Al Lector; por María Antonieta Montecinos

Esta biografía ha nacido de la necesidad, en primer lugar, de dar a conocer a mis hijos y descendientes, la historia de mi vida,...Leer Más>>>

viernes, 1 de octubre de 2010

Capitulo 50: “Mi primo Lautaro-El trauma”

    Este acontecimiento de mi primo Lautaro, yo lo bloqueé en mi mente, por toda una vida, hasta no recuerdo el año que ocurrió.
    Lo que narro aquí lo hago por recomendación de mis Psicólogos: Miguel Socias y Fabiola Soriano, que están haciéndome terapia hace1 año y comentan mi biografía “En búsqueda de mi identidad

   Ellos consideran importante abrir este capítulo cerrado de mi vida para mi sanación psicológica, poder enfrentarlo, analizarlo, aceptarlo y botar tanta “culpa y dolor”, de toda una vida, en referencia a lo que me ocurrió con Lautaro.

    Lautaro, era un joven encantador, muy buenmozo, moreno, tenía un color de piel, como si viniera de la playa, alto, de cabellos negros, crespos, sedosos, medio negro azulado, muy lindos. Tenía los ojos negros más bellos que he visto, unas pestañas largas, crespas, bellísimas. Sus mejillas rosadas y de labios carnosos.  Era un hombre bello, en verdad y muy sexy.

Cuando él pasaba, las mujeres, se daban vuelta a mirarlo, es más, cuando estuvo en E.E.U.U, las gringas al pasar, lo besaban en la calle. ¿Se habrá visto?
Era en verdad el hombre más atractivo que he conocido. Su Madre era también muy hermosa y su Padre. Yo siempre he sido una admiradora de la belleza, lo veía como un Apolo.

Lo curioso era, que él no tenía la menor vanidad de su hermosura, al contrario, no le daba la menor importancia, que lo piropearan.
   Para él todas las mujeres tenían algo bello; feas, flacas, gordas, viejas, chicas, pobres, etc. El decía que todas las mujeres tenían algo hermoso que había que saber descubrírselo. Pero, había excepciones, algunas, no le atraían.
Por dar un ejemplo divertido de su ingenuidad desconcertante, un día me llegó contando feliz: “¡prima, conocí una mujer con unos ojos verdes, maravillosos ¡”
Y cuando me la presentó, la joven tenía unos comunes ojos café y la sombra muy verde.
Yo me reí de él: “¡Oye Lauta, estas ciego, tu amiga tiene los ojos café y la sombra verde!”
¡Y no lo podía creer!

A pesar de ser tan idolatrado por el sexo femenino y tener tanta mala fama de mujeriego, yo me desconcertaba, al ver que era bastante “tontorrón” y hasta ingenuo, porque un día tuvo una polola, que lo engañaba con uno y otro, y él fué el último en enterarse.

¡Yo no podía creer que esa tonta, fea, ordinaria, fresca, mas encima engañara a mi primo!

Pero así fué.
Nosotros, nos veíamos todos los sábados con “la patota” en mi casa, a bailar rock.
Como él fue a E.E.U.U aprendió infinidad de pasos, que allá se conocían y él venía a ensayarlos conmigo. Yo era la pareja ideal para ensayar pasos, por lo liviana y delgada que era y como a Lautaro le fascinaba bailar, llegaba temprano a ensayar conmigo.

Pero, el problema era Augusto (ya hablaré de él en el capítulo numero 51)

Augusto se ponía furioso, cuando me sacaba a bailar Lautaro, hasta que un día hasta combos se agarraron (este hecho también lo relato en el capítulo 51).

Pero entre Lauta y yo, nunca hubo un pololeo, por más insistencia de su parte, yo jamás le creía ni una sola palabra, me reía de él y le decía: “Cállate, tú no eres más que un fresco”, solo bailemos y si insistes en tus galanteos te voy a echar de mi casa”

Pero él, nunca se cansaba de jurar que no había nadie como yo, que me admiraba tanto que jamás me faltaría el respeto, que él tenía un problema, un impulso que no podía evitarlo, que él sufría tanto, porque nadie le creía.

Yo entonces le decía: “muy bien, anda a solucionar tu problema con otra niña, conmigo, solo somos pareja de baile”

Y si insistía, lo volvía a echar y él volvía a pedir perdón.

Cada sábado llegaba de la Escuela Militar a bailar, luego volvía a su cantinela y yo volvía a responderle lo mismo: “otra vez tu historia, que sufres, que no lo puedes evitar ser un fresco y otra vez, lo echaba” y así cada sábado.

A veces, lo veía triste, hablaba que se sentía solo, que en verdad necesitaba mi compañía, se ponía muy triste. Entonces, yo dudaba, que en verdad, él, tenía algo físico, que no podía controlar, que lo hacía sufrir, como él decía.

Yo veía que para mí, Lautaro, era un “enigma”, si decía la verdad o era cuento, porque yo veía que él tenía buenos sentimientos, que era hasta medio inocentón, ¡no entendía nada yo ¡

Veía como trataba a su abuelita Zulema, con tanta ternura, la cuidaba, la besaba, la abrazaba, le llevaba el té, la hacia reír, le decía que era linda, maravillosa y ella, lo adoraba, era su nieto favorito.

   Era tranquilo de carácter, bondadoso, cariñoso. Verlo con ella, conmovía.
Tenía una dulzura especial en su mirada, yo no podía entender tanta contradicción.
Además era famoso por ser el único capaz de controlar los ataques de ira de tía Teresa (hermana de mi padre), que eran terribles, violentos, hasta con un palo le pegaba a su hija, cuando le venían los “ 5 minutos”.

Llegaba Lautaro con su “fórmula mágica” y listo, quedaba como seda. La abrazaba, le hacía cariño, le decía que era su tía favorita, que fuera a prepararle uno de sus exquisitos postres etc.
La acompañaba a la cocina, la ayudaba y Santo remedio, mi tía, volvía cantando y abrazando a Lautaro y pasaba toda su furia.
   ¡Yo me quedaba boquiabierta, el poder que tenía para dejarla tan tranquila!

   Lo que yo recuerdo de Lautaro, es en el tiempo, que nos juntábamos a bailar los sábados cuando era militar, tenía 24 años Lautaro y yo 18 años.

Luego, se cambió a la “Escuela de Aviación”.

Yo recuerdo que entonces iban al carrete, como se diría hoy, mayoría de uniformados: militares y aviadores.
¡Lo pasábamos genial!
Yo era muy solicitada para bailar pasos difíciles de rock, por lo liviana, incluso había pasos entre 2 hombres y una mujer etc.

Fue un tiempo corto, de unos dos años, de unos 2 años, pero muy hermoso.

Pero, como digo, fue un tiempo corto.
Un día vino Lautaro, que ahora era aviador, a invitarme a verlo pilotear un avión de una empresa Laddeco, donde él tenía que llevar carga a Argentina.
Yo lo acompañé y me pasó una máquina fotográfica, para sacarle una foto en el avión.
Unos técnicos, se acercaron a él y le dijeron, que el avión iba “sobrecargado”
-Lautaro no le dio importancia.
- Yo, al escuchar a los técnicos le dije:
“¿Cómo es eso que vas sobrecargado?” “Puede ser peligroso Lautaro.”
-“¡Ay! , ¡Prima, no es nada, es mi primer vuelo con carga!
-Yo le respondí: “Y el último”
-El se rió
-“Yo estaba nerviosa, angustiada, tenía un mal presentimiento, una opresión en el corazón”

Fui donde él, que se estaba poniendo el casco y le grité:
Lautaro, bájate, anda a reclamar al encargado, por el sobrepeso, te digo

El se volvió a reír y me dijo:
¡Ay! Si no pasa nada primita, usted siempre tan nerviosa, sáqueme la foto para la “posteridad”. Y se puso en pose
Yo, como siempre, no le hice caso a mi “instinto”, me daba verguenza insistir, seguro que el consideraría, esos pálpitos, como tonterías, cosas de mujeres.

Y le saque la foto…

-Lautaro, grito: “¡La foto para la posteridad prima!” Encendió los motores, hizo una señal de despedida y elevó vuelo.

Yo me quedé en la losa, como “estatua de sal” mirando el avión y con un “pánico indescriptible”
Quedé, paralizada, la garganta seca, divisando como el avión se alejaba y tomaba altura.
Luego supimos la “Espantosa Noticia”, el avión no pudo elevarse, para pasar la cordillera, perdió altura y se estrello, por sobrecarga.

De Lautaro, solo quedó, “su pulsera de plata de aviador y su gorra”.
Sobre su féretro, de su cuerpo, solo “cenizas”.

Después de esta “Macabra Experiencia”, no hablé del tema con nadie, que fuí la última al verlo.
Tampoco lloré en el cementerio, solo en mi dormitorio, cayeron silenciosas lágrimas, sin llanto desesperado, sin expresar NADA.
A algunos de mi familia, le extrañaba, lo bien, que me lo había tomado.

“ESTE ACONTECIMIENTO QUEDÓ TAPADO EN MI CORAZÓN, POR TODA UNA VIDA, SIN COMENTARLO”

Sentí un profundo sentimiento de CULPA.

Pensaba que al gritarle yo: “Y el último”, yo lo había “MATADO”, como si mis palabras tuviesen poder de matar, algo parecido a la experiencia de “La Religiosa” y “El Milico”.

“JAMÁS EN MI VIDA, HE PODIDO SUBIR A UN AVIÓN”

He pensado mil veces con “Ira y Culpa”
¿Por qué no lo obligué a bajar? ¿Porqué no hice un escándalo, no fuí yo a reclamar, hacer cualquier cosa inimaginable, para evitar su salida, pero NO, mi MIEDO, era superior a todo.

Era como una PARALISÍS, incapaz de tomar ninguna acción.

Además la CULPA, porque nunca creí en sus sentimientos, ni problemas que decía que tenía. Más tarde supe que su padre, padeció del mismo problema.

“Perdóname primo por mi falta de confianza en tus palabras”

Me has visitado 2 veces en sueños: “Tú no tienes la culpa de nada” dices.

SOLO FALTA QUE YO ME LO CREA…

Solo me quedó de él: “su bendita foto”

2 comentarios:

  1. Es claro que en la imagen que Antonieta tenía de su primo había algo de idealización; lo que se evidencia en que “lo veía como un Apolo” –Dios Griego de la belleza, el orden y el triunfo solar-.
    Esto sumado a su actitud coqueta y confusa, junto con los muchos contrastes de su personalidad que tanto anonadaban a Antonieta, le dieron un aura misteriosa y difícil de integrar dentro de la historia de vida de la autora.
    Lo anterior confabuló en aquel día nefasto en que ella lo fue a despedir al aeropuerto, en ese día ella confundió las cosas, no era miedo a imponerse y “obligarlo a bajarse y reclamar” lo que ella sentía, era el miedo a lo que podía pasarle, es razonable que se paralizara pues no había constancia de que el riesgo fuera mortal, solo la sensación inexplicablemente poderosa.
    Este fenómeno, dejo atrapada en la confusión la figura de su primo, pero a este punto Antonieta ha logrado comprender que en realidad ella no hizo más que intuir el peligro, sin saber lo que estaba sintiendo, ese es el origen de la parálisis y de ahí la respuesta fóbica hacia los aviones.
    Al comprenderlo se le permitirá hacer aproximaciones sucesivas al avión y logrará superar el miedo.

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  2. Miguel y Fabiola: No tengo palabras para agradecerles por librarme por fin del panico a los aviones ,ojala algun dia pueda lograr subir a un avion.
    Creer en mis intuiciones es lo que debo hacer.
    Con cariño

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De Izquierda a derecha Miguel Socías, Fabiola Soriano, María Antonieta Montecinos y James Parker