primero, yo me pare, salí corriendo y le grité.

-         “¡Vamos señora Elena, corra, que esto parece ser un terremoto!”
-          
            Ella, muy sentada en su silla me gritó perentoria:

-         “¡Vuelva al piano! ¡Qué clase de alumna es usted que no es capaz de controlar sus emociones, y se deja llevar por unos gritos de histeria!”
-          
            Yo, desesperada, insistí, la tomé de un brazo, tratando de tirarla, ella me quitó fuertemente su brazo y me dijo indignada:

-         “¿Cómo pretende hacerme correr?, ¿Que no ve que soy coja?”
-          
            ¡Me llevé una impresión tal, que no lo podía creer! ¿La señora Elena, coja? Yo llevaba como alumna suya tres años, y jamás me había dado cuenta de que la silla que usaba era una silla para inválidos.

            Como siempre estaba haciendo clases, sentada, jamás la vi andando en su silla de ruedas.   Además siempre usaba como un chal que le cubría las piernas.

            Para mí era tan impresionante su personalidad fuerte, tranquila; rara vez perdía el control.   No como la señora María Penjam, que cuando se enojaba me golpeaba las manos, me tiraba la tapa del piano en  mis manos  tiraba los textos por la cabeza de los alumnos.

            Ella no, era todo cerebro racional, sus emociones las manejaba ella, muy bien.   Si el alumno no sabía su lección, no perdía un minuto retándolo o repasando algún pasaje para aprenderlo en clases, ni se enojaba.

            Simplemente lo mandaba de vuelta a casa y no le hacía la clase y lo mandaba a estudiar.   Ella no estaba para escuchar alumnos que no habían estudiado lo suficiente para la clase.   Y la clase igual la cobraba.   Hasta que el alumno o estudiaba o se cambiaba de profesora.   Todo lo solucionaba con cabeza, con calma, sin agitación.   Podría decir las cosas más terribles, con toda calma.

            La verdad, para mi, ella era mi ídolo, la maestra perfecta, inteligente, directa, práctica, pedagógica, decía sus opiniones libremente.

            Ella era una sabia para mi, para todo tenia una solución.   Fría de carácter, nunca emitía elogios, muy rara vez.

            Exigía la perfección máxima en cada ejecución.   Yo me sentaba al piano y sólo estaba pendiente de sus palabras, sin perderme ni una.  

            ¿Qué tiempo iba a tener para mirarle las piernas?

            Una estaba pendiente de sus correcciones, de sus consejos inteligentes.

            ¿Quién iba a preocuparse de sus pies?

            Después supe, que ella tenía una enfermedad degenerativa, que cada día le avanzaba lentamente, hasta dejarla totalmente impedida y, finalmente, postrada en una cama: ese iba a ser su futuro.   ¡Por eso ella no perdía ni un minuto de su tiempo!

            ¿Cómo iba a imaginar que ese coloso de mujer que pasaba sentada enseñando de ocho de la mañana hasta las ocho de la noche y los sábados, por la mañana, enseñando todo el día sin muestras de cansancio, que jamás hablaba de ningún dolor ni se enfermaba nunca, porque nunca faltaba a ninguna clase, fuese a estar tan enferma?

            Me quedé sin palabras cuando me gritó indignada:

-         “¿Cómo quiere que corra, si soy coja? ¿Que no ve?”
-          
            Yo no hallé qué decirle.   Para mí, el TERREMOTO MAS INTENSO, ERA EL TERREMOTO INTERNO QUE ESTABA VIVIENDO, superaba con creces al externo.   Se me quitó instantáneamente el pánico al temblor.

            Sólo sentí un gran dolor en el pecho y las lágrimas se me agolparon, la tomé por la espalda, poniendo mis manos sobre sus hombros, y dije temblorosa:

-         “Disculpe señora Elena, que sea tan estúpida, que en tres años, siendo su alumna, no me había enterado que estaba en silla de ruedas”.
-          
            Oprimí sus hombros con fuerza y mis lágrimas cayeron en su cabello y en su rostro.

-         “Perdón, no he querido ofenderla, para mí usted es la maestra perfecta, jamás puse tensión a sus piernas, sólo a sus lecciones, sus enseñanzas, como si sólo existiera su espíritu, su mente, no su cuerpo ¡Usted hace olvidar al alumno sus limitaciones físicas, jamás nadie la piensa como enferma! Una sólo quiere seguirla, imitarla, admirarla, pero no tenerla por enferma”.
-          
            Ella estaba emocionada también, al verme tan quebrantada y llorosa, pidiéndole mil perdones.   Y me tomó una mano de su hombro, y rápidamente, sin volverse casi, la quitó y dijo:

-         “Ay, María Antonieta, no se preocupe, yo la conozco bien, yo le creo.   Vaya tranquila”



"UNA  VOZ  LLAMA  DESDE  LO  PROFUNDO" 1965, 25 años


            Dios me habla en los acontecimientos de gran dolor.   Esta situación me llevó al SAGRARIO  a rezar, a pedirle a Dios, que me ayudara, que me consolara en mi angustia y escribí:

Al Crucificado


Mi alma va  y viene,
Viví en dos distintas vidas,
Yo voy aquí y allá,
Viendo mil alegrías

Cantando canciones de mil colores.
Pero esta tristeza,
Que me viene a veces,
Este silencioso dolor,
Es porque Tú estás conmigo.

Y a veces me hablas, claro
E interrumpes esta vida mía.

Entonces yo me quedo escuchando
Tu voz,
Y sólo deseo ir contigo,
Por los senderos sin fin,
Donde sólo Tú, eres mi dueño.



"SEÑORA  ELENA  WAISS,  MIS  ALUMNOS  DE  LA  ESCUELA" 1966, 26 años

            Un día fui a clases y ella me presentó dos niños a los cuales yo les iba a hacer clases de piano.

            Eran alumnos de segundo y tercero de la Escuela Moderna.

-         “¿Cuando tienes tiempo libre, tú?”,  me preguntó sin que yo siquiera saliera de mi asombro.  
-          
-         “Mira, Juan tiene problemas de ritmo, hay que trabajarlo; pero el hermano, Diego, es estudioso, pero no sabe organizar su estudio.   Necesita ayuda para que saque el mayor provecho de su tiempo, y trabaje sólo las dificultades.   Tú sabes muy bien hacer eso, y repasar técnica a los dos.   Sus padres quieren clases particulares en su casa, y yo te recomendé a ti como mi pasante.   Viven en la Dehesa.   ¿Cuándo podrías ir?”
-          
            Yo trague saliva, respondí:

-         “El jueves, no tengo tanto estudio”.
-          
-         “El jueves a las cuatro”,  dijo ella.   “Pórtense bien”.
-          
            Salieron ellos y de inmediato dije:

-         “Pero señora Elena, yo no tengo idea donde queda la Dehesa”
-          
-         “No te preocupes, el chofer te llevará y traerá de vuelta.   Él estará a las tres y cuarto en tu casa.   ¡Ah! y tú, no les vas a cobrar, ya les he cobrado yo por hora de cuarenta y cinco minutos pedagógica”.
-          
            Una cifra, que ahora no recuerdo, pero era para mí estratosférica.

-         “Tienes que empezar a practicar con la enseñanza”, dijo “Con seguridad, sin miedo, con autoridad y ni un minuto mas allá de los cuarenta y cinco minutos estipulados, sino, ni los niños ni los padres te respetarán.   ¡A poner en práctica todo lo aprendido! ¡Estoy segura de que lo harás muy bien! ”
-          
            Fue pasando el año, y los alumnos que ella me pasaba iban en aumento.   Tanto los alumnos como sus padres, estaban muy contentos con los resultados y le decían a la señora Elena que yo era una excelente pedagoga.

-         “Por eso se los mandé”, era su respuesta.   “Por su excelencia”.
-          
            Se suponía, según la señora Elena, que esta ayuda pedagógica iba a ser por un tiempo, para ponerlos al día.   Pero el tiempo iba pasando y ella siempre tenía pretextos para prolongar las clases.   Y ellos, tampoco querían dejarme.   Padres y alumnos estaban felices de cómo había mejorado el rendimiento, de tal forma que no pensaban dejarme.   De notas mediocres pasaron a seis o sietes en las audiciones y mejoraron notablemente su técnica.

            Pero el problema, que cada alumno nuevo que ella me enviaba, me significaba un aumento de esfuerzo de estudiar para mí, porque cada vez tenía menos tiempo para estudiar yo, y como para mantener la beca, tenía que mantener mis veinticinco puntos, llegó el momento en que me sentí francamente agobiada.   A veces me levantaba a las siete de la mañana a estudiar.   Hasta un alumno de cuarto de ingeniería, me mandó, que iba en mi mismo curso.   Los dos cursábamos séptimo de piano.

            Era un alumno nuevo de la señora Elena, que estaba en las mismas condiciones que yo, becado, y adulto con talento.

            Al principio, él no quería tomar clases conmigo, porque estábamos en el mismo curso.

            Pero la señora Elena consideraba que yo podía enseñarle lo que ella consideraba que le faltaba.

            Yo le rogué que lo tomara otra persona, porque él no quería, y yo me sentía mal de enseñarle a un alumno de mi mismo curso.

            La señora Elena me dijo:

-         "O te acepta a ti y tú a él, o no continúa en clases conmigo.   Que él elija.   Yo hablare con él"
-          
            Al día siguiente me llamó y me dijo que Sebastián tomaría las clases, pero como no quería que yo perdiera tanto tiempo en ir a su casa, vivía lejos, entonces le haría clases en la escuela.

            Acepté, porque me hacia perder menos tiempo.

            Comenzamos las clases con Sebastián.   Él, al comienzo, me miraba con recelo, pero yo ya estaba aleccionada por la señora Elena, y tenía autoridad y conocimiento de lo que ella quería que le enseñara.

            Así es que, poco a poco, se fue mostrando más contento y aceptándome mejor.   Veía sus progresos y la señora Elena lo felicitó por sus avances.

            Sebastián tenía talento, era rápido para captar y muy práctico para estudiar: avanzaba rápido.

            Sólo le faltaba más técnica e interpretación, era muy frío, como buen matemático.

            También me gustaba mucho enseñar.

            Ahora mis padres estaban muy contentos con mis estudios de música; estaba ganando mucho dinero y me iban a buscar y dejar en esos elegantes autos.

            Yo también estaba contenta, porque a mí siempre me ha encantado enseñar, lo hice de pequeña, y siempre gratis.

            Por ese lado, era un gran gozo y honor para mí, ser pasante de Elena Waiss y además ganar un dinero enorme, para mí.

            Fuera de la satisfacción del reconocimiento de la señora Elena, también tuve el reconocimiento de otros profesores de la escuela como una estupenda "pasante".

"MI  PRIMERA  DESILUSION  DE  LA  SEÑORA  ELENA  WAISS" 1965,  25 años


            Sucedió que cuando vino el tiempo que estaba estudiando mucho y me agoté, comencé a bajar mi beca a tres cuartos de beca en la Escuela Moderna.

            Mi madre tenía que pagar un tanto, que era difícil para ella.

            Un día fui a pagar a secretaria y me dieron un comprobante que yo guardé en mi bolsillo.

            Pero sucedió que cuando fui a pagar el mes siguiente la secretaria me dijo que debía el mes anterior, que no figuraba como cancelado.

            Entonces, yo le aseguré que sí le había pagado, y que ella me había dado un comprobante.

-         “Tráigalo”,  me dijo.   Y me llevó donde la señora Elena a narrarle su problema.           Era una señora que hacía como treinta años que trabajaba en la Escuela
-          
Moderna y ya estaba bastante avanzada su miopía; pero la señora Elena le tenía mucha confianza y consideración.

            La señora Elena escuchó tranquilamente.   A ella le parecía imposible que la secretaria se equivocara porque tenía tanto tiempo trabajando allá.   Entonces me dijo:

-         “Traiga usted la boleta de pago y se acaba el problema, cualquiera de las dos se pudo equivocar”.
-          
            En vista de lo cual, la secretaria se dedicó a desprestigiarme con otras profesoras y hasta alumnos, que me miraban como ladrona.

            Decidí buscar la maldita boleta, por todas partes, todos en mi casa buscándola y no apareció.

            Estaba desesperada con la idea de que la señora Elena desconfiara de mi honradez, eso era lo que mas me dolía.

            Repasé todos los movimientos que hice el día que pagué, pero nada ¡La boleta no aparecía!

            Fue mi madre a conversar con la señora Elena y le dijo que yo era una persona muy honrada, que estaba muy afectada por esta situación, de no encontrar el comprobante, y que estaba sufriendo mucho porque ella estaba dudando de mi palabra

            La señora Elena dio por terminada la situación, que volviera no más a clases, que dejáramos así no más el asunto.   Pero ni la secretaria admitió que no se aclarara el asunto ni yo.

            Así es que ninguna de las dos quedamos conformes con la solución.   Ninguna de las dos aceptaba que había mentido.

            Yo no quise volver a las escuela y sentía una impotencia tan grande que no podía dormir.   Tanto revisar dónde pudo haber quedado ese comprobante.  

Lloré y lloré y no había nada que me consolara.    Como a los quince días después de este mal entendido, fatal para mí, porque había perdido a la mejor maestra que existía en América; tenía el honor de ser la única alumna adulta, que iba en sexto año de piano con ella; me llamaron por teléfono de la Escuela Moderna, yo creí que era la secretaria, pero era la propia Elena Waiss, en vivo y en directo.

            ¡No lo podía creer! ¡Pero si ella no llama nunca a nadie por teléfono!

            Siempre estaba ocupada haciendo clases ¡Pero era ella!

-         “¿Aló?”, dijo “¿María Antonieta?”
-          
-         “Sí, señora Elena, soy yo”
-          
-         “Necesito que venga, por favor, a conversar conmigo a las cuatro”.
-          
-         “Está bien”, respondí, “como con un nudo en la garganta”
-          
            ¿Que querrá decirme?   Pensaba

            Llegué a las cuatro, me invitó a pasar.

            Yo tenía las manos heladas.   Me tomó ambas manos y exclamó:

-         “¡Criatura, tiene las manos heladas!”
-          
            Yo esperaba con expectación.   Ella me dijo:

-         “Bueno, esto que le voy a decir es una cosa muy delicada.   Confío plenamente en su decisión, que esta conversación no pase de nosotras dos”
-          
-         “Sí, señora Elena”,  respondí  “Puede confiar en mí”.
-          
            Entonces ella, que siempre fue muy directa, dijo:

-         "Hemos cometido un error, por causa de un error yo no estoy dispuesta a perder a una alumna que ya ha avanzado tanto, con sus excelentes notas por tres años.   Sucede que Rebeca tiene un problema grave en mi opinión, se está quedando medio ciega.   ¿No ha visto usted los lentes gruesos que tiene que usar? Ella es una persona de confianza por treinta años en la escuela; yo no le he pedido que renuncie porque resulta muy penoso para mí, pero ya creo que ella tendrá que acogerse a una pensión por invalidez, porque no esta viendo prácticamente nada y ella no quería confesarlo.
-          
            Después de este problema con usted, me asalto la duda.   ¿No será que ella no habrá visto el recibo? Y entonces mande a una profesora de mi confianza, que revisara los archivos, después que ella se fue, ayer tarde.

            Ella revisó los pagos de la factura que usted decía que había pagado y encontró el comprobante de pago que decía cancelado.   Entonces comprendimos que ella, sencillamente, no lo vio y para mayor desgracia, usted había perdido su boleta.

            Mire, yo quiero que usted me perdone por haberle provocado esta molestia.   Esto es para mí, una situación muy bochornosa, que tendré que enfrentar con ella, aunque me duela.

            Pero le aseguro que ella trabajara aquí, no más de fin de año.   Le ruego que vuelva a sus clases, y en compensación por haberle provocado tantas molestias, quedará en calidad de becada total por el resto del año."

            Soltó mis manos y me miró.   Yo estaba llorando con la cabeza agachada.

-         “Para mí, señora Elena, peor que perder sus clases era perder su confianza y estimación, ¡eso era lo que más me dolía! Y además, ¿cómo quedo yo frente a los profesores y alumnos a quienes ella dijo que yo era una ladrona? ¿Cómo yo iba a engañar a una persona que me ha hecho tanto bien? ¡Y que yo quiero y admiro tanto!
-          
            Y me largué a llorar.

            Esos quince días de tanta tensión, explotaron en grandes sollozos, que no pude controlar.

            Ella me pasó unos pañuelos desechables y me dijo:

-         “¡Nadie ha lamentado más que yo esto! María Antonieta, tenga compasión de una pobre que está quedando ciega, vive sola, es soltera y no podrá trabajar mas aquí y no lo quiere aceptar.   Yo me encargaré de reunir a profesores y alumnos, para explicarles que esto ha sido un lamentable error, que nadie tiene la culpa”.
-          
-         “Está bien, señora Elena, usted también tenía todo el derecho de confiar más en ella, que la ha tenido treinta años, que en mí, que me conoce tres años.   Y yo que no pude encontrar mi comprobante de pago, ¡es comprensible!”
-          
-         “No, eso no.   Podrá ser que yo la conozca a usted hace tres años, pero jamás dudé de su honradez y lealtad a mí.   Yo la conozco muy bien, conozco sus valores, que admiro.   Su honestidad, su responsabilidad, su amor a la música, su cariño por mí, su integridad; yo pensaba que algún error debía haber.   ¿Estamos? El lunes la espero en clase un cuarto para las cuatro.   ¿Ha estudiado?”
-          
-         “No señora Elena, ni siquiera he podido dormir con este problema”.
-          
-         “Bueno, repase lo que alcance y estudie la memoria para fin de mes”.
-          
            Le di las gracias y salí.   Con una mezcla de orgullo, satisfacción, gozo, emoción, por sus palabras hacia mí y por volver con ella.   Esas palabras calaron en mi corazón, ella, que nunca alababa a nadie, hablándome esas palabras.

            Sentí que ella fue sincera, valiente, inteligente y misericordiosa en su manera de enfrentar la situación, sin herir a nadie.

            Llegue a casa, les conté todo a mi mama y a Alicia.   Todo había sido solucionado, volvería a clases con mi MAESTRA.




"SEÑORA  ELENA  WAISS,  MIS  SUEÑOS  ROTOS" 1967, 27 años

            Yo veía que todo era muy lindo, mis padres felices por el dinero, mi maestra muy contenta.

            Mis alumnos no me querían soltar y en sus casas los padres no hallaban dónde ponerme.   El reconocimiento general de la escuela, las profesoras, como una estupenda pasante.

            Yo me sacaba la mugre estudiando, para cumplir algún día, mi sueño de ser concertista.   Había avanzado mucho con la señora Elena, hasta dos años en uno hice una vez, pero poco a poco notaba que era cada vez mas difícil alcanzar la velocidad requerida en los estudios, con velocidad y mucha técnica.   Conocía la técnica, pero prácticamente no podía realizarla como lo hacían los niños  o los alumnos mas jóvenes, que empezaron a estudiar de pequeños.

            Yo comencé a desanimarme y agotarme de tanto esfuerzo por lograr mi meta.   Pero me daba cuenta de que mi meta de concertista se alejaba y con tanto alumno, el tiempo para estudiar se acortaba y yo debía esforzarme tanto para mantener mi beca, que me empecé a sentir enferma, triste, desilusionada, sentía que mis sueños no se cumplirían nunca.   Se estaba acabando mi esperanza.

            Cuando llegué a clases toqué sin ánimo, sin expresión, sin interés.   Me sentía triste, desalentada.   La señora Elena me preguntó qué me pasaba, por qué estaba tocando tan mal.

-         “¿Le ocurre algo, se siente mal? Está tocando sin alma, sin interpretación, sin expresión, parece que no eres tú la que estás tocando.   ¿Tuviste algún problema en casa?”
-          
-         “No”, respondí.   “Es que estaba escuchando tocar a Enriquito Baeza, que apenas tiene siete años, los mismos estudios que yo, a una velocidad admirable, con un entusiasmo extraordinario
-          
-         “¿Y qué?”,  respondió ella.   “Ellos llevan un camino, que quizás alcanzarán si perseveran, tú tienes otro camino, el de pasante mía hoy, y mañana el de profesora de esta escuela y alumna de Elena Waiss.   ¿No estás orgullosa? No hay muchos alumnos que puedan decir lo mismo.   Yo espero mucho de ti, espero que seas la profesora que continué mis enseñanzas y mi técnica en esta escuela.   Y mira que tú vas en séptimo y eres adulta y te prefiero antes que a otros alumnos que están terminando la carrera, pero que no tienen tu pedagogía, tu sensibilidad, tu instinto, tu amor, tu talento pedagógico.   Ya vez, la Mela, se va a retirar de piano, en el último año, porque ha visto que jamás será una concertista de la estatura de su hermana Ema Bronstein.   Va a estudiar a la Universidad y deja la música.   Pero yo a ella no le ofrecí este cargo, porque no tiene aptitudes pedagógicas y no ha logrado satisfacer mis aspiraciones pianísticas, tampoco.   En cambio tú, si perseveras, podrás terminar tu carrera, ser una excelente pedagoga, y ya estás teniendo en tan poco tiempo un gran éxito como profesora.   Estoy segura de que, con el tiempo, serás mucho más que eso, serás una verdadera maestra”.
-          
-         “¿Qué quiere decirme con esto, señora Elena, que yo no voy a ser concertista?, ¿que usted quiere que yo sea una profesora de piano toda la vida? ¿No me encuentra entonces aptitudes? Dígame, por favor, entonces ¿por que me tomó? ¿para ser profesora? Yo siempre se lo quise preguntar y usted nunca me lo dijo.   Yo, cuando vine a su audición, la primera vez, vine sólo para saber su opinión, si tenía talento; no para ser su alumna, eso ni pensarlo.   Yo sabía que eso era imposible a mi edad.   Sabía, por otros alumnos, que usted jamás perdía su tiempo.   De hecho, había aquí en la audición alumnos de talento y piano avanzado, que usted no quiso perder su tiempo en enseñarles, el mismo Roberto Bravo lo dijo, que "usted no perdía su tiempo en enseñar curcunchos, como Pedro Cano, ni tampoco a él, porque tenia mañas difíciles de quitar.   Pero me eligió a mí, que tenía apenas cuarto de piano y era una adulta, y no me dio ninguna explicación cuando me dejó como alumna suya y yo le insistí que sólo venía para que me escuchara y me dijera si tenía talento.   Así ha pasado el tiempo y yo con la ilusión de llegar a ser concertista, he estudiado y me he esforzado tanto; y ahora veo que todo ha sido en vano, porque desde el principio, usted sólo quería de mí una profesora, no una intérprete, como yo me siento.   Yo pensaba que seguía a brazo partido mi VOCACION.   Pero ahora me queda claro, que he sido una soñadora, una ilusa, que estaba ciega al creer que usted me dejó porque encontró en mí aptitudes, y como me apuraba y exigía tanto, yo me hice ilusiones falsas.   Ahora entiendo, estos alumnos, que usted me está enviando, que yo he tratado de atender, restándole tiempo a mis horas de estudio, que me están agotando las fuerzas, porque debo mantener mi beca y estudiar, de noche o muy temprano, sin entender por qué usted me estaba exigiendo tanto.   Ahora entiendo, usted lo ha dicho, desde el comienzo ya tenía pensado para lo que me quería, pero nunca me lo dijo"
-          
            Sentí que me iba a quebrar.   Retuve mis lágrimas y dije tristemente:

-         “Me siento traicionada, manipulada; señora Elena, ésta es la desilusión más grande de mi vida.   Nunca pensé que usted pudiera hacerme esto.   Si pensó así desde el comienzo, ¿por qué no me lo dijo antes?A lo mejor, si usted me hubiera "bajado de mi nube" desde el comienzo, con lo que me gusta enseñar, habría sufrido mucho, pero si usted hubiese sido franca conmigo, como siempre lo es con todos sus alumnos, hasta habría podido aceptar su propuesta.   Pero que usted, la persona que siempre dice la verdad de lo que piensa, que jamás oculta lo que piensa, aun haciendo sufrir a tantos alumnos como la Mela o Patricia Parraguez, por ejemplo, que ya están al fin de sus carreras y se han retirado, porque han visto frustradas sus ilusiones, porque no llegarán a ser concertistas exitosas, como usted les ha dicho.   ¿Por qué a ellas, que estaban al término de sus carreras, les habló con la verdad, y no a mí,  que apenas llevo séptimo y sin ninguna posibilidad de éxito?”
-          
            Ella escuchó pacientemente mi larga descarga y luego me dijo:

-         “Mire, María Antonieta, usted quiere la verdad de mí y me reclama porque antes no se la dije, se la diré.   Pero antes quiero que me responda esta pregunta: ¿habría estudiado usted como lo ha hecho, si desde el principio yo la hubiera "bajado de la nube", como dice? ¿Habría hecho usted todo este esfuerzo, si yo le hubiera dicho desde el principio mis intenciones? ¿Habría sido capaz, como me acaba de decir, de aceptar mi propuesta desde el principio? Póngase una mano en el corazón y responda con la verdad.   De todo el tiempo que la conozco, estoy segura que jamás habría llegado hasta aquí, sino que habría abandonado el piano y nunca habría conocido sus verdaderas capacidades, porque habría considerado por adelantado perdida una batalla y yo habría perdido a un gran valor artístico, humano, pedagógico, fuera que usted habría creído que sus estudios pianísticos fueron un fracaso, que usted no tenia condiciones artísticas.   Pero no, yo la vi a usted tan inmadura en el conocimiento de su propia valía y autoestima, que preferí no decir nada y esperar que usted sola lo comprendiera algún día.   Pero como veo, usted no ha comprendido nada, quiere que le hable con la verdad, como a los demás, está bien, lo haré, aunque lamentablemente, conociéndola, sé que no tiene aún la madurez para comprender lo que le diré.   Para mí, usted no estaba antes ni ahora preparada para escuchar la verdad, pero como ha interpretado tan mal mis intenciones, yo quería cuidarla, no herirla, hasta que madurara, pero las cosas se están dando así.   Usted me ha dicho cosas terribles, que trataré de hacer cuenta que no las oí, y perdonarla porque comprendo que usted tiene un problema grave de autoestima y no cree en la estimación que alguien le pueda tener.   Le diré por parte sus inquietudes y dudas: Primero, usted se pregunta por qué la deje, si no podría llegar a ser concertista y quise perder mi tiempo con usted y no con otros alumnos avanzados.   Yo le respondo a eso, que jamás consideré que con usted perdería mi tiempo.   Mi tiempo no lo pierdo, como bien le informaron los otros alumnos.   La dejé porque vi en usted un gran talento innato, que valía la pena cultivar hasta ver qué frutos podría dar.   Vi, que sus aptitudes, técnicas naturales, no estaban maleadas, como las de otros alumnos que se presentaron, era el camino más corto técnicamente.  
-          
No le dije que jamás llegaría a ser concertista por lo antes dicho: pensé que un día lo comprendería y, también, porque habría abandonado el piano, y eso, yo como sus anteriores maestros, que también la recibieron gratis, no lo podría permitir, porque quería de algún modo aprovechar y canalizar su gran talento artístico.   No es que yo, como usted me ha dicho, haya captado desde el principio que sería una pedagoga, y no se lo haya hecho saber intencionalmente, sino que las cosas se fueron dando.  

Segundo, según recuerdo, me dijo también que por qué a usted no le hablé con la verdad, como a Mela o Patricia.   ¿Usted cree que se le puede hablar con la verdad de un momento a otro, a una persona que por tres años tiene una profesora inválida y no se da cuenta? ¿Que sólo era capaz de ver "emocionalmente" y no "prácticamente"?

Yo le digo, antes que usted lo haga, porque sé que lo va a hacer, que como en esta conversación, todavía usted no esta preparada para "bajar de la nube" como usted misma dijo y no lo va a entender.

Lo que hará es salir de aquí y cerrar su piano para siempre y amputarse el alma.   Porque eso es lo que hará, como ha amputado miles de otros aspectos de su vida.

Yo no soy psicóloga, soy profesora, pero creo que usted, después de lo que va a hacer, después de salir por esa puerta, va a necesitar ayuda psicológica, que yo no puedo brindarle, y si no la recibe, se enfermara o le vendrá cualquier reacción inesperada.

Yo le he ofrecido, a mi parecer, lo mejor para usted, para que esté siempre relacionada con la música y la pedagogía, porque aunque usted no lo crea, su verdadera vocación es "enseñar", lo he descubierto con esta experiencia exitosa que ha tenido como pasante.

Es realmente la verdadera VOCACION que yo veo en usted.

Estoy segura de que toda la vida la estará ejerciendo, porque para usted esa es la verdadera vida: Enseñar.   El día en que usted deje de ejercitarla, amputara "completamente" su alma, más que si dejara el mismo piano.

El día que yo encontré esta solución, de hacer de usted una gran maestra, me encaminé hacia ese objetivo.   Le pido perdón por no habérselo hecho saber, es verdad, en eso tiene usted razón; pero creí que con la respuesta de sus alumnos y sus grandes avances, usted comprendería que su "vocación" iba por ahí.   Pero no ha sido así, lamentablemente.

Yo puse todo mi esfuerzo en enseñarle mi técnica, para que usted la traspasara a otros alumnos y fuera la alumna mía, que en un futuro me reemplazará cuando yo no esté.

No es fácil enseñar.   Dígame, ¿Cuántas buenas MAESTRAS ha tenido en la vida usted? Piénselo"

            La verdad, como ella dijo, no entendí nada.

            Dejé sus clases y cerré el piano para siempre.


"UNA VOZ LLAMA DESDE LO PROFUNDO
MI RETIRO DE LA ESCUELA MODERNA" 1967, 27 años.

            Quedé por mucho tiempo sin hablar con nadie, no abrí más el piano.   Me la pasaba encerrada con un dolor en el alma, tan profundo, que estaba segura de que no había palabra humana que me pudiera consolar.

            Solía caminar como sombra y sin rumbo.

            Era como un puñal clavado en el pecho.   Caminé, caminé, hasta llegar al SAGRARIO, a buscar un consuelo en Dios y al volver, escribí lo que sentí.


Amigo insistente

(Retiro Escuela Moderna)

1967


Amigo, el más perfecto de todo lo creado,
Extendiste tu mano hacia la mía,
En un estrecho vínculo de amistad.

La cogiste y luego la llevaste a tu corazón.
Toda mi carne y mi espíritu temblaron,
Y desde entonces, inquieta y anhelante estoy
Por este gesto tuyo.

Amigo, ¿por qué me buscas?
¿Por qué con esa rudeza me golpeas crudamente?
Y después apareces para gritar mi nombre,
Y se escucha tu MANDATO, aún más impresionante
¿En la tiniebla?

Amigo, tu dedo apunta ahora día y noche
Sobre mi cabeza.
Donde quiera que vaya,
Al abrir los ojos en la mañana,
Al cerrarlos por la noche.

Ahí esta tu MANDATO implacable,
Y tu dedo señalador.
Tantas veces he sido señalada
Por otros dedos imperiosos.

Por tantas criaturas que me han llevado
Por sus caminos,
Que han querido que las siga.
Pero mi pensamiento lejano,

Mi corazón endurecido,
Jamás pudo seguir ninguna voz.

Tú mismo, infinitas veces
Extendiste tu mano,
Me llevaste entre pétalos y azahares,
Cuando estaba tan...   tan agobiada.

Sin embargo yo, regalada e insensible,
Continuaba mi carrera sin parar,
Sin siquiera volver mi cabeza,
Sin ninguna ternura al AMIGO.

Ahora que estoy hundida en tinieblas,
Y el dolor rasga mis entrañas
Tú vuelves otra vez y me miras,
Extiendes tu mano hacia mí,

Pero sin comprender porque,
Por tu sola voluntad
Irrumpes como un látigo y me derrumbas,
Con este rudo golpe.

Perpleja estoy ante tu nueva visita.
Ahora mi corazón no es persuadido,
Sino forzado brutalmente
A entablar amistad y oír tu voz.

Amigo extraño, un día tú me besas,
Otro, me das con el látigo.
¿Qué quieres de mí?
¿Por qué tu dedo me apunta?

¿Que no ves, que no tengo ninguna condición
Para amarte?

Es extraño tu empeño,
Desconcertada estoy ante tanta insistencia.

Tú eres más fuerte que yo
¿Es que será más fácil que yo me entregue a ti,
Que Tú renuncies a mi conquista?



VIDEO MI MAESTRA ELENA WAISS Y YO 





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